"La medicina es compartir dolores y esperanzas con los pacientes"
El alcalde de Río de Janeiro, César Maia, una de las figuras relevantes del panorama político brasileño, ha optado por un oncólogo de renombre internacional para el cuidado de la salud de los 10 millones de personas que viven en la ciudad carioca. Jacob Kligerman, de 65 años, famoso cirujano oncólogo que dirigió durante años el Instituto Nacional del Cáncer (Inca) y lo convirtió en una institución de fama mundial, será el nuevo secretario (concejal) de Sanidad de la ciudad de Río de Janeiro.
La pregunta que se hace la opinión pública es por qué este médico, con su famosa clínica privada, conocido por sus campañas a favor de la prevención del cáncer, ha querido aceptar la secretaría de Sanidad, uno de los mayores quebraderos de cabeza de la alcaldía.
"La historia de mi vida me impone, aún hoy, compromisos públicos asumidos desde la juventud", explica a EL PAÍS Kligerman, hijo de emigrantes pobres judíos llegados de Polonia huyendo del antisemitismo. A los 13 años ya leía a Marx y, como estudiante de Medicina, militó en las juventudes comunistas contra la dictadura militar. Cita la "pasión por la virtud pública" del filósofo italiano Norberto Bobbio y piensa que, por una "característica genética, necesito pensar y actuar en lo colectivo y no sólo en proyectos personales". Miembro de 12 asociaciones internacionales en la lucha contra el cáncer, a pesar de sus raíces de izquierda, fue destituido como director del Inca cuando el Partido de los Trabajadores (PT) llegó al poder en 2002 y nombró a un miembro de sus filas en la dirección. A partir de entonces, el famoso instituto médico entró en declive hasta el punto de faltar medicamentos para los enfermos. Hoy, Kligerman se ha llevado a la secretaría de Sanidad a una buena parte de su antiguo equipo, formado "exclusivamente por méritos profesionales", puntualiza el oncólogo.
Kligerman asevera que Río, en lo relativo a la sanidad, es muy especial porque convergen en la ciudad grandes disparidades en cuestión de asistencia sanitaria: zonas de alta concentración de servicios y grandes "desiertos sanitarios". Fiel a su ética, ni siquiera sus amigos más íntimos fueron nunca capaces de pedirle un favor que supusiera un privilegio o que significase pasar por encima de alguien que lo necesitara igual o más que él. El espíritu de su trabajo en la secretaría —se lo ha dejado claro al alcalde César Maia— va a estar fundado en tres pilares: calidad de servicio, dignidad humana y ética profesional. Si no consigue ponerlos en práctica, asegura que dejará el cargo.
Suele decirse que en Brasil existe una sanidad privada puntera, a veces superior al primer mundo, y una sanidad pública con carencias y desorganizada, destinada sobre todo a los pobres y a los habitantes de las favelas. Sin embargo, Kligerman niega ese tópico: "No es cierto: existen en la sanidad pública islas de gran excelencia, de primer mundo, y en la privada, experiencias de tercer mundo".
Según el nuevo secretario de Sanidad, la ciudad de Río mantiene hoy 176 unidades, la mayor red de atención pública de Brasil. "Lo que hace falta es poner esos centros en manos de profesionales con verdadera vocación pública", explica el oncólogo.
Kligerman fue director del Inca bajo el mandato del ex ministro socialdemócrata José Serra, que fue considerado por Naciones Unidas como el mejor ministro de Sanidad del mundo por su política de medicamentos gratuitos para los enfermos de sida, su lucha para introducir los génericos y la prevención del cáncer, sobre todo de mama y próstata, así como las campañas para el uso del preservativo, que acabó siendo elogiada como una de las mejores del mundo.
En cuanto a la prevención y cura del sida, Kligerman afirma que hoy existen en Brasil 52 unidades atendiendo gratuitamente a pacientes portadores de VIH: en total, 22.000 pacientes reciben medicamentos retrovirales.
Su mayor preocupación con el actual Gobierno, presidido por Luiz Inácio Lula da Silva, es que, según él, "gran parte del presupuesto del Ministerio de Sanidad de 2005 fue dirigido a otros programas sociales".
Humanizar la enfermedad
Uno de los motivos por los cuales es tan querido este oncólogo por sus pacientes y sus familias es por su política de "humanización de la enfermedad y del enfermo". Desde que, aún niño, vio morir de cáncer a su madre, Kligerman lucha para que los profesionales de la medicina sean menos fríos y menos jurídicos, y demuestren mayor "compasión", en el sentido latino de la palabra, el de "compartir dolores y esperanzas con los pacientes".
Sobre si es posible creer en Dios luchando cada día contra una enfermedad como el cáncer, sobre todo entre los niños, el nuevo secretario de Sanidad de Río responde: "Como judío, creo en Dios. Pero no se manifiesta sólo en los momentos de oración en la sinagoga. Se manifesta también cuando le ofrezco mi hombro al paciente a quien tengo que anunciarle algo desagradable. Mi religión se manifiesta sobre todo en la compasión, expresión fundamental de la medicina".
Kligerman es un amante de la vida, lector apasionado y amante de la buena mesa, y se realiza, como él mismo dice, con su familia, su esposa Petra, sus hijos Claudio y Betina y sus cinco nietos que, asegura, "me han hecho sentir aún más joven, si cabe".
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