Miles de iraníes apoyan al régimen y piden castigo para los líderes opositores
Gritan consignas contra el reformista Mir-Hosein Musaví.- El ayatolá Ali Jameneí responsabiliza a los opositores de los disturbios
Decenas de miles de iraníes han acudido este martes a la plaza de Enghelab, en el centro de Teherán, en respuesta a un llamamiento del Gobierno y para pedir que se castigue a quienes protestaron el pasado domingo. La demostración de fuerza puso de relieve la fractura de la sociedad iraní, pero también la limitada capacidad de convocatoria del régimen. A pesar de la enorme campaña de propaganda y de las facilidades de transporte, la multitud quedó a mucha distancia de la que participó en la marcha de la oposición el 15 de junio, antes de que las autoridades prohibieran sus manifestaciones.
"Muerte a quien se opone al líder", atronaban los altavoces de varias camionetas. "Muerte a quien se opone al líder", coreaban los diferentes grupos que disciplinadamente se iban uniendo a la marcha. El lema daba el tono del encuentro, un ejercicio de apoyo al sistema, representado en la figura del líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí. En su primera reacción a las protestas del domingo, el líder responsabilizó a los opositores de los disturbios. Éstos cuestionan su autoridad desde que en las elecciones del pasado junio se alineara de forma inquebrantable con Mahmud Ahmadineyad.
En contraposición, los manifestantes gritaban "Jameneí, somos tus soldados y escuchamos tus órdenes". Algunos incluso se cubrían con ponchos de tela blanca, como si fueran mortajas, para simbolizar su disposición al martirio. "Es un honor ser un basiyí", se leía en la pancarta que levantaba un joven. Los opositores acusan a esos paramilitares de la represión.
"Son también parte de esta sociedad, debemos aceptarlo y tratar de convencerles", explicaba un joven profesional que simpatiza con la oposición, pero tiene miedo de participar en la protestas.
Pero junto al núcleo duro de afectos régimen, había también muchos funcionarios desplazados en bloque desde sus oficinas, estudiantes sin clases y simpatizantes llegados en autobuses desde las ciudades dormitorio de los alrededores de la capital. El Ministerio de Educación suspendió los exámenes previstos para en todas las escuelas para que "los alumnos participen junto con sus maestros en la manifestación", según anunció Ali Soleimaní, responsable de relaciones públicas. Las escuelas teológicas cerraron en repulsa por "la blasfemia de Ashura". Y el metro no cobraba el billete.
"Desde el domingo, la televisión ha lanzado una campaña de propaganda para convencernos de que los disturbios del domingo fueron una blasfemia contra el día de Ashura", explica un profesor universitario en referencia a la festividad religiosa que conmemora la muerte de Husein, el nieto de Mahoma. "Están jugando con los sentimientos religiosos, sobre todo de la gente más sencilla, en los pueblos que no tiene forma de saber lo que realmente pasó ese día". Las autoridades han reconocido 8 muertos en las protestas, pero un informe policial del que se hacen eco las webs reformistas eleva esa cifra a 37.
En relación al despliegue oficial, el resultado fue modesto. En el trayecto entre la plaza de Ferdowsi y la avenida de Vali Asr, una de las tres rutas de la convocatoria, los manifestantes apenas si ocupan la calzada y numerosos teheraníes caminan indiferentes por las aceras. Al llegar al puente de College, donde se produjeron tres de las muertes, la comitiva se para ante la fachada calcinada del Banco Saderat. "Ésta es la prueba del crimen de Musaví", bramaba el altavoz. "A los sediciosos de Ashura hay que ejecutarlos", respondían los asistentes. Siguieron consignas de muerte contra los dirigentes opositores Mir-Hosein Musaví, Mehdi Karrubí y Mohamed Jatamí.
Más preocupante resultaba que algunos de los manifestantes estuvieran armados con palos, como si temieran un ataque. La convocatoria estuvo rodeada de rumores sobre el riesgo de que los reformistas les plantaran cara, algo que se probó falso. No obstante, en los foros de Internet, empiezan a aparecer comentarios de simpatizantes de la oposición que sugieren la necesidad de acudir con algún arma a las protestas para no estar desprotegidos ante los ataques. La televisión estatal se hizo eco de manifestaciones similares en otras ciudades iraníes y elevó a varios millones el número de participantes.
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