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Tribuna
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Recetas para el crecimiento

Las políticas de austeridad, sobre todo en España, han llegado a su punto límite

¡Hasta la coronilla de la crisis! Hace apenas una semana estábamos perdidos, en el fondo de un hoyo, sin escapatoria posible. Tras unas pocas palabras, las de Mario Draghi asegurando que haría “todo lo necesario” para preservar la zona euro, el horizonte se ha despejado y ahora estamos salvados. En un caso, se produjo una avalancha mediática: ¡Llegó la caída! Todos empezaron a prestar más atención a las palabras de Mario Draghi cuando las Bolsas recobraron el optimismo. Después, otra conferencia de Draghi seguida de un hundimiento de las Bolsas. Al parecer, los mercados expresaban así su decepción ante un presidente del Banco Central preocupado por ganar tiempo. Al día siguiente, fuerte reactivación con un mercado del que se dice que ahora se concentra en los aspectos positivos del discurso de Draghi, a saber, el refuerzo de la cohesión de Europa.

No se trata, por supuesto, de negar la gravedad de la crisis ni de ser optimista o pesimista. Pero hay que evitar perder la cabeza a merced de las idas y venidas de los mercados. En lo que a mí respecta, desde el comienzo de las hostilidades, estoy convencido de que la crisis obligará a la Unión Europea a estructurarse, a reforzar su existencia, a tomar por fin conciencia de sí misma. En resumen, a construir lo que hubiera debido construir acto seguido de la adopción del euro. Como la necesidad carece de ley, la negativa a avanzar significa la elección del abismo, es decir, la regresión y la miseria. Siempre he creído que en estas circunstancias el soberanismo es el mejor aliado de los mercados. Así que, de nuevo, tenemos por delante una semana “decisiva”. ¿Otra? Digamos más bien un jalón suplementario. Pero con un avance significativo: la toma de posición de Super Mario, atribuyendo al BCE el papel que la mayoría de países de la zona euro quisieran verle cumplir y que sigue negándole el Bundesbank. No estamos lejos de un BCE garante del sistema europeo en última instancia. Con el fondo de solidaridad actuando como banco, vamos hacia la mutualización de las deudas soberanas.

En esta crisis hay ciertas invariables que conviene tener en mente. En primer lugar, seguimos encontrándonos en un contexto de guerra de monedas. Lo que está en juego es el puesto que ocuparán, en la jerarquía de la primera mitad del siglo XXI, Estados Unidos, China y Europa respectivamente. En nuestro caso, si conseguimos mantener el euro, evitaremos vernos sometidos a un condominio dólar / yuan. En segundo lugar, hay cierto número de fondos especulativos que han hecho todo lo posible, y seguirán haciéndolo, para borrar al euro del mapa. Y tener presente esta clave de lectura no es ceder a las teorías complotistas. Las declaraciones de sus responsables son muy explícitas. Más allá de la peligrosidad de una fórmula demasiado simple, la realidad que esta recubre es en efecto la alianza entre Wall Street y la City. Desde el comienzo, los financieros de estas dos plazas consideran que el concepto de una moneda única no vinculada a un Estado federal no puede funcionar y, por consiguiente, debe ser condenado. Este argumento es pertinente, pero no debe conducirlos a impedir que los países de la zona euro se unan progresivamente, como intentan hacer.

¿El mundo de las finanzas, entonces? Como prueba, el pronóstico de Nouriel Roubini sobre lo que nos espera en adelante. A su juicio, en la próxima etapa veremos a los inversores poner a prueba la determinación del Banco Central. Así pues, deberían vender enormes cantidades de títulos para obligar al BCE a comprometerse a una escala mucho más amplia. Y ese compromiso será combatido por aquellos a los que Wolfgang Schäuble llama “los halcones”, aquellos que, en Alemania y otros países del Norte, querrían limitar la zona euro a la Europa virtuosa y excluir a los países del Sur. ¿Quién ganará? En este estadio, hay unos elementos políticos favorables y otros hostiles. Pero todo el mundo se hace la misma pregunta: ¿cuándo y por qué milagro retornará el crecimiento? Lo que ha cambiado favorablemente en el paisaje político ha sido la actitud norteamericana. Wall Street no es el Washington de Obama. Y el interés absoluto de Obama, a 100 días de las elecciones presidenciales, es ver cómo Europa se recupera.

Lo que va menos bien es el lento deslizamiento de parte de la opinión pública alemana, cansada de la interminable crisis griega, que se niega a ligar su destino al de España e Italia. El hecho de que el vicecanciller, rectificado por Schäuble, haya creído oportuno criticar a Mario Draghi demuestra que las tensiones políticas se avivan en Alemania. En Francia, François Hollande habla de “integración solidaria”. Pero una parte del PS no ha salido de su nonismo. Así, aunque han entrado en una dinámica más equilibrada y constructiva, los dos pilares de la construcción europea se encuentran debilitados por unas opiniones públicas impacientes o hastiadas.

Ahora queda la cuestión central: ¿cómo volver a la senda del crecimiento? La recesión acecha a todo el mundo, mientras que las políticas de austeridad, especialmente en España, han alcanzado su punto límite. Como ha recordado varias veces Paul Krugman, las nuevas medidas de austeridad tomadas en España no solamente no serán de ninguna ayuda, sino que pueden provocar perturbaciones políticas que luego serían muy difíciles de controlar. De manera que la próxima etapa de discusiones europeas versará indefectiblemente sobre el necesario escalonamiento de las políticas de retorno al equilibrio. Desde el principio, sabíamos que los plazos impuestos a Grecia eran inviables, ya que este país no dispone de un Estado digno de tal nombre. Hoy, sabemos que los plazos impuestos a España son absurdos. De modo que resulta imperativo adaptar los plazos en función de la situación relativa de cada país, para que le sea posible poner en marcha medidas que le permitan reanimar su economía. Pero, antes de eso, los Gobiernos deberán demostrar que los mueve al menos la misma determinación que a Mario Draghi para “hacer todo lo necesario” para preservar el euro. El presidente del BCE ha mostrado el camino. Ahora falta que los Gobiernos estén dispuestos a asumir la tarea para la que, al fin y al cabo, fueron elegidos.

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

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