No más refugiados
El 'caso Chen' ha demostrado que China no permite a EE UU que sus sedes diplomáticas acojan a disidentes
Las circunstancias que rodean la salida de Chen Guangcheng de la Embajada de Washington en Pekín son confusas y todo apunta a que ni unos ni otros van a revelar ni las negociaciones ni el trasfondo en el que se desarrolló el abandono de la sede diplomática por el disidente ciego. Pero todo apunta a que China ha trazado una línea roja a Estados Unidos que pasa por impedir el refugio de sus disidentes.
"Quiero irme y quiero irme lo antes posible", dijo por teléfono Chen Guangcheng, de 40 años, a la cadena CNN desde el hospital donde fue ingresado tras salir de la Embajada para tratarse el daño que se hizo en un pie al escapar de su arresto domiciliario. Chen aseguró que teme por su vida, pese a que la secretaria de Estado Hillary Clinton indicó que el disidente había dejado la sede "por su propia voluntad".
Por encima de los miedos de Chen se encuentra el convencimiento de los líderes de las dos grandes potencias del siglo XXI de que están condenados a entenderse. Por ello, no parecen dispuestos a consentir que sus relaciones bilaterales sean rehenes de ningún refugiado. Cuanto más se afianza Pekín en su liderazgo mundial menos permite los reproches de Washington sobre que no respeta los derechos humanos.
El activista ciego fue acogido en la Embajada el jueves pasado tras huir de su arresto domiciliario y colgar en YouTube un vídeo en el que denunciaba a las autoridades de su provincia natal de Shandong por corruptas y por apalearle a él y a su mujer. Chen pedía al primer ministro Wen Jiabao que interviniera y protegiera a su familia.
Vídeo en el que Chen Guangcheng hacía tres peticiones al primer ministro chino tras huir de su casa el 22 de abril.
Es la segunda vez en poco más de dos meses que un ciudadano chino recurre a la protección estadounidense para defenderse de autoridades locales. A principios de febrero, fue Wang Lijun, antiguo jefe de policía de Chongqing y exbrazo derecho de Bo Xilai, exjefe del Partido Comunista Chino en esa municipalidad, quien se refugió en el consulado de EE UU en Chengdu por las amenazas de muerte de Bo y de su esposa Gu Kailai, ahora detenida como sospechosa del asesinato del hombre de negocios británico Neil Heywood.
Aunque todo son conjeturas sobre el refugio de Wang, lo único claro es que no llegó a permanecer en el consulado ni 48 horas. Los diplomáticos estadounidenses convencieron a Wang de que se entregara a agentes del Gobierno central, que se lo llevaron a un paradero desconocido. Distintos analistas sostienen que Wang lavó la "ropa sucia" de Chongqing en el consulado, lo que originó no solo la caída del poderoso Bo Xilai y de su esposa, sino también un enorme malestar en Pekín por haber inmiscuido a Estados Unidos en los asuntos internos de China.
El Gobierno chino no ha hecho la más mínima declaración sobre la petición de asilo de Wang. En cuanto a Chen, guardó un absoluto silencio hasta que el activista volvió a pisar suelo chino. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Liu Weimin, aseguró que había sido "una injerencia inaceptable en los asuntos internos de China" y exigió al Gobierno estadounidense "que se disculpe" por haber permitido la entrada de un ciudadano en su sede "por medios irregulares". Liu reconoció que "China está muy molesta por este incidente".
EE UU y China ya vivieron en 1989 su mayor crisis desde el restablecimiento, diez años antes, de las relaciones diplomáticas entre los dos países. Al día siguiente de la matanza de Tiananmen, en la madrugada del 4 de junio, el astrofísico y disidente Fang Lizhi, se refugió, junto con su familia, en la legación estadounidense y pidió asilo político. Según el viejo halcón de la diplomacia norteamericana Henry Kissinger, el incidente se convirtió en el "símbolo de la división entre Estados Unidos y China".
El entonces presidente George H. W. Bush trató por todos los medios de evitar que el enfriamiento de las relaciones bilaterales llegara a la congelación, pero Deng Xiaoping, el anciano dirigente que gobernaba el país tras la cortina de bambú, no le dio facilidades. Aupado en la reforma económica y en necesidad de levantar a China de la postración en que la había colocado las potencias occidentales, Deng rechazó todo acuerdo con la Casa Blanca que no pasara por la entrega del "traidor".
Fang, fallecido el pasado abril, no logró hasta un año después, junio de 1990, salir de la Embajada para iniciar su exilio y, según reveló él mismo el año pasado, se requirió una tercera parte -Japón- para mediar en el conflicto. El Gobierno japonés "se comprometió a reanudar el programa de créditos a China", suspendido tras Tiananmen, "a cambio de resolver el problema de Fang Lizhi".
Padre de dos hijos, Chen fue detenido tras denunciar en 2005 que las autoridades de Shandong realizaban esterilizaciones y abortos forzosos para cumplir la política de 'una familia un hijo'. El acuerdo anunciado por Clinton señala que "Chen y el Gobierno chino han logrado varios entendimientos sobre su futuro, incluyendo la oportunidad de buscar una mejor educación en un entorno más seguro", pero conforme anoche pasaban las horas y Chen hablaba por teléfono con distintos medios se hacía evidente que el incómodo huésped había sido invitado a salir.
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