El best seller que anticipaba Fukushima
La Nube, una novela sobre las consecuencias de un ficticio accidente nuclear en la central Grafenrheinfeld, sacude la conciencia de un adolescente
Cualquier alemán de entre 20 y 40 años sabe que la huida en bicicleta de la joven Janna y su hermano Uli acaba bastante mal. En su intento de dejar atrás la nube radioactiva, el niño muere atropellado. La muchacha, ya sin pelo por la radiación, huérfana y agotada por las desgracias de una huída interminable, acaba identificándose con los hibakusha de Hiroshima y Nagasaki. Leída a la edad justa, esta novela sobre las consecuencias de un ficticio accidente nuclear en la central Grafenrheinfeld sacude la conciencia de un adolescente. En 1987, meses después del desastre de Chernóbil, La Nube fue el best seller juvenil del año. Se convirtió en lectura obligatoria en muchas escuelas. El pánico nuclear como asignatura. Hoy, cuando los acontecimientos que la novela sitúa en una Alemania ficticia de fin de siglo parecían estar a punto de repetirse en el muy real Japón de 2011, La Nube ha vuelto a ser un éxito .
Su autora es la octogenaria Gudrun Pausewang. Vive cerca de Fulda, no muy lejos de la central de Grafenrheinfeld que origina el desastre de La Nube. Para gran disgusto de la escritora, la nuclear seguirá en funcionamiento gracias al aplazamiento del "apagón atómico", decidido por Merkel en 2010. Enntonces, Merkel cambió la ley de 2002 que preveía la desconexión nuclear de Alemania en 2021.
No sabe Pausewang cuántos ejemplares de su libro se han vendido, pero "diría que superan el millón holgadamente, en 13 lenguas distintas". También en japonés. A sus 83 años no parece demasiado impresionada por el aumento de la atención mediática en estos días. Dice que se alegra de que hablen del libro, pero le gustaría "que se debiera a algún hecho positivo". Pero a fin de cuentas, reconoce que es una novela "de advertencia". Si se hubiera tenido en cuenta hace 25 años, no habría construido centrales nucleares en una zona sísmica "ni en ningún otro lugar del mundo". En el prólogo a algunas ediciones, Pausewang compara los riesgos de la energía atómica con el nacionalsocialismo.
Como la Janna de la novela, Pausewang era una adolescente cuando la catástrofe llegó a su pueblo natal en los Sudetes (hoy Chequia). Su padre murió en el frente de la II Guerra Mundial. Perdida la guerra, su madre decidió abandonar "la casa y todo lo que tenía" para irse al territorio de la futura República Federal. La joven contaba 17 años en el año cero de la nueva Alemania.
Dice Pausewang que el gran éxito de su libro se debe a que "toma muy en serio a los lectores, por jóvenes que sean". Es una ficción "que se inspira en hechos muy concretos que pueden suceder, como bien demuestra Fukushima". En su amable conversación desde su casa en Hesse, la que fuera profesora en varios Colegios Alemanes sudamericanos explicaba ayer algunas diferencias de mentalidad que percibió durante las varias semanas que ha residido en Japón. Un tiempo "sin duda insuficientes para hacerme una idea cabal", explica: "ni se me ocurre escribir sobre ellos".
La escritora no tiene reparo, por el contrario, en criticar a la canciller Angela Merkel y su política pronuclear. Tampoco le parece suficiente la nueva moratoria de Merkel, que "no es más que una manera de ganar tiempo" antes de las elecciones de Baden-Württemberg. Para ella, "hay que apagar inmediatamente todas las centrales, aunque sea al precio de racionar la energía por algunos años". Pero tampoco se engaña sobre el culpable último de la política de Merkel y el FDP: "son los ciudadanos, que los han votado". Merkel nunca ocultó su disposición a ampliar el uso de la energía nuclear.
Pasados los años, cualquiera deja de emocionarse con un libro juvenil leído al final de la infancia. La madurez y la evolución del gusto revelarán las limitaciones obvias de una narración cocinada expresamente para el paladar joven. Quedarán retazos de la historia de Janna-Berta y de su desgracia como imágenes sueltas. También el recuerdo un poco extrañado -y un punto risueño- de aquella impresión preadolescente que lo llevó a afiliarse a Greenpeace por un par de años. Pero esta semana, ante las imágenes aterradoras de los reactores atómicos de Fukushima saltando por los aires, aquél lector no podrá evitar un sentimiento de dejà vu ni maldecir, aunque sea un momento, a los que no tuvieron en cuenta la novelita premonitoria que leyó de niño.
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