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Ciudadanos al límite

La penuria de Yemen se agrava por la escasez de butano y los cortes eléctricos

El cálido sol de invierno que ilumina Saná durante el día deja paso a la oscuridad total cuando cae la noche. Sólo edificios oficiales, grandes hoteles, restaurantes y las viviendas de los adinerados pueden permitirse un generador, y los cortes de electricidad son cada vez más frecuentes y más largos. Desde hace dos semanas, la penuria se agrava con la escasez de butano, con el que se cocina en la mayoría de los hogares yemeníes. Y esta semana el Gobierno ha aumentado un 14% el precio de los carburantes.

"Estamos al límite", confía Jaled al Osta, un técnico industrial en paro y con cuatro hijos. "Vivimos al día. Todo nuestro esfuerzo se va en buscar cómo vamos a dar de comer a nuestras familias hoy. No pensamos en el futuro porque tampoco tenemos expectativas", resume sin terminar de resignarse. Él, como otros profesionales culpa al Gobierno de la situación en la que se encuentra su país. "Hemos tenido tiempos mejores, pero ahora el nepotismo y la corrupción impiden que avancemos".

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El extendido descontento parece haber influido en la decisión de limitar la subida de los carburantes, cuyo subsidio se lleva una buena parte del presupuesto nacional. La gasolina ha pasado de 60 a 65 riales (0,22 euros), el gasóleo de 35 a 39 y el queroseno de 35 a 40, aún muy por debajo de su precio real. En 2005, el Gobierno tuvo que dar marcha atrás al alza después de que las revueltas dejaran 22 muertos y 300 heridos. Ahora, se teme que este pequeño aumento sea sólo el principio.

"Es lo que nos han exigido en la Conferencia de Londres", explica Al Osta, que como muchos yemeníes, lo ve como una imposición internacional. El Fondo Monetario Internacional señaló que el recorte en los subsidios y el establecimiento de un impuesto general de ventas eran prioritarios si Yemen quiere reducir su déficit fiscal, cercano al 9% del producto interior bruto en 2009. Sin embargo, el bisemanal Yemen Observer daba a entender el pasado martes que los gastos en la guerra del norte también habían influido.

"Son sólo 5 riales, la mayoría lo ha aceptado sin protestar", asegura Abdalá Muyamel, encargado de la gasolinera en la calle Al Rakaz, al oeste de Saná. No obstante, reconoce que muchos echan ahora menos gasolina porque piden gastan lo mismo que hace una semana. Es el caso de Yehia, un taxista, que inicialmente dice que la diferencia de llenar el depósito son sólo 100 riales, pero luego admite que va a tener que repercutirlo en sus clientes.

Tal es el temor de Al Osta. "Los agricultores, que son los más afectados, van a cargar la diferencia sobre los productos y en unos pocos días vamos a ver como suben los precios de frutas y verduras, y luego todo lo demás", apunta.

"Claro que afecta. No a mí, pero a la gente con pocos recursos", declara Mustafa al Rashid, un funcionario cuyo vehículo es uno de los pocos privados en la gasolinera de la calle Al Ribat. Allí, como en la anterior, la queja de los encargados es la falta de bombonas de gas.

"Desde hace dos semanas no han pasado los distribuidores", afirma Muyamel, que dice desconocer la causa. En la estación de Al Ribat, Esam, uno de los empleados, no tiene pelos en la lengua. "Es por las tribus de Maareb. Cada vez que tienen un problema con el Gobierno, cortan el suministro", declara. Al Osta confirma que pocos días antes las fuerzas de seguridad bombardearon un supuesto escondite de Al Qaeda en esa provincia, situada a apenas dos horas de coche de Saná.

Mientras el Gobierno del presidente Ali Abdalá Saleh no logre poner su casa en orden, los habitantes de Saná, al igual que el resto de los yemeníes, seguirán a oscuras y sin gas para cocinar.

Un par de niños esperan el reparto de comida en la ciudad de Adén.
Un par de niños esperan el reparto de comida en la ciudad de Adén.REUTERS

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