Las raíces mexicanas de la familia Romney
El candidato republicano apenas ha mencionado la historia de su familia
Durante uno de sus mítines en New Hampshire el pasado fin de semana, y horas antes de las primarias republicanas en el estado, Mitt Romney hizo referencia por primera vez al hecho de que su padre naciera en México. Al día siguiente una de las principales cadenas de televisión emitía un amplio reportaje detallando la emigración de sus abuelos al país vecino. Al otro lado de la frontera nacería George Romney, empresario, político y también candidato presidencial en los años 70.
La atípica mención de Romney a este pasado familiar tenía un objetivo: presentar una historia parecida a la de “miles de inmigrantes que vienen a Estados Unidos en busca de oportunidades económicas”, como dijo Romney. “Nos convertimos en una nación que atraía innovadores de todo el mundo. Está en nuestro ADN”.
La familia Romney, que todavía cuenta con una treintena de miembros al otro lado de la frontera, emigró inicialmente en 1885, huyendo de las leyes que perseguían la poligamia, aceptada doctrinalmente por los mormones hasta 1904. El México vivirían los familiares directos de Romney, incluido su padre, hasta que éste cumplió cinco años. Era 1910, y la violencia de la Revolución Mexicana les hizo a regresar al norte. El candidato podría ahora resaltar la historia de su familia, presentándose como uno de tantos norteamericanos cuya familia tiene raíces en otro país y parientes con nacionalidad distinta. Como un descendiente de inmigrantes que fueron allí donde estaba la promesa de un futuro mejor. O como el candidato a la presidencia que descendiende de padre mexicano.
Pero ninguno de estos argumentos encajarían con el ideario que el Partido Republicano ha defendido en los últimos meses: la relación entre la inmigración ilegal y el crimen o la falta de empleos para norteamericanos, y la necesidad de ampliar el muro que separa EE UU y México.
El aspirante republicano ha aprovechado además recientes debates para criticar la política migratoria que propone cualquiera de sus rivales. Se enfrentó a Rick Perry, gobernador de Tejas, por las ayudas a estudiantes indocumentados en las universidades públicas del estado. En el caso de Newt Gingrich, aplastó su propuesta de legalizar a aquellos indocumentados con familiares directos americanos, que lleven más de una década en el país y que carezcan de antecedentes penales. Y, ahora que la campaña mira hacia el sur y deberá comprobar sus apoyos en Carolina del Sur y Florida, prometió vetar una ley como el Dream Act en el caso de que progresara en el congreso.
Todas estas posturas sólo han ayudado a alejar a los hispanos de la candidatura republicana, antes incluso de que se defina el contrincante de Obama. El presidente seguiría contando con el apoyo del 68% de los votantes latinos, frente a un 23% que respaldaría al aspirante republicano, según una encuesta del Centro Pew el pasado mes de diciembre. Romney, además, lograría menos votos que los conseguidos por John McCain en 2008, que sólo convenció al 31% del electorado hispano
Los argumentos de Romney en estas elecciones contrastan con ideas que defendió en el pasado. En 2007, un año antes de que anunciara su candidatura a las últimas primarias republicanas -que ganaría John McCain-, el Congreso norteamericanos estaba muy cerca de aprobar una ley que hubiera legalizado a millones de indocumentados. La normativa contaba entonces con el acuerdo de demócratas como Ted Kennedy y republicanos como McCain y Romney. Pero al perder las elecciones, el Partido Republicano dio un giro de 180 grados en su política migratoria, oponiéndose a cualquier medida que pueda entenderse como amnistía y arriesgando miles de votos que necesitarán el próximo noviembre.
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