Dos Francias ante Europa
Para Sarkozy hay una categoría, un enemigo al que hay que señalar con el dedo: el inmigrante
La campaña electoral francesa podría dejar una víctima: Europa. El espectáculo es desolador: desde 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, primera etapa de la crisis, y después su transferencia, segunda etapa de la que aún no hemos salido, frente a la cuestión de las deudas soberanas, nuestros dirigentes han suscrito la idea de que hay que defender Europa y el euro cueste lo que cueste. Incluso han terminado sumándose al principio de que, a partir de ahora, para nuestra propia salvación, hay que avanzar en la integración, hay que superar una etapa política más importante en la construcción europea. Pero he aquí que, una vez abierta la campaña electoral, Europa vuelve a ser el punching ballfavorito de los candidatos al Elíseo, su cabeza de turco, el pretexto de todas las demagogias.
Por supuesto, con niveles variables en la escala de la gravedad. El primero en abrir las hostilidades fue François Hollande al anunciar su intención de “renegociar” las disposiciones del tratado aceptado por los 27 (y aún por ratificar) que deben conducir al refuerzo de la disciplina presupuestaria. “¡Imposible, irresponsable!”, replicó inmediatamente el presidente Sarkozy, haciendo hincapié en la dificultad de llegar a un consenso en Europa y en la hazaña que constituye, a su modo de ver, el refuerzo del acuerdo franco-alemán. Sin embargo, el candidato Sarkozy parece arrogarse ahora el derecho a imponer a los otros europeos una revisión del tratado de Schengen, culpable de convertir a Europa en un “colador”. Y, no contento con eso, lanza un ultimátum: si las cosas no cambian en los próximos doce meses, Francia saldrá de Schengen.
Los dos enfoques son, no obstante, diferentes y reflejan un posicionamiento bastante clásico. Para François Hollande, candidato de la izquierda, el objetivo es la austeridad. No como tal (sabe que Francia no se librará), pero quisiera verla complementada por un plan de recuperación de la actividad que esa misma austeridad es suscetible de frustrar. Un plan que desearía ver adoptar a otros europeos. Su intención no es “renegociar” el proyecto de tratado, sino completarlo. Para Nicolas Sarkozy, el candidato de la derecha, que cada día mira más hacia el electorado de extrema derecha, hay una categoría, un enemigo al que hay que señalar con el dedo: el inmigrante. Algo coherente con el endurecimiento de su campaña.
Para Sarkozy hay un enemigo a señalar con el dedo: el inmigrante
Sin embargo, uno y otro se dicen europeos. François Hollande lo es desde siempre, pues, antes de estar en el Partido Socialista, militó en el Club Témoin que se formó alrededor de Jacquers Delors. Nicolas Sarkozy se convirtió por necesidad, y más aún bajo el peso de la crisis. Pero los dos están bajo la presión respectiva de sus extremos: en efecto, la extrema izquierda de Jean-Louis Mélenchon y la extrema derecha de Marine Le Pen tienen en común la llamada al proteccionismo y su logomaquia antieuropea; aunque Marine Le Pen va más lejos, pues preconiza la salida del euro y el retorno al franco.
Esta situación es dañina, ya que nuestros dirigentes se privan así de lo que debería ser su combustible: el apoyo popular a Europa. Nunca destacan las considerables aportaciones de la Unión Europea a nuestras sociedades y sus ciudadanos. Por el contrario, fustigan permanentemente a la dirección más poderosa en Bruselas, la que dirige Joaquín Almunia, pero siempre omiten decir que esta Dirección General de la Competencia actúa en beneficio del consumidor europeo. Cuando Nicolas Sarkozy pide que Europa proteja los mercados públicos, simplemente olvida que la Comisión ha sometido recientemente al Gobierno un texto que prevé que solo puedan concurrir en los mercados públicos europeos aquellas empresas que pertenezcan a los Estados que acepten que las empresas europeas concurran en su propio mercado público. Antes incluso de que los políticos franceses descubriesen la idea de la reciprocidad, los comisarios de las instancias europeas a cargo de estas cuestiones ya las ponían en práctica. De igual modo, Nicolas Sarkozy se abstiene de decir que su ministro del Interior no participó en las recientes reuniones europeas organizadas para intentar mejorar el Tratado de Schengen. Y así sucesivamente... En cuanto a François Hollande, nunca menciona que la Comisión Europea ha puesto recientemente sobre la mesa 80.000 millones de euros para una política de reactivación que, sin embargo, los Gobiernos se abstienen de utilizar. El primero en echar el freno es, por cierto, el Gobierno francés.
Y son los mismos que, sin embargo, van a continuar explicando que no hay supervivencia posible fuera de Europa, que hay que salvar el euro y reforzar las disciplinas comunitarias, presupuestarias y financieras... ¡Que los compre quien los entienda! Ya son años y años de propaganda gubernamental maniquea —reivindicando como propio lo que va bien y achacando a Bruselas todo lo que va mal-, que han terminado dando origen al euroescepticismo actual. Y mientras nuestros candidatos maltratan a Europa, Angela Merkel, en el tranquilo marco de un castillo restaurado cerca de Berlín, recibe en pequeños grupos a los dirigentes de los países menores de la Unión Europea para construir con ellos los contornos de la Europa política de mañana...
Traducción: José Luis Sánchez-Silva.
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