_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuerpo frío bajo la nieve

El presidente Barack Obama, poniéndose a la cabeza de Occidente, ha dado otro gran paso adelante, esta vez, quizá, hacia la nada. En un discurso impecable, desde el punto de vista emocional y técnico, en la Academia de West Point, anunció lo esperado. El hecho de que 30.00 soldados norteamericanos más vayan a desplegarse en el sur y el este del país, de aquí a seis meses hasta mayo, y ahora que la guerra se detiene coincidiendo con la llegada de las nieves, añade expectación al asunto.

El presidente reiteró el objetivo de destruir cualquier vestigio de Al-Qaeda en la frontera entre Afganistán y Pakistán. Obama explicó a los hogares norteamericanos, al militar, y a su propio partido demócrata, por qué se necesita paciencia, y por qué trae a cuenta pagar la factura de la guerra en un momento de crisis económica interna. No faltó la invocación al credo americano de libertades y derechos, y al ejemplo de los presidentes Eisenhower y Franklin Delano Roosevelt en situaciones difíciles.

Más información
Obama se da un plazo de 18 meses para tener éxito en Afganistán

Atrapado en la tela de araña más pegajosa imaginable, por un momento pareció que el presidente se podía instalar en un punto medio del tamaño de un átomo: el espacio entre retirarse y ampliar la presencia militar; entre ignorar al Gobierno corrupto de Hamid Karzai, y concentrar toda la ayuda en los gobiernos locales: la solución para no eternizarse en la tumba de los imperios. Pero lejos, en las montañas afganas, comienza a nevar y ese punto no se ve.

Obama miró a los ojos al pueblo afgano para reiterar el compromiso norteamericano con la estabilización, el progreso y la futura autonomía del país. Pero sobre todo, miró a los ojos de los talibanes, para ofrecerles un sitio en el Gobierno afgano si abandonan la violencia y respetan los derechos humanos. Sin embargo, además de no explicar cómo va alcanzar sus objetivos, Obama dejó fuera de su arenga al menos dos elementos políticos muy importantes.

Primero, había que decir algo más a la castigada población afgana sobre el compromiso para su desarrollo económico. Un mensaje directo para los agricultores de las adormideras con las que se produce el opio, y a todos aquellos que no ven mejorar su situación. Puede tener sentido renunciar a la democracia en una sociedad petrificada; pero no a un plan masivo de reconstrucción económica, y de progresiva reorientación de los cultivos. Una cesión de plenos poderes a la nación afgana en 2013, incluso tras una victoria sobre los terroristas, no serviría de mucho: el país volvería a caer en el ciclo del narcotráfico y la violencia. Y vuelta a empezar.

Segundo, ante una audiencia global, Obama debió dirigirse directamente a los países europeos de la OTAN, de cuya acción y liderazgo depende en buena medida el futuro de la guerra. Los aliados europeos no se quejarán esta vez de que no han sido consultados; pero este discurso, de momento, no les va a ayudar mucho para convencerse a sí mismo y a sus renuentes ciudadanos de que el esfuerzo merece la pena. Para el Gobierno español, al igual que en Alemania o Francia, el coste político a causa de un posible goteo de bajas puede no haber hecho más que empezar.

Así las cosas, el país centroasiático se va convirtiendo en el Vietnam de la no-comunidad internacional. ¿Qué hacer? Dos cosas están claras. Primero, hay que pactar con el diablo, y pactar a tiempo. Segundo, sin las potencias circundantes -y eso incluye desde Irán y Pakistán, hasta Rusia y China- no hay solución posible.

Si hay suerte, hasta las elecciones presidenciales en EE UU de 2012, tendremos un protectorado con pequeñas bolsas de seguridad dispersas por el territorio. Y eso, si la pesadilla no se cumple y un Pakistán nuclear no colapsa en manos de islamistas radicales. Se anuncia una conferencia internacional en Londres para el 28 de enero próximo. De momento, Afganistán es hoy un cuerpo frío bajo la nieve. Cuando la primavera traiga el deshielo, sabremos más.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_