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La dimisión de la 'número dos' del Gobierno brasileño abre una crisis en plena campaña electoral

La candidata del gobernante Partido de los Trabajadores, Dilma Roussef, respaldó públicamente a su sucesora en el Ejecutivo, quien ahora ha abandonado el cargo por un escándalo de tráfico de influencias

La lluvia de acusaciones de tráfico de influencias que ha salpicado en los últimos días a la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) en las elecciones presidenciales, Dilma Rousseff, ha precipitado la salida fulminante de la hasta hoy ministra de la Casa Civil (una especie de número dos del Ejecutivo) y ex colaboradora íntima de Rousseff, Erenice Guerra. Ha sido el propio presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, el que ha tomado la tajante decisión tras publicarse hoy en el rotativo Folha de São Paulo una nueva entrega del entramado de contactos turbios y actividades de lobby que dos hijos de Guerra, Saulo e Israel, mantenían en las altas esferas del Gobierno para cobrar cuantiosas comisiones de empresas.

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Lula, que hasta hoy había cerrado filas en torno a su ministra de la Casa Civil, ha decidido actuar drásticamente en un caso que amenaza con impactar de manera nefasta en la brillante campaña electoral de Rousseff, a quien los sondeos otorgan una victoria en la primera vuelta del próximo 3 de octubre. Según Folha de São Paulo, el ministro de Comunicación, Franklin Martins, fue el primero en anunciarle esta mañana a Guerra que la situación se había vuelto insostenible y que la única salida era su dimisión. Posteriormente, el presidente ha mantenido una reunión con la hasta ahora titular de la Casa Civil en la que se han fijado los términos de su salida. Poco después, la ministra presentaba su dimisión.

Las consecuencias de la noticia son imprevisibles, aunque ya se da por descontado que Rousseff tendrá que nadar contra corriente en la recta final de la campaña. El caso de tráfico de influencias toca el corazón del Gobierno de Lula y el círculo más cercano de la candidata del PT, que en los últimos días había dado la cara por Guerra y había acusado a la oposición de jugar sucio en la carrera electoral aireando acusaciones contra su entorno sin fundamento alguno. La salida de Guerra viene a confirmar que en el Gobierno se prefiere atajar este cáncer a tiempo, antes de que se siga extendiendo y afectando a más personas. Rousseff manifestó el pasado domingo que no se le puede responsabilizar de lo que haya hecho el hijo de una ex colaboradora suya.

El origen de este nuevo escándalo está en la la revista Veja, siempre crítica con el Gobierno Lula, que publica en su número de esta semana cómo la sustituta de Rousseff al frente del Ministerio de la Casa Civil podría estar implicada en una presunta trama de tráfico de influencias y pago de comisiones. Según Veja, Guerra ocupaba el cargo de asesora y mano derecha de Rousseff, entonces Ministra de la Casa Civil, cuando la empresa de su hijo, Capital Assessoria e Consultoria, se estaba embolsando cuantiosas comisiones por activar sus contactos en las altas esferas del Gobierno con el fin de facilitar contratos públicos. Hoy, a través de Folha de São Paulo, se ha sabido que su otro hijo, Saulo Guerra, también cobraba comisiones a empresas para obtener créditos blandos del BNDES (el banco oficial de Fomento de Brasil).

No es el único escándalo que ha salpicado a Rousseff en las últimas semanas. La Policía Federal también investiga quién está detrás de la violación del secreto fiscal de la hija del candidato socialdemócrata, José Serra, y del vicepresidente del PSDB, Eduardo Jorge. Según Serra, el PT, con la cobertura del aparato público, habría accedido a los expedientes fiscales de estas personas en la búsqueda de información turbia que sería filtrada a la prensa durante la campaña electoral. Por ahora lo único que se ha podido esclarecer es la identidad de los responsables directos de las actividades de espionaje, y se sabe que algunos fueron militantes de base del PT.

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