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Los ajustes en Italia desatan la primera oleada de huelgas contra Monti

Los sindicatos se quejan de la inflexibilidad del primer ministro para negociar

Manifestantes protestan en contra del plan de austeridad del primer ministro italiano, Mario Monti, en Génova.
Manifestantes protestan en contra del plan de austeridad del primer ministro italiano, Mario Monti, en Génova.LUCA ZENNARO (EFE)

Se rompió la tregua. Las calles de Italia se llenaron de trabajadores y pensionistas que, convocados al unísono por los principales sindicatos, le dijeron fuerte y claro a Mario Monti: “Su ajuste no es igualitario. Sus medidas salvan a los bancos, pero no a los italianos”. El Gobierno tecnócrata, bendecido por los mercados, la Unión Europea (UE) y hasta por el Papa, se topó ayer por primera vez con la dura realidad de la calle. Los ciudadanos, que celebraron hace un mes la caída de Silvio Berlusconi y saludaron la llegada al Gobierno de un hombre serio, empiezan a preocuparse. La gasolina ha subido, las pensiones se han congelado y, por el contrario, los privilegios de Iglesia, televisiones y casta política siguen intactos. La exitosa huelga de tres horas, subrayan los sindicatos, es una seria advertencia al primer ministro: o dialoga o el invierno será calentito.

Pero Monti, a tenor de los dirigentes sindicales que el domingo se reunieron con él, es un hombre tan educado como rígido. “Del Gobierno”, dijo Raffaele Bonani, secretario general de la Confederación Italiana de Sindicatos de Trabajadores (CISL), “solo hemos obtenido palabras de cortesía, pero no está dispuesto a negociar”. Así que huelga y tentetieso. Durante todo el día, a diferentes horas, miles de trabajadores se manifestaron por todo el país bajo una convocatoria inusualmente unitaria. La secretaria general de la Confederación General Italia del Trabajo (CGIL), Susanna Camusso, fue rotunda: “Estamos frente a una situación de extrema gravedad en el plano social. Trabajadores y pensionistas son los que van a tener que pagar más duramente esta crisis. Desde el punto de vista de la equidad, es un grave error. Se golpea siempre a los mismos”.

Y “los mismos” son todos aquellos que tienen una nómina o una pensión en el país de la evasión fiscal. Según los últimos cálculos, la evasión se ha multiplicado por cinco en los últimos 30 años. Ahora, según el presidente del Instituto Nacional de Estadística (Istat), Enrico Giovannini, el dinero que se escamotea a las arcas públicas supone entre el 16,3% y el 17,5% del Producto Interno Bruto. O sea, entre 255.000 y 275.000 millones de euros, que no es moco de pavo. Por cierto, añade Giovannini, que en tiempos de crisis la evasión -de los que tienen capacidad para ello, lógicamente suele aumentar. No así el ánimo de los trabajadores que, en el límite de los 50 años, ven estos días en los periódicos cómo —gracias al ajuste de Monti— el horizonte de su jubilación se aleja y el monto de su pensión se acorta.

Mario Monti, según todos los dirigentes sindicales que en las últimas horas se han reunido con él, es el tipo más educadamente inflexible que han conocido

Pero no solo es eso lo que ven. También se enteran —los periódicos y las emisoras de radio italianas son estos días un hervidero de informes— de cómo el nuevo primer ministro se acordó de recuperar el ICI (el impuesto sobre la primera vivienda) salvo para un grupo de privilegiados entre los que destaca la Iglesia católica, cuyo patrimonio inmobiliario la convierte en el primer casero de la República. O cómo, a pesar de su contrastada ineficacia para sacar al país adelante, los políticos italianos —también conocidos como La Casta— siguen siendo renuentes a recortarse el sueldo. Italia cuenta con 630 diputados y 315 senadores cuyos sueldos mensuales rondan los 16.000 euros brutos y que, sumados a los 180.000 cargos electos en todo el país, venían suponiendo un coste anual de unos 23.000 millones de euros. El ajuste de Monti ha metido la tijera a los entes locales, pero no puede adelgazar ni el Congreso ni el Senado porque, para ello, tendría que reformar la Constitución.

Así que salvo un movimiento inesperado del nuevo Gobierno —el primer ministro sigue repitiendo que su ajuste es indispensable para que Italia no se despeñe y con ella toda Europa—, las próximas horas en Italia estarán presididas por las huelgas y las manifestaciones. Mario Monti, según todos los dirigentes sindicales que en las últimas horas se han reunido con él, es el tipo más educadamente inflexible que han conocido. Pero enfrente, ahora, tiene a la calle. Trabajadores, pensionistas y más de 200.000 mujeres que, en las plazas de todo el país, advirtieron: “El Gobierno ha cambiado. Nuestros problemas, no”.

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