Encaje de apoyos en Argentina

El peronismo gobernante en Argentina espera que el Senado apruebe hoy sin dificultad el proyecto de ley de adelantamiento de las elecciones legislativas de octubre a junio. La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, anunció el adelanto de los comicios hace dos semanas con el argumento de acotar la batalla electoral en plena crisis económica global.

Después de que la semana pasada la Cámara de Diputados apoyara el proyecto, el grupo peronista del Senado se reunió ayer para impedir que siguiera la fuga de sus miembros, pero además logró el inesperado respaldo de dos aliados de la opositora Elisa Carrió a la iniciativa del Gobierno.

Después de la crisis agraria del año pasado, el kirchnerismo (peronistas y radicales aliados) pasó de controlar dos tercios del Senado a juntar lo mínimo para mantener la mitad más uno de los escaños. Para sancionar la ley de elecciones anticipadas se necesitan 37 votos de un total de 72.

"Llegamos al número 37 con los integrantes del grupo peronista] y también con alguna adhesión de otro partido que tiene la misma visión que nosotros", dijo ayer el senador peronista Roberto Fabián Ríos.

Las expectativas dentro del Partido Justicialista (PJ, peronista), que dirige el ex presidente argentino Néstor Kirchner (2003-2007), consisten en alcanzar los 40 votos, pero pueden terminar siendo más después de que ayer dos aliados de Carrió anunciaran su apoyo al proyecto y su renuncia a Afirmación para una República Igualitaria (ARI), el partido que ella había fundado tras dejar el radicalismo.

Se trata de dos senadores de ARI por la provincia más sureña de Argentina, Tierra del Fuego, que está gobernada por este partido opositor y afronta serias dificultades financieras que la hacen dependiente de la asistencia del Gobierno de Buenos Aires.

Uno de los dos legisladores, José Martínez, opinó que el adelantamiento de los comicios al 28 de junio es "lo lógico y lo razonable, no solamente para el Gobierno nacional sino también para el provincial". La mayoría de la oposición, en cambio, sostiene que el adelantamiento de las elecciones responde únicamente a la estrategia política de los Kirchner, que buscarían evitar que una campaña electoral extensa continúe desgastando su imagen en la opinión pública.

No es la primera escisión que sufre Carrió. Antes de las elecciones presidenciales de 2007, en las que quedó segunda, ella misma había renunciado a ARI, pero había integrado ese partido dentro de su nuevo sello político, la Coalición Cívica, en la que se integraron referentes de centro. Tras los comicios, el ala izquierda de ARI dejó el partido en rechazo a la Coalición Cívica. La gobernadora de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos, optó por mantenerse en ARI, pero fuera de la Coalición, y al mismo tiempo labró lazos amables con Fernández para sostener en pie las finanzas provinciales.

Ahora dos de sus senadores dejan ARI, pero seguirán respaldándola y niegan que vayan a sumarse al kirchnerismo, como ya sucedió con otros aristas durante el Gobierno de Kirchner. Es habitual en la política argentina, en la que el transfuguismo está a la orden del día. Oficialistas se vuelven opositores y viceversa. Algunos necesitan los recursos del Gobierno, otros consideran oportuno sumarse a una oposición que gana popularidad.

Los senadores radicales, los peronistas disidentes -incluido el ex presidente Carlos Menem (1989-1999)- y los de la Coalición Cívica se reunieron también ayer para contar sus votos. Decían que sumaban 31, pero esperaban seducir a algunos kirchneristas disgustados por el devenir del Gobierno de Fernández y la conducción partidaria de Kirchner, cada vez más intolerante con las disidencias.

En simultáneo con la sesión del Senado, los agricultores de la rica región pampeana se manifestarán hoy en el pueblo de Armstrong, en la provincia de Santa Fe, para reclamar una bajada de los impuestos a la exportación de soja. La semana próxima esperan que la oposición insista en debatir esa iniciativa en la Cámara de Diputados. Ayer se cumplió el quinto día de huelga agraria, una medida de fuerza que ha acelerado la devaluación del peso ante la desconfianza de los inversores por el clima económico argentino.