Bachar El Asad ignora a la comunidad internacional y mantiene su ofensiva
El asalto de los soldados sirios, que ha provocado más de 40 muertos en Hama, se produce después de varios ataques de los rebeldes a controles militares
Mientras la comunidad internacional se llevaba las manos a la cabeza ante la matanza de Hula, el Ejército sirio mataba a decenas de personas en Hama y en otros puntos del país. La secuencia de los hechos da una idea del limitado impacto que la diplomacia internacional ejerce sobre el régimen de El Asad, aparentemente dispuesto a aniquilar la disidencia que ha brotado en el país al calor de la primavera árabe. Kofi Annan, el enviado de Naciones Unidas y la Liga Árabe aterrizó el lunes en Damasco en un enésimo intento de frenar el baño de sangre que se ha cobrado ya más de 10.000 muertos en poco más de un año. Este martes, por la mañana, Annan ha sido recibido por El Asad. Las posibilidades de que su plan para garantizar un alto el fuego prospere son casi nulas.
Minutos antes de la reunión, el viceministro de Exteriores, Faisal Miqdad, ha dicho que el régimen ha respetado el alto el fuego desde el 12 de abril, y culpó a los opositores, que "no se comprometieron con el acuerdo fundamental de la ONU". "Parece que la oposición y los países que la financian y arman", ha añadido Miqdad, "están decididos a torpedear el plan de paz de Annan".
La visita de Annan viene precedida por una cascada de declaraciones de condena internacionales después de que las imágenes de decenas de pequeños cadáveres de niños muertos el viernes en Hula, al oeste del país, dieran la vuelta al mundo. Los observadores de la ONU certificaron la muerte de 108 personas, 59 de ellas niños. Los opositores culpan al Gobierno y a los milicianos del crimen mientras que Damasco apunta a “grupos terroristas”. Annan calificó de “crimen horrible” las muertes en Hula y pidió al Gobierno de Damasco que “dé pasos claros que demuestren su seriedad a la hora de resolver esta crisis de manera pacífica”.
Cerca de 300 observadores de la ONU se encuentran desplegados en el país para vigilar el supuesto alto el fuego pactado en abril con la mediación de Annan, y que a estas alturas se encuentra hecho trizas.
Los sirios salieron a la calle para manifestarse por tercer día consecutivo para expresar su rechazo a la campaña represiva del régimen y en particular contra la masacre de Hula. Activistas antigubernamentales cifraron el lunes en 41 los muertos a manos del Ejército en 24 horas en Hama, en el oeste del país, donde los tanques habrían disparado contra objetivos civiles tras un ataque de grupos rebeldes armados a los soldados destacados en la zona. Ocho niños estarían entre los muertos.
Mientras, se van conociendo detalles de lo ocurrido en Hula. Activistas, grupos de derechos humanos y reporteros que han tenido acceso a testimonios de habitantes de la zona ofrecen una versión de los hechos. El régimen de El Asad ofrece otra completamente distinta. Según ambos relatos, una multitud se concentró entre la una y las dos de la tarde del viernes, después de la oración, en Taldou, una zona de Hula. Eso es todo en lo que coinciden el Gobierno y los grupos opositores. A partir de aquí, las versiones son opuestas.
Damasco sostiene que la citada multitud iba armada y se subió en camiones para dirigirse a puestos del Ejército a los que atacaron durante horas. Tres soldados murieron y otros 16 resultaron heridos según el recuento oficial. Lo sucedido en Hula, aseguró el domingo el Ministerio de Exteriores, forma parte del ataque de “grupos terroristas”, denominación que Damasco utiliza habitualmente para referirse a los rebeldes.
Los habitantes de la zona consultados por organizaciones como Human Rights Watch (HRW) describen una secuencia de los hechos diferente. Cuentan que después del rezo los soldados abrieron fuego para dispersar a los manifestantes. Miembros armados de la oposición atacaron después uno de los checkpoints desde los que había disparado el Ejército. Los militares respondieron bombardeando con intensidad varios barrios de Hula. La versión de los residentes coincide en este punto con las evidencias halladas por los observadores de la ONU. A su llegada a Hula el sábado, encontraron restos de artillería disparada por el Ejército. Hay algo más de ambigüedad en lo sucedido posteriormente, ya que muchas de las víctimas murieron por el impacto de los bombardeos, pero otras presentan heridas de cuchillo y disparos efectuados desde una distancia corta.
Cerca de las seis y media de la tarde, justo cuando los bombardeos cobraban mayor intensidad, hombres armados vestidos con uniformes militares atacaron las viviendas cercanas a la presa de Hula, según el relato de los supervivientes. A partir de ese momento, y siempre según los vecinos consultados por las ONG, los matones del régimen comenzaron a asesinar a los civiles.
Los investigadores de la matanza aseguran que empiezan a tener claro cómo se desarrollaron los hechos. Creen que la gran mayoría de las víctimas perecieron a manos de los matones. "Creo que, aunque estamos en la fase preliminar, menos de 20 de los 108 muertos fallecieron por efecto del fuego de artillería y de los tanques", ha dicho el portavoz de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Rupert Colville.
Hula se encuentra cerca de Homs, uno de los bastiones de la resistencia siria, asediada por el Ejército. Las diferentes sectas y corrientes religiosas dividen esta zona agrícola, en la que según los observadores podría estallar un conflicto civil a raíz de la matanza del viernes. Las aldeas atacadas forman parte de la comunidad suní, mayoritaria en toda Siria y en las que el Ejército Sirio Libre se ha hecho fuerte. Están rodeadas de poblaciones chiíes y alauíes, la secta a la que pertenece el presidente El Asad y parte de la élite gobernante del país.
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