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Desconcierto fronterizo en Cúcuta

El paso que separa Colombia y Venezuela vuelve a abrirse con restricciones después de ser cerrado el lunes tras el asesinato de dos guardias venezolanos

Caótica y preocupante. Así es la situación en la frontera entre Colombia y Venezuela. Aunque en la noche del martes se abrió el paso en dos de los tres puentes cerrados desde el lunes después de que unos sicarios asesinaran a dos guardias venezolanos, ayer se mantenían las restricciones impuestas por el Ejecutivo que lidera Hugo Chávez: sólo pueden cruzar la frontera aquellos vehículos conducidos por personas con la identificación del vecino país. A pie, en cambio, pueden hacerlo todos.

Hasta la mañana de ayer, muchos de los que trabajan en poblaciones fronterizas se arriesgaron a cruzar el río Táchira, utilizar caminos abiertos entre la maleza, y frágiles escaleras de madera, amarradas una tras otra para llegar a su destino. Por estos puentes se mueve el 80% del comercio binacional, que el año pasado sumó cerca de 5.000 millones de euros.

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Los pasos fronterizos entre Colombia y Venezuela, de nuevo cerrados

El Gobierno que preside Álvaro Uribe calificó ayer de "grave" la situación de los pasos fronterizos con Venezuela. Y pidió al Ejecutivo de Chávez que aclare de una vez qué y quiénes están detrás del asesinato de nueve colombianos ocurrido hace dos semanas en el corredor fronterizo.

Este hecho unido al crimen de los dos guardias venezolanos, tiene, de nuevo, enredadas las relaciones entre ambos países. Venezuela enmarca los dos sucesos en una historia de paramilitares e infiltración de espías. En definitiva, un plan para acabar con el proyecto bolivariano chavista, según justifican desde Caracas.

"Frente al asesinato de cualquier ciudadano, la acción del Estado debe ser igual de contundente", asegura el comunicado colombiano. Y concluye que "la justicia debe operar plenamente sin que haya espacios para el prejuzgamiento político". El texto también ofrece cooperación en la investigación para aclarar los crímenes y condenar a los culpables.

En Colombia se teme que Hugo Chávez cumpla su palabra. "Si la situación se complica, vamos a estudiar decretar emergencia y, bueno, cerrar eso...", afirmó. Se calcula que unos 30.000 colombianos trabajan en poblaciones venezolanas en la zona del Estado de Táchira. La franja que separa el departamento colombiano del Norte de Santander con Táchira, que solía ser la más activa en los más de 2.200 kilómetros de frontera común entre Colombia y Venezuela, luce ahora desierta, según informan medios locales.

"Los intereses políticos no pueden estar por encima de las buenas costumbres, los principios de familiaridad construidos durante siglos entre los pueblos de frontera", aseguró a EL PAÍS Pedro Saraya, presidente de la Cámara de Comercio de Cúcuta -la ciudad colombiana más importante en la línea fronteriza-. Representantes del sector público y privado de la región, acompañados de políticos de oposición del país vecino, exigirán al presidente Álvaro Uribe que se respeten estos lazos, este sistema de vida construido durante siglos. "Los defenderemos", dice rotundo Sayago.

El varias veces candidato presidencial y hoy gobernador de Santander Horacio Serpa se ofreció a mediar. Invitó a Uribe y Chávez a su provincia para que, sin protocolo ni barreras, lleguen a un consenso. "Hoy en día los crímenes son los que están marcando la pauta de las relaciones entre Colombia y Venezuela", dijo al retratar esta situación, a la que califica de "amarga".

Las relaciones entre los dos países ha estado en un continuo sube y baja. Este último episodio de tensión lo originó el acuerdo de cooperación militar entre Caracas y Washington que permite a los segundos utilizar siete bases militares colombianas. Para Chávez es una clara agresión y no duda de que Colombia será punta de lanza para atacarlo. Cuando se destapó el pacto con EE UU las relaciones entre Caracas y Colombia se quedaron en el congelador.

La revista Semana revela en su última edición un documento preocupante del departamento de Defensa estadounidense. En él se manifiesta el interés de la Casa Blanca en una de las siete bases, la de Palanquero, para ayudar a mantener la "seguridad y estabilidad" frente a países anti Estados Unidos en la región.

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