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Héroes en la escuela brasileña

Un acuerdo entre el Gobierno y una fundación privada promueve el acceso a la educación de niños y jóvenes en zonas rurales de difícil acceso

Profesores con alma de héroes y alumnos entusiastas afrontan cada día las adversidades de la selva y la extensa geografía brasileña para gozar de un derecho fundamental: la educación para todos. Son los niños de los trabajadores del caucho, descendientes de familias del noreste del país que emigraron a principios del siglo XX al Estado de Acre en busca de un futuro mejor.

Una alianza entre el Gobierno brasileño y la Fundación Roberto Marinho ha permitido responder a la demanda de educación en zonas rurales como las que existen en Acre. En este Estado brasileño del interior, cuya población es una de las más dispersas del país, los adolescentes pueden ahora aspirar a ir a la universidad, algo impensable no hace mucho.

Lo que más sorprende al visitar escuelas del municipio de Xapurí, a más de dos horas de automóvil de Río Branco, la capital de Acre, son las ganas de aprender y la ilusión de los alumnos, que atraviesan a pie terrenos casi impracticables por el fango que se forma después de las torrenciales lluvias amazónicas.

Entregados

Vilma Guimarães, responsable de educación de la Fundación Roberto Marinho, asegura que tanto los niños como los profesores son "héroes", porque dejan a sus familias para "educar a los hijos del país".

En la escuela de Tupá, Antonia Beleza de Lima imparte clases a más de una hora de viaje en todoterreno de su casa y de su hijo de tan sólo dos meses, que durante la semana se queda con su padre. Una de sus alumnas es Marcia, una joven de 19 años que sueña con ser psicóloga. Marcia debe caminar "poco", una media hora, para llegar a la escuela. Eso sí, este paseo lo hace con su hijo de dos años en brazos, quien también asiste a las clases.

Todavía más inmersa en la selva, a unas dos horas y media en todoterreno, seguidas de una caminata de una hora, se encuentra la escuela de la plantación de caucho São Pedro, donde Lissandro Augusto da clase. A pesar de las dificultades que enfrenta y de tener que vivir en la parte trasera de la edificación de madera y paja que es la escuela, Lissandro, que tiene a su familia en la ciudad, destaca la puntualidad e interés de los alumnos, que, dice, le hacen superarse cada día y pensar que lo que hace merece la pena.

Un sistema, denominado Telecurso, permite que un sólo profesor pueda impartir todas las materias en una escuela, mediante clases grabadas por especialistas y emitidas por televisión.

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