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Europa incuba una crisis política

Una conferencia organizada por la Fundación Alternativas reflexiona sobre los fallos políticos que agravan el vendaval financiero

Andrea Rizzi
Vista general de la bolsa de Madrid.
Vista general de la bolsa de Madrid.Chema Moya (EFE)

La crisis económica que azota Europa es un aterrador monstruo que atrae todas las atenciones y que, entre otras cosas, deja en la sombra muchos aspectos de la crisis política que dificulta la salida del continente del lodazal en el que se halla. Mientras las emergencias de las primas de riesgo, de los bancos al borde de la quiebra y de los rescates financieros acaparan titulares y esfuerzos diplomáticos, otras grietas espantosas resquebrajan los pilares del futuro europeo: la ausencia de una clara y compartida idea política de futuro; el avance de los populismos; el déficit democrático de las instituciones comunes; los fracasos de la acción exterior europea.

A esta segunda crisis —la política— y a cómo los representantes españoles deberían enfrentarse a ella dedicaron sus reflexiones los analistas, periodistas y diputados invitados a la conferencia “España ante el nuevo ciclo europeo: construyendo una política de Estado”, organizada en Madrid por la Fundación Alternativas en colaboración con el Ministerio de Asuntos Exteriores. La necesidad de una mayor integración europea que desemboque en un auténtico federalismo fue el denominador común de la gran parte de las intervenciones.

Nicolás Sartorius, vicepresidente ejecutivo de la fundación, abrió el debate considerando que la única salida eficaz a la crisis actual es “una Europa federal” que “no esquive el proceso democrático”. Sartorius aplicó el principio a uno de los principales elementos del debate político: la mutualización de la deuda, ansiada por muchos países como piedra angular de la solución a las turbulencias actuales. Según el analista, solo podrá implementarse si acompañada por un control comunitario de los presupuestos nacionales, lo que “exigiría una federalización”. Pero, alerta Sartorius, es esencial que ese probable futuro control común del gasto no quede en manos de los Ejecutivos, sino de la dimensión parlamentaria. En ello reside un componente clave de esa naturaleza democrática que hay que defender.

Diego López-Garrido, diputado del PSOE y ex secretario de Estado para la UE, constató con crudeza los bandazos europeos. “Sustancialmente, no se sabe adónde vamos”, dijo. En su opinión, “la hoja de ruta debería ser la constitución de una unión económica y monetaria real, con un verdadero Gobierno del euro; y posteriormente, una unión política”. López-Garrido constató con satisfacción la aparición en la escena política europea de ideas de impulsos para el crecimiento no financiados por los Estados, tal y como consentiría un impuesto sobre las transacciones financieras.

Berna González Harbour, subdirectora de EL PAÍS, señaló que “Europa se está enfrentando a un fracaso más grave que el económico. Se enfrenta al riesgo de quiebra o grave deterioro de la democracia”. Harbour alertó acerca de los efectos colaterales de las tecnocracias o de los Gobiernos políticos que eluden someterse a pasajes clave de la vida institucional democrática. “Se esquilma la democracia si, como hace el actual Ejecutivo español, se impiden comisiones de investigación para aclarar responsabilidades o la celebración del debate del Estado de la nación. El resultado es una ciudadanía que se siente desamparada”, dijo.

José Ignacio Salafranca, eurodiputado del PP, coincidió en que la actual crisis tiene un carácter profundamente político, y opinó que su solución “exige” una Eurocámara fuerte. Su compañero de partido y cámara Salvador Garrido consideró que “el federalismo es la única solución”, y señaló que las medidas en gestación a favor del crecimiento tienen los pies de barro. “Supuestamente, el impulso debería proceder de fondos europeos sin gastar, del impuesto a las transacciones financieras y de mayores aportaciones y apalancamiento del Banco de Inversiones Europeas. El primer caso es un espejismo, porque los fondos sin gastar ya están destinados a varios proyectos; en el segundo, se trata de una medida con muchas complicaciones derivadas, y que tardará a entrar en vigor en el mejor de los casos; en el tercero, se trata de una hipótesis optimista que habrá que ver hasta qué punto podrá convertirse en realidad”.

Lluís Bassets, director adjunto de EL PAÍS, alertó contra la consideración simplista, a menudo repetida, de que Europa se hace de crisis en crisis. “Esta no es una crisis normal. Es existencial. Pone en cuestión las ideas fundacionales”, observó Bassets, quien subrayó cómo las actuales turbulencias repercuten también en la acción exterior de Europa.

“Es el correlato exterior de la crisis interior. No solo Europa se desentiende de ciertas cosas: desocupa el espacio”, consideró. “Yo no creo que los países emergentes vayan necesariamente a convertirse en superpotencias. Tienen sus problemas, y estos aflorarán en los próximos años. Pero esto no significa que, mientras tanto, no estén ocupando espacios”. Entre ellos, los que deja libre Europa.

Ana de Palacios, exministra de Asuntos Exteriores española, observó que si la Unión Europea fue “aspiración de muchos, inspiración de todos”, ese estatus se halla ahora gravemente dañado. Por la crisis económica, y por las deficiencias políticas que contribuyeron a su gestación y que dificultan ahora su solución.

Pero quiso invitar al optimismo con algunos datos: “no solo somos el primer bloque comercial del mundo; no nos olvidemos que nuestro gasto militar conjunto es todavía superior al de todos los países BRICS juntos”, señaló Palacios.

Salafranca también ofreció sorprendentes datos acerca de cómo incluso pequeños países europeos todavía superan en resultados académicos, de investigación o deportivos a grandes naciones emergentes. Urgen ideas políticas que amparen del actual vendaval económico esas grandes conquistas europeas.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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