Un país de desplazados
Más de 250.000 kenianos se han visto obligados a abandonar sus casas para sobrevivir a la violencia étnica
Huir para evitar la muerte. Con ese fin, más de 250.000 personas, según la ONU, se han visto obligadas a abandonar sus hogares ante el violento ambiente que sacude a Kenia, uno de los países que hasta la fecha de las elecciones era de los más prósperos y estables del continente africano. El número de desplazados puede ascender si la situación, dominada por la lucha étnica entre lúos y kikuyus, se mantiene en varias de las ciudades del país. Los enfrentamientos callejeros entre bandas, provistas de machetes, estacas, arcos y flechas, se suceden cada día en barriadas y centros urbanos sin más salida que la muerte o la huída.
Las agencias de la ONU y organizaciones humanitarias han alertado sobre el trágico momento en el que se encuentra sumida Kenia, que recoge desde hace semanas un paisaje aún más desdibujado por los campos abarrotados de personas sin hogar en las afueras de ciudades como Eldoret, Kericho, Nairobi o Kisumu. Los movimientos de ciudadanos no cesan.
En la capital, unos 12.000 kenianos están viviendo en iglesias, estaciones de policía y otros edificios públicos tras ser expulsados de sus casas. En otros de los principales focos de la violencia, Kericho, en el convulso Valle del Rift, no dejan de salir convoyes de desplazados rumbo a lugares con peores condiciones sanitarias y alimenticias pero más seguridad. En Eldoret, una ciudad de tránsito en la provincia Occidental, las personas se amontonan tanto dentro como fuera del casco urbano. Médicos sin Fronteras y otras organizaciones atienden a más de 30.000 personas por distintos asentamientos como Nakuru, Molo, Moi's Bridge y Turbo donde parecen haberse concentrado los desplazados más pobres.
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