El Congreso italiano impide que un diputado afín a Berlusconi vaya a la cárcel
Nicola Cosentino, ex secretario de Estado de Economía, está acusado de ser el 'referente político' de un clan de la Camorra
Nicola Cosentino es un político italiano. Pero no solo. También es un símbolo. Su historia refleja muy bien la manera en que –al menos hasta ahora– la política italiana, La Casta, protege a sus ovejas descarriadas. Cosentino, de 53 años, fue secretario de Estado de Economía en el último gobierno de Silvio Berlusconi. A pesar de que los jueces de Nápoles lo acusaron ya en 2009 de ser el “referente político” del clan de Los Casaleses –el más poderoso de la Camorra– y de que el Tribunal Supremo autorizó su arresto, el anterior primer ministro lo mantuvo en su puesto, desafiando –como solía– a la Justicia. Pero no solo eso. Berlusconi utilizó su mayoría para que la Cámara de Diputados se opusiera a su encarcelamiento. Lo curioso, o no tanto, es que Cosentino dimitió en el verano de 2010, pero no por la investigación de los jueces napolitanos, sino porque se descubrió que había conspirado contra un compañero del berlusconiano Pueblo de la Libertad (PDL) acusándolo de frecuentar a transexuales. La fiscalía de Roma advirtió de que Cosentino llegó a utilizar los servicios de una nueva logia masónica llamada P3 para atacar al gobernador del PDL en Campania, Stefano Caldoro.
La caída, por tanto, de Cosentino en el verano de 2010 no se debió a las graves acusaciones de los jueces de Napoles ni a las de los fiscales de Roma, sino a una guerra entre las distintas facciones del PDL, que todavía en aquel momento –con la ayuda de la Liga Norte– hacía y deshacía a su antojo en la política italiana. El político –nacido en Casal del Príncipe– no tuvo más remedio que dejar su puesto en el Gobierno, pero siguió sentándose en el Congreso y coordinando a los diputados del PDL en la Campania. Ahora, Cosentino vuelve a ser noticia porque la Cámara de Diputados acaba de votar de nuevo si permite o no a la Justicia meter en la cárcel al diputado Cosentino. Y ha vuelto a decir que… no. Por 309 en contra del arresto y 298 a favor. Un estrecho margen que lanza el mensaje de que el Caimán aún da coletazos. Eso sí, después de un gran lío parlamentario que ha hecho recordar los tiempos más oscuros de Berlusconi en el poder. Como no podía ser de otro manera, el anterior primer ministro se ha opuesto y ha tratado de convencer a propios y extraños –bajo cuerda, como solía– para que no enviaran a la cárcel a su colaborador. Para empezar, ha logrado que sus antiguos socios de la Liga Norte –que en principio iban a votar colegiadamente a favor del encarcelamiento– permitieran la libertad de conciencia a sus diputados. Y, además, ha logrado que el voto sea secreto. El resultado: Cosentino seguirá en libertad. Sentándose en la Cámara de Diputados y, como decenas de veces en la sesión de hoy, tratado protocolariamente como “honorable”.
La votación se ha producido solo 48 horas después de que el nuevo primer ministro, Mario Monti, forzara la dimisión fulminante de uno de sus subsecretarios, Carlo Malinconico, investigado por aceptar que unos constructores le pagaran en 2007 y 2008 unas vacaciones en un hotel de La Toscana. Es la cruz y la cara. O mejor, el pasado y el presente de la política italiana. Berlusconi protegió a Cosentino a pesar de que los jueces dijeron que era nada más y nada menos que el “referente político” de Los Casaleses, el clan más poderoso de la Camorra el que amenazó de muerte al periodista Roberto Saviano, autor de Gomorra. Monti prescindió de Malinconico por aceptar un regalo envenenado de 20.000 euros de unos constructores. Dos símbolos. El del presente aún salpicado por los vicios tanto tiempo adquiridos y el de un pasado que se resiste a marcharse.
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