_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Música para la esperanza de Haití

No resulta extraño que en algunos países latinoamericanos elijan a músicos para ocupar altas responsabilidades públicas. La popularidad de estos artistas, la amplia influencia de la música en la cultura y en la vida cotidiana y el compromiso de muchos intelectuales con sus pueblos explicarían las razones de este fenómeno que ha tenido sus ejemplos, entre otros, en Gilberto Gil, en Brasil; o en Rubén Blades, en Panamá.

El caso más reciente es el de Michel Martelly, que tomó posesión como presidente de Haití el pasado mes de mayo, entre el fervor de sus partidarios que lo han aupado a la más alta magistratura del país caribeño después de un largo y agitado proceso electoral que ha durado más de medio año. La llegada a la presidencia de un músico popular y carismático como Martelly puede significar para Haití, sin duda alguna, la apertura de una etapa de consolidación democrática, reformas profundas en la sociedad haitiana y una mayor colaboración con la comunidad internacional.

Es importante subrayar que se trata de la primera ocasión en la convulsa historia del país en que se ha producido un traspaso pacífico y democrático entre dos presidentes: el saliente Rene Préval y el entrante Michel Martelly. Este traspaso simboliza, pues, la normalidad democrática tras una segunda vuelta electoral limpia, transparente y no cuestionada, en la que Martelly obtuvo alrededor del 60% del apoyo popular. Esa imagen revela de algún modo los avances en el proceso de reconstrucción del país, que no debe limitarse solo a una inmensa tarea física, sino también a la creación de nuevas estructuras sociales y políticas en Haití.

El empeño no resultará fácil para el nuevo presidente en este país caribeño, azotado desde hace décadas por conflictos armados, golpes de Estado, catástrofes naturales y gobiernos corruptos. Por supuesto que el devastador terremoto del 12 de enero de 2010, que se cobró cerca de 300.000 víctimas y destruyó buena parte del país, representó un antes y un después en la historia de Haití. Ahora bien, los problemas de fondo del país más pobre de América se remontan a mucho tiempo atrás.

No obstante, Martelly cuenta a su favor con el apoyo de los sectores más dinámicos y abiertos de la sociedad haitiana y con un margen de confianza de la comunidad internacional y de los principales países donantes que han impulsado unas elecciones libres y democráticas. Así pues, frente a la clase política tradicional haitiana, Martelly puede representar una nueva forma de gobernar, un estilo distinto. El flamante presidente, con el que tuve ocasión de entrevistarme en nombre del Gobierno en la víspera de su toma de posesión, es consciente de que el futuro de Haití está en manos de los haitianos.

En este sentido, uno de sus objetivos prioritarios pasa por vincular a la numerosa diáspora haitiana al proceso de refundación del país porque conviene recordar que el 80% de los titulados universitarios de Haití reside en el extranjero, sobre todo, en Estados Unidos, Canadá y Europa. Está claro que, en esas condiciones, el futuro de cualquier país está hipotecado. De la misma manera, las nuevas autoridades haitianas son muy conscientes de que el esfuerzo de la reconstrucción está condenado al fracaso si no cuenta con el respaldo de la comunidad internacional.

El terrible seísmo de Haití generó en España el mayor movimiento de solidaridad con un país extranjero registrado hasta la fecha. Desde el Gobierno y las instituciones públicas hasta miles de ciudadanos anónimos, pasando por las ONG y otras organizaciones de la sociedad civil, todos se volcaron para aliviar los efectos de una de las mayores tragedias contemporáneas. Por ello, España comprometió 345 millones de euros para la emergencia y la reconstrucción en el periodo 2010-2013 en una Conferencia de Donantes, celebrada en Nueva York en marzo del pasado año. Nuestro país ha desembolsado hasta ahora 196 millones de euros tanto a través de cooperación bilateral como multilateral, así como a través de financiación de proyectos de ONG.

España ha centrado su cooperación al desarrollo en sectores como agua y saneamiento, educación y sanidad y en regiones como Puerto Príncipe y el sureste del país. Por descontado que comprendo la perplejidad y hasta la indignación de muchos ciudadanos españoles que pueden criticar la lentitud en la reconstrucción de Haití. Sin embargo, debo aclarar que las tareas de la cooperación internacional y de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) se miden más por décadas que por meses o por años. En cualquier caso, los ciudadanos españoles deben saber que toda la ayuda destinada a Haití o a todo país en vías de desarrollo está sometida a exhaustivos controles, tanto nacionales como internacionales de tal forma que pocos presupuestos están sujetos a una vigilancia mayor que los destinados a la cooperación internacional.

Así pues, los responsables de la cooperación internacional hemos de aprender a ser maratonianos y mirar al largo plazo en lugar de agotarnos en un esprint de cortas miras. Por todo ello, cuando el horror de un terremoto como el de Haití desaparece de la agenda de los medios de comunicación hay que mantener el desafío de no olvidarse de ese devastado país que merece una oportunidad de futuro. Todavía más si un músico popular ha llegado al poder con ritmos de esperanza y democracia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_