Los 'soldados' de Tahrir
El Cairo alumbra una generación de jóvenes educados en la guerrilla urbana
Hoy viernes puede ser una jornada muy violenta en El Cairo. La plaza de Tahrir está llena y dos manifestaciones antagónicas quieren confluir en ella: una contra la Junta militar que gobierna el país y otra, organizada en los suburbios y con probable apoyo policial, a favor del Ejército. El ambiente es muy tenso, las elecciones siguen convocadas para el lunes y miles de jóvenes se han acostumbrado ya a las batallas campales. El proceso revolucionario y los constantes choques con la policía han creado una generación de jóvenes educados en la guerrilla urbana.
“En enero y febrero hizo falta defender Tahrir y otras plazas del país donde se concentraba la protesta, y surgieron grupos especializados en proteger las manifestaciones. La violencia ha creado soldados”, explica Gasser Abdel Ruzek, uno de los directivos de Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales, un grupo especializado en la promoción de los derechos humanos.
Esta es la gente que durante las últimas jornadas se ha enfrentado a la policía cerca del Ministerio del Interior. Son jóvenes como Alí, aficionado del Al-Ahly Sporting Club, uno de los equipos de fútbol cairotas, y definible como hooligan. O como Kamel, que sigue al Zamalek (aunque luce una zamarra del Milan) y siente simpatía por los Hermanos Musulmanes. Un tercer joven, que prefiere no decir su nombre de pila y se muestra tremendamente excitado, afirma que no abandonará Tahrir “hasta que desaparezca la policía”. Los tres son menores de 20 años y proceden de barrios pobres. Kamel asegura que los policías egipcios son asesinos. Los otros dos asienten. Los tres afirman que no son ellos quienes atacan a las fuerzas antidisturbios, sino al contrario.
La capital egipcia será este viernes escenario de dos protestas antagónicas
Gazel Abdel Ruzek les da la razón: “No es cierto que esos grupos intenten asaltar el Ministerio del Interior, su objetivo es mantener a la policía fuera de la plaza”. Los choques entre antidisturbios y jóvenes se han concentrado en la calle Mohamed Mahmud, donde hoy el Ejército ha instalado una barricada con bloques de cemento y alambre de espinos para separar a ambos bandos. Existen, sin embargo, otros accesos a la sede del Ministerio del Interior, el símbolo más potente de la represión. Las otras calles permanecen relativamente tranquilas y se puede caminar por ellas, hasta topar con barreras de vehículos militares que cierran el paso. Eso parece confirmar que no han existido intentos organizados de atacar el edificio.
“Los soldados de Tahrir son un grupo muy unido desde enero y febrero, pero entre ellos no hay conexiones políticas: simplemente desempeñan la misma función y han desarrollado una camaradería muy intensa en situaciones muy, muy difíciles. En el grupo hay hooligans futbolísticos, islamistas, chavales muy pobres y desarraigados, pero también hay algún joven de clase media-alta con estudios y con empleo”, explica Ruzek. “Están habituados a las balas de goma, los gases lacrimógenos y las palizas, no tienen miedo”, añade.
Ali, Kamel y el tercer joven viven en barrios distintos y dicen no frecuentarse. Kamel y el que no revela su nombre se conocen desde diciembre pasado, cuando participaron en manifestaciones en barrios periféricos que la prensa internacional no llegó a detectar. Ali tuvo el primer contacto con ellos a principios de enero, en la barricada junto al Museo Egipcio. Suelen comunicarse por sms. ¿Tienen mandos los soldados? Los tres se muestran evasivos. “No hay jefes”, asegura finalmente Kamel. “Algunos críos piensan que los jefes somos nosotros”, precisa Alí. Entre la “fuerza de choque” de los manifestantes hay adolescentes, casi niños.
En los momentos de tregua juegan, se montan unos a hombros de los otros, se persiguen y corean consignas. ¿Qué quieren? “Que se vaya [el mariscal Mohamed] Tantaui”. “No, que lo ahorquen”. “No, matarlo yo mismo”.
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