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“La pandilla de la paz” sigue intentándolo

Casa Mediterráneo reúne a árabes, israelíes y mediadores europeos para analizar las repercusiones de las revueltas en las negociaciones de paz entre Israel y Palestina

Los exministros de Asuntos Exteriores de España Miguel Ángel Moratinos  y Francia Bernard Kouchner participan en el seminario junto a la directora  de la Casa del Mediterráneo, Yolanda Parrado.
Los exministros de Asuntos Exteriores de España Miguel Ángel Moratinos y Francia Bernard Kouchner participan en el seminario junto a la directora de la Casa del Mediterráneo, Yolanda Parrado. Fernando Alvarado (EFE)

“Somos la pandilla de la paz. Nos llevamos bien, nos reímos… pero la guerra sigue. Ya no creo en la paz. Estoy cansado. El Gobierno israelí no quiere un Estado palestino. No quiere”, afirmaba ayer Bernard Kouchner, exministro francés de Asuntos Exteriores, en la madrileña Casa de América. Kouchner, que ha participado en las conversaciones desde 1975 manifestaba claramente su frustración.

Las revoluciones en el mundo árabe han relegado el conflicto palestino-israelí a un segundo plano. Las negociaciones se encuentran estancadas y los negociadores, a la espera. Sin embargo, el miércoles y jueves pasados, se sentaron en la misma mesa periodistas, políticos y activistas. Son árabes, israelíes y mediadores europeos. Casa Mediterráneo los reunió en Madrid para analizar las repercusiones de las revueltas en el proceso de paz.

“Los israelíes se sentían más cómodos con las dictaduras”, repitieron varias voces palestinas a lo largo del debate. Se referían a la actitud defensiva que ha tomado Israel ante la primavera árabe. Miguel Ángel Moratinos, exministro de Asuntos Exteriores y uno de los impulsores del encuentro, explicó ayer a EL PAÍS que no se sintió sorprendido, ya que el Estado sionista “siempre se ha encerrado en sí misma en momentos de incertidumbre”. Moratinos aseguró comprender esa posición, pero no compartirla. Para el exministro español, Israel desaprovechó una oportunidad: “Hubiese sido mejor asumir un pequeño riesgo y adelantarse a la demanda generalizada de los árabes de reconocer el Estado palestino y establecer ya un marco de negociaciones de Estado a Estado”.

En Israel las prioridades han cambiado. “Los árabes están ocupados con sus revueltas, ahora nos toca a los israelíes hacer psicoterapia”, dijo ayer Daniel Ben Simon, diputado laborista y periodista. “Por primera vez a los ciudadanos les interesa la política y salen a la calle”. Ben Simon se refería a los indignados que el pasado verano acamparon en todo el país para protestar, entre otros motivos, contra el elevado alquiler de la vivienda, las diferencias sociales y a favor de los derechos de la mujer. Y no se hablaba de Palestina. Ben Simon confía en que los problemas nacionales aparcarán al primer ministro Netanyahu y se creará “una nueva oportunidad para el proceso de paz”.

En Israel, el conflicto con Palestina ha pasado a un segundo plano

Pero el bloqueo de las negociaciones tiene sus orígenes en ambos bandos. Hisham Abdelrazek, exministro de Asuntos de Prisioneros de la Autoridad Nacional Palestina y líder de Fatah, lamentaba ayer la “profunda división” entre los palestinos, que hay que “superar” porque frena el proceso de paz. “Me sorprende que algunos israelíes piensen que la reconciliación con [el movimiento islamista] Hamás es incompatible con el diálogo”. Abdelrazek se refería al círculo vicioso que paraliza cualquier acuerdo: Israel no quiere negociar con Fatah si se reconcilia con Hamás, a la vez que Hamás no quiere saber nada de negociaciones con Israel.

Hamás, sin embargo, está cambiando su actitud para subirse a la ola de cambio. Ha cambiado sus alianzas con Siria e Irán por Turquía, más moderada. Además, asegura haber abandonado la violencia. Moratinos insistió ayer en la “necesidad” de la reconciliación en los territorios ocupados. Y fue más allá: “Los israelíes tendrán que respetar un interlocutor palestino en el que esté presente Hamás. También tendrá que asumirlo EE UU y la comunidad internacional”. El exministro de Asuntos Exteriores lamentó el estancamiento de las negociaciones, pero señaló que la primavera árabe es una oportunidad: “Los nuevos interlocutores árabes de Israel serán más legítimos, por lo tanto las decisiones también lo serán”.

Hamás ha cambiado sus alianzas con Siria e Irán por Turquía, más moderada

En general, el ambiente del debate era sereno, sin ilusiones. A última hora, sin embargo, y a puerta cerrada, un grupo de representantes políticos fraguó una red para facilitar la comunicación entre árabes e israelíes y una agenda para los próximos meses: Un siguiente encuentro en Marruecos centrado en los intercambios económicos, otro en Francia que reunirá a líderes religiosos y, antes de finales de año, se planea una reunión más política que tendrá lugar mitad en Tel Aviv y mitad en Ramala.

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