El vicio nacional
El 'qat', una hierba estimulante y narcótica, cuyo cultivo da trabajo a dos millones de personas, es el centro de la vida social yemení
Si hay algo que distinga a los yemeníes del resto de los mortales es su afición a mascar qat, una hierba estimulante y ligeramente narcótica que constituye el centro de su vida social. Mascan qat los mayores y los jóvenes, los hombres y las mujeres, los pobres y los ricos. Cada uno, eso sí, dentro de su círculo de amistades y siempre segregados por sexos. Aunque aseguran que no crea adicción, lo cierto es que muchos hombres tienen deformado el carrillo tras años de incrementar el número de hojas que rumian al mismo tiempo.
Aunque hay quien consume qat a diario, el ritual alcanza un mayor nivel de participación durante el fin de semana y los días festivos. A partir de las once de la mañana cuando el producto llega a los mercados, ya hay quien se acerca a elegir las hojas, más exquisitas y más caras cuanto más frescas y más pequeñas. Pero hay que esperar hasta después del almuerzo para empezar la sesión.
Para el extranjero resulta difícil comprender qué le encuentran a esa hierba amarga y que reseca la boca. Tal vez por la falta de práctica, enseguida duelen las mandíbulas. Además, el temor a sus efectos hace que una no logre relajarse como los yemeníes, que se abandonan a una charla plácida que puede durar hasta bien entrada la noche. Aunque sin duda incita a la inactividad, también es cierto que muchos negocios y acuerdos se cierran durante las sesiones de qat.
"Es nuestra cerveza", me asegura Naser en referencia a la prohibición que sobre las bebidas alcohólicas impone esta sociedad musulmana. Los ulemas tampoco se ponen de acuerdo sobre si se trata de un producto halal (permitido) o haram (prohibido). El imam Sharaf Edwin emitió una fetua prohibiéndolo en el siglo XVI. Enseguida, poetas, sufíes, juristas e incluso otros dignatarios religiosos se le echaron encima y tuvo que anularla. La controversia no ha cesado desde entonces.
Cuestiones morales aparte, el qat ha desplazado al café (de aquí salió en su día la apreciada variedad moca) y a otros cultivos, convirtiendo a Yemen en un importador neto de alimentos. Además, requiere enormes cantidades de agua en un país cuyos acuíferos están secándose. Sin embargo, su explotación también da trabajo a dos millones de personas y mantiene a muchas más en un estado de tranquilidad inducida que sin duda contribuye a la paz social.
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