La policía sofoca con violencia las revueltas en Bielorrusia y detiene a cinco candidatos
Miles de personas se lanzan a la calle para denunciar las elecciones, que el actual presidente habría ganado con más del 74% de los votos
Las calles de Minsk se convirtieron ayer en un campo de batalla. La policía cargó contra los miles de ciudadanos que salieron a las calles a denunciar los resultados de las elecciones presidenciales celebradas este domingo en Bielorrusia, que según los datos oficiales hechos públicos durante la madrugada ha ganado el actual presidente, Alexandr Lukashenko con el 79, 67% de los votos. Tras los disturbios, la oposición ha denunciado hoy la detención de cinco de los nueve candidatos que concurrían junto a Lukashenko. Los arrestos no han sido confirmados por el Ministerio de Interior, que sí ha anunciado condenas de hasta 15 años de prisión para los acusados de organizar la protesta.
Los manifestantes intentaron tomar por asalto la sede del Gobierno en el centro de la ciudad y fueron repelidos desde dentro por tropas de intervención especial (OMON). Los más exaltados llegaron a destrozar las puertas centrales e hicieron añicos los cristales de las ventanas del Parlamento.
El asalto fue atajado por las fuerzas de intervención especial que, parapetadas tras sus escudos en el interior del edificio, resistieron primero la embestida y luego la repelieron con ayuda de refuerzos. Decenas de miles de personas marcharon por la avenida de la Independencia, la calle principal de la ciudad, y se concentraron alrededor de la estatua de Lenin haciendo ondear las banderas rojiblancas bielorrusas (que Lukashenko sustituyó en su día por la bandera de la Bielorrusia soviética).
Una columna de varias decenas de policías rodeó la plaza de la Independencia y, con brutales bastonazos, disolvieron a quienes pedían unas nuevas elecciones limpias y sin la participación del actual presidente, en el poder desde 1994.
En contra de los pronósticos y pese al frío y la mala organización de sus líderes, los manifestantes, de diversas edades y condiciones sociales, eran muchos más que los que salieron a la calle en marzo de 2006 por los mismos motivos. El resultado fueron numerosos golpes y detenciones, entre ellas las de cuatro candidatos. Uno de ellos era Andréi Sánnikov y su esposa Elena Jalif.
Ya unas horas antes, policías y agentes de seguridad de paisano habían arremetido contra el poeta Vladímir Nikláyev, uno de los nueve rivales del presidente Alexandr Lukashenko. Lo golpearon hasta dejarlo sangrando e inconsciente, según han informado miembros del equipo de Nikláyev.
El ataque se produjo cuando el poeta se dirigía a la plaza de Octubre de Minsk al frente de una columna de manifestantes para protestar contra el fraude electoral y pedir unos nuevos comicios en los que no participe Lukashenko. "Lo golpearon hasta hacerle perder el sentido. Hemos tenido que refugiarnos de nuevo en nuestro local y hemos llamado a la ambulancia", dijo la secretaria de Prensa, Yulia Rimashevskaya, por teléfono. La agresión fue confirmada por jóvenes que aseguraron haber sido también golpeados, obligados a tenderse en el suelo sobre la nieve y despojados de las banderas y estandartes con los que iban a manifestarse. Un segundo candidato, Vitali Romashevski, resultó herido en un enfrentamiento con la policía producido cerca de la sede del Gobierno, hacia donde marcharon centenares de manifestantes. Por su parte, el socialdemócrata Serguéi Statkevich, otro de los candidatos, afirmó haber sido golpeado por la policía que, según él, usó bastones de goma y bombas ensordecedoras.
Control electoral
Por la mañana, al votar, Lukashenko dijo con aplomo que "nadie" acudiría a la plaza por la noche. El presidente opinó también que entre sus competidores "hay alguna, no mucha, gente normal" y se manifestó "dispuesto a colaborar con cualquiera que quiera vivir en su país y garantizar su seguridad", pero "no con bandidos y saboteadores".
Según los datos oficiales difundidos por la comisión electoral central en los comicios participó el 90,4% del electorado. Las encuestas a pie de urna autorizadas por el régimen daban a Lukashenko entre el 74,2% y el 81,4% de los votos. En segundo lugar se sitúaban a Nikláyev y Sannikov con cerca del 6% cada uno.
Aunque el régimen ha guardado algo más las apariencias que en comicios anteriores, estas elecciones se han caracterizado también por el férreo control sobre todo el mecanismo electoral, desde la composición de los colegios al aparato de propaganda. Desde el sábado, la policía ha estado practicando detenciones de activos miembros de la oposición en Minsk y otros puntos del Estado.
Lukashenko, de 57 años, que en época soviética fue el jefe de una explotación agrícola colectiva, llegó al poder de forma democrática en 1994, pero posteriormente creó un sistema autoritario a su medida, tras suprimir o neutralizar todos los focos institucionales de oposición. En los 16 años que lleva en la presidencia, la retórica del líder ha ido evolucionando y los temas sociales y soviéticos que predominaban al principio han sido sustituidos por una fraseología nacionalista en oposición a Moscú.
El líder bielorruso aspiró incluso a la presidencia de una unidad supranacional formada por Bielorrusia y Rusia, pero con la llegada de Vladímir Putin al poder en 2000, tuvo que renunciar a su ambición. Reelegido en 2001 y 2006, Lukashenko amplió el plazo del mandato presidencial de cuatro a cinco años y eliminó el límite vigente de dos mandatos como máximo, lo que le permitirá ahora presentar su candidatura cuantas veces quiera.
Los observadores de la OSCE han constatado una y otra vez que las elecciones no responden a los criterios democráticos y el trato algo mejor dispensado esta vez a la oposición durante la campaña electoral no cambia sustancialmente las cosas. Necesitado de inversiones y préstamos debido a la reducción de los subsidios rusos, Lukashenko ha intentado mejorar su imagen y ha jugado entre Moscú y Occidente, mostrándose más permisivo que en el pasado frente a las actividades que no amenazan sustancialmente su dominio. La oposición, por su parte, ha sido incapaz de ponerse de acuerdo en torno a uno o dos candidatos y, al margen de la valentía personal de algunos, la falta de estrategia común parece poco efectiva para derrotar al que ha sido denominado el último dictador de Europa.
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