Manning recusa al tribunal que le juzga por la filtración de Wikileaks
Se celebra la primera vista contra el militar acusado de filtrar documentos a Wikileaks El juez de la vista preliminar rechaza apartarse de la causa Destacado en Bagdad hasta su arresto, se encuentra en prisión desde mayo de 2010 Un 'hacker' delató al acusado, con el que había mantenido una conversación por chat
El inicio de la causa militar contra el soldado Bradley Manning se convirtió este viernes en una disputa sobre las intenciones del Gobierno norteamericano respecto al portal de revelación de secretos Wikileaks y su fundador, Julian Assange. Manning compareció a las nueve de la mañana (tres de la tarde en la España peninsular) con semblante serio, luciendo su uniforme de camuflaje del Ejército de Tierra y grandes gafas de vista de color negro. Flanqueado por sus abogados, se limitó a responder a dos preguntas de trámite. Inmediatamente, su propio abogado apartó las circunstancias de su propio caso y se dedicó a criticar duramente al Pentágono, por abrir la vía a un consejo de guerra que calificó de injusto, y al Departamento de Justicia, por querer utilizar a Manning como un accesorio para perseguir a Assange.
En el gesto serio, casi amargo, de Manning no quedaba ya rastro del joven de apariencia cándida de las fotos personales de él que circulan por Internet, tomadas hace más de dos años. Su gesto revelaba tensión, y su voz sonaba como la de un adolescente. La de ayer era la primera ocasión en que abandonaba una prisión desde que llegara esposado a EE UU, el año pasado. Había sido detenido en mayo de 2010 en Irak, después de confesar a un ‘hacker’ que había sustraído cientos de miles de documentos de las redes clasificadas del Pentágono. Esos documentos acabaron en poder de Wikileaks, que facilitó muchos de ellos a diversos medios, entre ellos EL PAÍS.
El abogado civil de Manning, David Coombs, comenzó el juicio tratando de dinamitarlo. Le pidió al magistrado, el teniente coronel Paul Almanza, que se inhibiera, algo que éste rechazó. Almanza es juez militar en reserva y, simultáneamente, fiscal en el Departamento de Justicia. En estos procedimientos debe decidir si hay pruebas suficientes para que se abra formalmente un consejo de guerra. En su alegato inicial, Coombs sugirió que el juicio a Manning es en realidad un preludio a una futura causa contra Assange. Un juzgado de Virginia está investigando por orden de Justicia el caso de las filtraciones de Wikileaks.
“No se puede decir que esa investigación sea justa cuando usted trabaja para el Departamento de Justicia, que ha abierto su propia causa criminal en este caso”, le dijo Coombs al magistrado. “En esas indagaciones se ha citado a numerosos testigos, y el Departamento de Justicia podría ofrecerle a mi cliente que se declare culpable, para llegar a un pacto por el que se le rebaje la condena si testifica contra Assange. Dada esa conexión, usted no puede encargarse de la investigación fiscal en este caso. No es imparcial”.
La pena máxima a la que se enfrenta Manning, según la normativa militar vigente, es la de muerte. El Pentágono, sin embargo, ha dado indicaciones de que se limitaría a pedir la perpetua. Esa es la idea que defendió ayer el abogado Coombs, que trató de caracterizar estos prolegómenos del consejo de guerra como un mero accesorio de una causa de mayor envergadura, emprendida por la Casa Blanca y el Departamento de Justicia contra Wikileaks y Assange, que está tratando de evitar su extradición de Reino Unido a Suecia, donde se le quiere juzgar por abuso sexual.
Aunque la del viernes era una vista preliminar, en la que los abogados de la acusación y la defensa debían convencer al magistrado sobre si es adecuado o no proceder con el consejo de guerra, el abogado civil de Manning la convirtió en una crítica al Gobierno y al Pentágono. Coombs, veterano de guerra, saltándose la rigidez militar del resto de letrados, se paseó por el estrado, cargó contra el magistrado con acusaciones de todo calado y se dirigió a los asistentes (que eran, simplemente, público invitado) con dramatismo y como si fueran miembros de un jurado. “¿A quién se está dirigiendo usted, abogado?”, le acabó preguntando el magistrado Almanza.
La fiscalía aportará al caso 20 testigos. La defensa solicitó 38, pero asegura que sólo se le autorizó a cuatro, y a dos de ellos los aceptó el magistrado a sólo unas horas del arranque formal del procedimiento judicial. Manning había pedido que testificaran en el juicio diversos superiores y compañeros de brigada; psiquiatras que le han tratado en el pasado; personal del centro de detención en el que estuvo aislado en Virginia, y miembros del Gobierno norteamericano, de quienes la defensa no ha revelado nombres.
El magistrado Almanza, sin embargo, rechazó a la gran mayoría y sólo aceptó declaraciones juradas de algunos de ellos. “Parece que se trata de gente demasiado importante para venir a testificar”, le espetó el abogado Coombs. “Si no, no entiendo por qué no permite que llamemos a declarar a tenientes generales, a almirantes y a vicealmirantes. ¿Son gente demasiado importante como para comparecer aquí?”. La defensa de Manning también había pedido que el inicio de este juicio fuera cerrado al público, en un intento de restar protagonismo al soldado en la saga de las filtraciones que sigue investigando el gobierno norteamericano por la vía civil.
Mientras repasaba documentos y tomaba notas junto a sus abogados, Manning aparecía en el juicio como alguien muy distinto al joven débil y torturado que su abogado había retratado en diversas denuncias públicas, durante sus nueve meses de aislamiento en una prisión de la base de Quantico, en Virginia. Entonces Coombs y diversos conocidos de Manning, que le visitaban en prisión, aseguraron que mostraba un comportamiento errático y que parecía sufrir una depresión. El personal responsable de la cárcel le llegó a poner en régimen de prevención de suicidio hace aproximadamente un año, lo que implicaba que debía dormir sin sus gafas y sin su ropa. Este sábado Manning cumple 24 años.
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