EE UU acusa abiertamente a Pakistán de colaborar con los talibanes
Aunque el ejército norteamericano mató a bin Laden en Pakistán y los talibanes atraviesan la frontera entre Afganistán y ese país libremente, hasta la fecha el Pentágono no había acusado a Islamabad de una forma tan abierta y directa
Por primera vez, Estados Unidos ha relacionado a los servicios de inteligencia paquistaníes con la insurgencia talibán, responsable de numerosos ataques contra civiles en Kabul en los pasados meses y de la muerte a 1.600 soldados norteamericanos desde que comenzara la guerra, hace 10 años. En una comparecencia ante el Senado, el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto y por lo tanto soldado de mayor rango en las fuerzas armadas norteamericanas, ha hablado abiertamente de esa conexión, acusando a los llamados Servicios de Inter-Inteligencia [ISI] de asistir a los terroristas que la semana pasada atacaron la embajada norteamericana y el cuartel general de la OTAN en la capital de Afganistán.
"Es un hecho que la Quetta Shura [una organización de los mandos talibanes] y la red Haqqani operan desde Pakistán con impunidad", ha dicho Mullen bajo juramento ante el Comité de Servicios Armados del Senado. "Organizaciones extremistas, que funcionan como satélites del Gobierno de Pakistán, atacan a soldados y civiles afganos, además de a soldados de EE UU. Por ejemplo, creemos que la red Haqqani, que recibe la protección y el apoyo del Gobierno de Pakistán, y que es un brazo estratégico del ISI, es responsable del ataque del 13 de septiembre contra la embajada de EE UU en Kabul".
Aunque el ejército norteamericano mató al terrorista Osama bin Laden en Pakistán, y aunque los talibanes atraviesan la frontera entre Afganistán y ese país libremente, hasta la fecha, la cúpula del Pentágono no había acusado al Gobierno de Islamabad y a su agencia de espionaje de una forma tan abierta y directa. "Las acciones del Gobierno de Pakistán", añadió Mullen, "representan un problema creciente que mina los intereses de EE UU y que posiblemente viola las normas internacionales, abriendo la posibilidad de sanciones".
Uno de los mayores riesgos de seguridad para las 101.000 tropas norteamericanas en Afganistán es la red Haqqani, un clan terrorista asociado a los talibanes que opera desde Pakistán. Sus medios son más radicales, y sus ataques más indiscriminados, que los de los insurgentes afincados en las provincias del sur y el este de Afganistán. La red la fundó Jalaluddin Haqqani, un muyahidín afgano que ganó prominencia en la resistencia antisoviética de los años 80 y que tras 2001 se alió con Al Qaeda. Hoy la lidera, desde Pakistán, su hijo, Sirajuddin.
Aparte del ataque a la embajada de EE UU, el pasado 10 de septiembre el clan Haqqani detonó un coche bomba en una base norteamericana en la provincia de Wardak, un ataque en el que hirió a más de 70 soldados.
Mullen responsabilizó también a esa red del ataque contra el hotel Intercontinental de Kabul, que, en junio, provocó la muerte de 11 civiles.
El martes, el jefe del ISI, el teniente general Ahmad Shuja Pasha estuvo de visita aquí en Washington, donde se reunió con el nuevo jefe de la CIA, el general David Petraeus, y con diversos mandos militares y miembros del gobierno de Barack Obama. Estos le exigieron que tome medidas urgentes contra la red Haqqani, bajo la amenaza de autorizar operaciones militares en la provincia de Waziristán del Norte, en el oeste de Pakistán.
"La nación de Pakistán no admitirá nunca que las tropas entren en nuestro suelo", respondió este jueves, en una entrevista con Reuters, el primer ministro paquistaní, Rehman Malik. "Nuestro país está dispuesto a cooperar con EE UU. Pero EE UU debe respetar nuestra soberanía".
Las operaciones más destacadas en contra de insurgentes en la guerra afgana han tenido lugar en Pakistán. Solo en casos muy especiales, como la captura y muerte de Osama bin Laden en Abottabad, llegan las tropas norteamericanas a poner el pie en suelo paquistaní.
Normalmente, la CIA o el Pentágono atacan objetivos insurgentes con misiles no tripulados controlados de forma remota. Así cayó, en agosto, el que era el nuevo número dos de Al Qaeda, el libio Atiyah Abd Al Rahman.
Ataques terroristas como el del pasado martes, que acabó con la vida del expresidente afgano y líder de las negociaciones de paz con los talibanes, Burhanuddin Rabbani, son una muestra de la heterogeneidad de una insurgencia que no tiene un liderazgo fuerte y unido.
Normalmente, tras un ataque de ese tipo, los talibanes emiten abundantes comunicados, frecuentemente exagerando los efectos de sus atentados. En esta ocasión han mantenido un silencio poco frecuente.
"Por lo general, creemos que este cambio de tácticas es el resultado de una pérdida de iniciativa que nos beneficia", ha dicho también en el Senado el secretario de Defensa, Leon Panetta. "Es, además, una muestra de la debilidad de los insurgentes".
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