Oligarcas rusos a la greña en Londres
Berezovsky reclama 3.700 a Abramovich ante un tribunal de la capital británica
El Tribunal Comercial de Londres ha inaugurado hoy su moderna nueva sede con un cartel excepcional: la pugna judicial entre dos gallos de muy altos vuelos, los oligarcas rusos Boris Berezovsky (65 años) y Roman Abramovich (44). Los dos viven en Londres –en realidad, Berezovsky tiene la finca principal en Surrey y Abramovich pasa más tiempo en Rusia que en Inglaterra– y se supone que en tiempos ya bastante lejanos fueron amigos. O al menos, socios.
Ahora, Berezovsky reclama más de 3.200 millones de libras (más de 3.700 millones de euros) con el argumento de que Abramovich le obligó a venderle a bajo precio su participación en la petrolera rusa Sibneft bajo la amenaza de echarle encima al entonces (y probablemente dentro de poco de nuevo) presidente ruso Vladimir Putin, con el que Roman tenía y tiene muy buenas migas y Boris se había enemistado.
En contra de Berezovsky juega el hecho de que la legislación británica es muy exigente a la hora de considerar probado que ha existido un chantaje como el denunciado y que la operación se cerró cuando él había abandonado Rusia en el año 2000 porque ya había caído en desgracia con el régimen. A favor juega el hecho de que Abramovich le pagó a Berezovsky 1.600 millones de dólares (1.200 millones de euros) cuando éste estaba ya exiliado en Londres. Mientras el segundo sostiene que ese dinero era a cambio de sus acciones en Sibneft, el primero afirma que era sólo un dinero que le donó en agradecimiento por lo mucho que le ayudó a cimentar su imperio económico. No mucho tiempo después, en 2005, Abramovich vendió Sibneft a Gazprom por 8.500 millones de libras (casi 10.000 millones de euros).
Los dos oligarcas han asistido hoy a la apertura del caso, que se puede prolongar durante tres meses. Berezovsky, que en tiempos fue uno de los oligarcas más ricos de Rusia y quizás el más influyente cuando Boris Yeltsin era presidente, está representado por el abogado Laurence Rabinowitz, de la firma Addleshaw Goddard. Abramovich está representado por Jonathan Sumption.
La pelea entre los dos oligarcas es un ejemplo del mundo que surgió de la privatización de la economía soviética: el fabuloso enriquecimiento de unos pocos, siempre a la sombra del poder político. Berezovsky, a la sombra de Yeltsin. Abramovich, primero a la sombra de Yeltsin a través del dinero que le pagaba a Berezovsky para que “protegiera” sus negocios desde que le conoció en 1994,cuando sólo tenía 28 años, y luego a la sombra de Putin.
Berezovsky, que además de sus negocios en gas, petróleo y aluminio tenía un poderoso imperio mediático, empezó a caer en desgracia ante Putin cuando sus medios se mostraron muy críticos con el Gobierno ruso tras la explosión que provocó la catástrofe del submarino nuclear Kursk, en la que murieron sus 118 tripulantes.
Berezovsky acabó huyendo en 2000 a España, Francia y finalmente a Reino Unido, donde ha recibido asilo político. Su conflicto con su antiguo amigo, o al menos asociado, ocupó ya a la prensa en 2007 al saberse que para iniciar el proceso judicial, Berezovski se presentó en una boutique de Chelsea a sabiendas de que estaba Abramovich y le entregó en mano la citación.
El abogado Rabinowitz ha subrayado hoy en su intervención que los dos oligarcas trabajaron juntos para adquirir Sibneft y se hicieron amigos. Pero que Abramovich “traicionó” esa amistad cuandoBerezovsky cayó en desgracia con las autoridades rusas “y se vio obligado a empezar una nueva vida en el extranjero”. “Sostenemos que en ese momento el señor Abramovich demostró hasta qué punto es un hombre al que el dinero y la influencia le importan más que la amistad y la lealtad y que eso le ha llevado, finalmente, a ir tan lejos como hasta llegar a negar que él y el señor Berezovsky llegaran a ser amigos”, añadió.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.