Europa a pesar de su historia
La misa de Reims simboliza ante todo la capacidad del continente para superar su historia
La misa de Reims, durante la que el canciller Konrad Adenauer y el presidente Charles de Gaulle sellaron la reconciliación definitiva entre Francia y Alemania hace ahora 50 años, simboliza ante todo la capacidad de Europa para superar su historia. Entre 1870 y 1945, franceses y alemanes se enfrentaron en tres conflictos: la guerra franco-prusiana (1870-1871), que ganó Prusia, la I Guerra Mundial (1914-1918), donde la derrota alemana engendró el conflicto más devastador que haya conocido el continente, la II Guerra Mundial (1939-1945). Europa puede estudiarse a través de sus profundas fisuras que volvían una y otra vez a lo largo de los siglos: las guerras de religión, los enfrentamientos entre británicos y españoles, entre franceses y alemanes, entre españoles y franceses. Las grandes obras de la literatura europea están marcadas por toda esta violencia: Guerra y Paz o La Cartuja de Parma no pueden entenderse sin las guerras napoleónicas, como muchos de los cuentos de Maupassant sin el conflicto de 1870, por no hablar de los episodios nacionales de Galdós.
El libro que tal vez relata mejor lo ocurrido en Europa a partir de 1945 es Posguerra, del fallecido historiador británico Tony Judt, una voz que se echa de menos cada día en estos tiempos que necesitan sensatez y sabiduría. Judt, fallecido en 2010, explica el acercamiento entre De Gaulle y Adenauer por bastantes motivos pero sobre todo por uno: ambos querían desprenderse de la tutela británico-estadounidense, incluso porque el presidente francés simpatizaba con la idea de Alemania Occidental de dotarse, tarde o temprano, con capacidad nuclear. Pero los motivos no importan, lo esencial es el resultado. La teoría de Judt es que la posguerra de Europa se forja sobre la sombra de la II Guerra Mundial y por la voluntad de no repetir los errores posteriores al final de la I Guerra Mundial, que solo sirvieron para sentar las bases de una nueva catástrofe.
Con todos sus problemas, el final de la guerra fría y la construcción europea demuestran que no hay nada en el pasado de Europa que pueda determinar su futuro, salvo la voluntad de dejarlo atrás. Hace poco se ha estrenado una versión restaurada de una de las joyas del cine europeo, La gran ilusión, de Jean Renoir, una película de 1937. El filme habla ante todo de la amistad y el respeto que algunos franceses y alemanes son capaces de crear durante la I Guerra Mundial. Europa es esa gran ilusión, que crece sobre símbolos como la misa de Reims.
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