El desmoronamiento del régimen libio aísla al Gobierno de Argel
Argelia es el único país del Magreb reacio a reconocer al Consejo rebelde
Uno tras otro los vecinos norteafricanos de Libia han ido reconociendo estos últimos días al Consejo Nacional de Transición (CNT), que tras seis meses de guerra civil ha derrocado al régimen de Gadafi. Solo hay una excepción: Argelia. La bandera del CNT ondea desde el lunes en la Embajada de Libia en Argel, pero el Gobierno argelino sigue sin reconocerle.
El tratamiento informativo de la caída de Gadafi en la televisión pública argelina, la única que existe, ilustra la incomodidad del régimen. La noticia de la conquista, ayer, de la mayoría de Trípoli por milicianos del CNT solo apareció en el minuto 20 del telediario vespertino, el de mayor audiencia. En la prensa escrita privada fue primera plana.
De todos los países del área, Argelia ha sido el único que prefería a Gadafi en el poder en Trípoli antes que a los rebeles. "Apoyó con discreción al coronel Gadafi, pese a que no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir", ha recordado el profesor Rachid Tlemsani, de la Universidad de Argel, en una declaración a la web Tout sur l'Algérie.
El que más aborrecía a Gadafi en la zona era el Gobierno de transición de Túnez, un país que el líder libio se prometió desestabilizar tras el derrocamiento, en enero, del presidente Ben Ali. La rebelión de Bengasi se lo le impidió. Aun así, el primer ministro, Beji Caid Essebsi, mantuvo una cautelosa neutralidad hasta el domingo, cuando dio el paso del reconocimiento. Túnez acoge a más de 100.000 refugiados libios. Egipto siguió el ejemplo y, ayer, Marruecos se sumó a la ola de reconocimientos. Hoy, su ministro de Asuntos Exteriores, Taieb Fassi-Fihri, ha viajado incluso a Bengasi con un mensaje del rey Mohamed VI para el CNT.
A lo largo de todos estos meses los ministros argelinos han justificado la actitud de Argel y su oposición a la intervención de la OTAN, describiendo a Gadafi como un dique contra el terrorismo, evocando el riesgo de convertir a Libia en un segundo Afganistán. También han desmentido con contundencia los rumores sobre su ayuda a Gadafi permitiendo el tránsito de las armas o el envío de mercenarios saharauis para luchar junto al dictador. Ninguna prueba avala esta acusación.
Aun así, la Embajada argelina en Trípoli fue atacada ayer por, probablemente, elementos afines al CNT. En la prensa de Argel abundan los testimonios de ciudadanos argelinos residentes en Libia amenazados de muerte estos últimos días. "Tras la caída del régimen de Gadafi, Argelia va a enfrentarse a serias dificultades de vecindad y de inserción regional", vaticina el politólogo argelino Mohamed Chafik Mesbah, autor del ensayo Argelia problemática. Argel mantiene pésimas relaciones con Rabat a causa del contencioso del Sáhara Occidental. Su frontera común está cerrada desde 1994.
Argelia es además la única de las repúblicas norteafricanas en las que perdura el antiguo sistema político, aunque el presidente Abdelaziz Buteflika prepara medidas aperturistas. "La caída del clan de Trípoli coloca a las autoridades argelinas en el ojo del huracán", ha señalado en su editorial Omar Belhouchet, director del diario El Watan de Argel.
"Carentes de legitimidad, aisladas internacionalmente, nuestras autoridades han jugado con fuego al proponer leyes (sobre partidos, información, etcétera) que no corresponden en nada a las exigencias de apertura y a las expectativas de la sociedad", proseguía. "La rentrée social y política corre el riesgo de ser muy agitada".
Lo sucedido en países de su entorno debe suponer una señal para Argel, según el politólogo Mesbah: "Ningún régimen despótico sobrevive eternamente. Existe una dinámica política y social empujada por la historia que el poder argelino debería tener en cuenta".
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