Después de las presidenciales
François Hollande se presentó a las presidenciales francesas para no desaparecer del mapa político de la izquierda al dejar la dirección del partido socialista, en 2008, cuando todavía se pensaba que Dominique Srauss-Kahn iba a ser el vencedor de las primarias y luego candidato frente a Nicolas Sarkozy. Hollande hizo una campaña suave, casi silenciosa, todo lo contrario que su adversario. El debate del pasado miércoles, 2 de mayo, selló una estrategia de "fuerza tranquila", comparable a la de François Mitterrand en 1981, cuando el líder de la izquierda unida venció a Valéry Giscard d'Estaing.
Muchas razones explican el próximo desenlace entre los dos candidatos, pero la más importante de todas es esta: Sarkozy no ha sabido entrar en el simbolismo republicano francés, probablemente por ser el primer presidente posmoderno, neoamericano, de la V República. Ha sido demasiado "people", de talante berlusconiano, mezcla de nuevo rico vulgar y de politiquero agresivo. Perdió el respeto de la mayoría de los ciudadanos por insultar a sus adversarios, infravalorar a los países vecinos (no se entiende por qué no ha habido una reacción oficial frente a los ataques ridículos contra España), y mentir sin vacilar. Al fin y al cabo, un politiquero que no tiene la madurez, la envergadura, para presidir una nación tan compleja y orgullosa de sí misma como Francia.
La campaña ha sido bastante triste, sin entusiasmo hacia ninguno de los candidatos, salvo por los más determinados y que han hablado con franqueza: Jean-Luc Mélenchon por la izquierda antiliberal y Marine Le Pen por la extrema derecha. Bien saben los ciudadanos que ninguno iba a realizar milagros y la votación de la primera vuelta dibujó un mapa inquietante de Francia: una cólera profunda de las regiones marginadas, que hicieron del partido neofascista de Marine Le Pen la tercera fuerza política del país, con una proyección peligrosa para el porvenir.
Sarkozy no ha sabido entrar en el simbolismo republicano francés
Si gana Hollande, tendrá que afrontar rápidamente tres cuestiones: el paro; la relación con la derecha alemana representada por Angela Merkel, y el problema de la reorientación de la construcción europea.
Respecto al paro, los márgenes de maniobra son muy estrechos. Las medidas propuestas por Hollande no van a cambiar las coordenadas del problema, pues no podrá desestabilizar más las leyes del mercado de trabajo sin poner en peligro sus bases sociales; tampoco podrá relanzar fuertemente el crecimiento sin aumentar el déficit público. La propuesta de un retorno al equilibrio presupuestario para 2017 parece difícil, dada la recesión europea que va a durar mucho más de lo previsto. Se pueden prever olas de movilizaciones sociales importantes en Francia, incluso antes de las próximas legislativas.
La relación germano-francesa: es obvio que Alemania no puede adoptar el nuevo Tratado modificado de Lisboa si Francia lo rechaza. Hollande ha dicho que Francia no firmará el Tratado de austeridad impuesto por los mercados y por Alemania al resto de los países europeos de la zona euro sin un pacto de crecimiento. Se ha comprometido con la izquierda socialista francesa y no puede cambiar de postura sin provocar una crisis de legitimidad en su propio partido. Alemania tendrá que elegir entre el enfrentamiento y el compromiso. Esta prueba de fuerza entre los dos países va a condicionar el porvenir de Europa.
Reorientación de Europa: el presidente francés tendrá que buscar aliados. La ecuación es muy difícil de resolver. No hay ni acuerdo ni debate sobre el contenido de esa "reorientación". La dominación sin cuartel del pensamiento único liberal y social liberal ha prohibido reflexionar democráticamente en otro camino. En Europa, todos los gobiernos son hoy en día de derecha.
No le van a apoyar fácilmente aunque se pueda ahora notar una ligera evolución frente a la ceguera alemana. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, el primer ministro italiano, Mario Monti, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, abogan por una política de austeridad más flexible y hablan de una estrategia común de relanzamiento. Pero el panorama es todavía muy confuso.
De hecho, las duras críticas en contra de la política europea en estas presidenciales por parte de todos los candidatos recuerdan al rechazo de la Constitución europea en 2005. Frente a la ausencia de una verdadera Europa social, la defensa del modelo republicano parece la única posibilidad de resistencia. En el fondo, esto es lo que podrá explicar, salvo una sorpresa milagrosa a favor de Nicolas Sarkozy, la victoria probable de François Hollande.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
Archivado En
- François Hollande
- Nicolas Sarkozy
- Elecciones Francia 2012
- Angela Merkel
- Paro registrado
- PS Francia
- UMP
- Elecciones presidenciales
- Tasa paro
- Unión Europea
- Desempleo
- Organizaciones internacionales
- Empleo
- Relaciones exteriores
- Partidos políticos
- Trabajo
- Elecciones Francia
- Francia
- Elecciones
- Europa occidental
- Europa
- Política