Sombras fascistas en un pueblo italiano
Un monumento en honor de Rodolfo Graziani, un lugarteniente de Mussolini, enfrenta a la derecha y la izquierda en Affile, una pequeña localidad italiana
“La historia está escrita: era un criminal”. “Bueno, no está tan clara la historia”. En la plaza medieval de Affile, un pueblo de 1.500 almas aferrado a las montañas al este de Roma, los ciudadanos debaten sobre el mausoleo que el alcalde ha dedicado a Rodolfo Graziani, comandante en las guerras coloniales que Benito Mussolini condujo en Libia y Etiopía, y ministro de la Guerra en la República que el dictador fundó en el norte tras ser destituido en Roma. El pequeño local en piedra, a 80 kilómetros de la capital, ha vuelto a evidenciar la ausencia de una memoria compartida sobre las dos décadas de aquel régimen dictatorial (1922-1943).
Desde la plaza, hay que coger el coche para alcanzar la colina de Radimonte, olivos y viñas a unos 700 metros sobre el nivel del mar. Una explanada de cemento, con algún seto en el borde, está dominada por un paralelepípedo de toba, en estilo racionalista. Sobre la puerta ondea la bandera italiana; al lado, dos palabras: “Patria y honor”. Ercole Viri, el alcalde —exmilitante de la derechista Alianza Nacional y ahora del Pueblo de la Libertad de Silvio Berlusconi—, saca las llaves y accede a un escueto local pintado de blanco. Una cabeza de mármol de Graziani se sitúa sobre un pedestal en el centro, mientras en las paredes están enmarcadas páginas de periódicos y fotos de la época.
Durante la ceremonia de inauguración, rodeado por políticos y representantes de la Administración regional, Viri comentó: “Para los jóvenes, Graziani es un ejemplo de amor a la patria: podía irse con los ganadores, pero se mantuvo leal y coherente con sus ideas para salvar Italia”. El 8 de septiembre de 1943, Italia firma un armisticio y sale de la guerra: los alemanes se transformaron de aliados en ocupantes. Empezó la guerra de liberación: aliados y partisanos, por un lado; nazis y fieles de Mussolini por el otro. Graziani estuvo en el segundo bando y por eso, en 1948, fue condenado por un tribunal de la nueva República, por colaborar con los nazis. Cumplió dos años de condena y murió en su pueblo en 1955.
“Volver a ver camisas negras, águilas, saludos romanos es doloroso. No es digno de un país democrático”, afirma Francesco Polcaro, presidente de la Asociación de Partisanos Italianos. “¿Es posible permitir, aceptar o solo tolerar que en 2012 se dedique un parque y un monumento a un general fascista?”, se pregunta Esterino Montino, portavoz del Partido Democrático (centro-izquierda) en la Asamblea regional de Lazio, gobernada por la derecha.
Se trata de celebrar el valor militar, sin ideologías, cree el alcalde: “En 1918, cuatro años antes del principio del régimen, con 36 años, Graziani fue nombrado coronel. Fue el más joven de la historia. Solo por eso se merece un sagrario. Luego llegó el fascismo y él ya estaba en el Ejército: ¿Qué podía hacer? ¿Ir a recoger patatas?”.
“En este pueblo vivimos en el pasado. El alcalde demolió el monumento a las víctimas de las guerras, erigió una estatua a Almirante [fundador del Movimento Sociale Italiano, que recogió la herencia del partido fascista]”, considera Donatella Meschini, concejal de la oposición. “Votamos para un parque público y acabamos teniendo un monumento a un criminal. Es inadmisible que el alcalde ponga el sello del Ayuntamiento sobre este horror”, exclama Diego Moriconi, exalcalde del PD.
La obra fue financiada con un fondo regional de 30 millones destinados a obras públicas. Cerca de 200 centros se acogieron al plan y construyeron plazas, alumbrado o arreglaron carreteras. Affile recibió 180.000 euros para acondicionar un parque en la colina de Radimonte con un sagrario dedicado al “soldado de Italia”, una expresión que comprende a todos los militares. Tres años más tarde, al terminar las obras, quedó claro que aquel impersonal “soldado de Italia”, en Affile tenía un nombre y un apellido muy precisos: “Rodolfo Graziani es el soldado por antonomasia”, zanja Viri.
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