_
_
_
_
Reportaje:

La otra Bolivia prospera

La provincia de Santa Cruz no renuncia a sus aspiraciones autonomistas

Saltaron a la palestra a finales de 2004. Bolivia hervía en inestabilidad. Las movilizaciones sindicales y campesinas, que habían depuesto un año antes al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, le hacían la vida imposible a su sucesor, Carlos Mesa, que acabaría arrojando la toalla en junio de 2005. El altiplano andino paralizaba al país con sus bloqueos, con exigencias como la nacionalización de los hidrocarburos. Y entonces el departamento oriental de Santa Cruz, el más rico de los nueve que conforman Bolivia, se puso en pie, exigiendo autonomía. Las críticas no se hicieron esperar: la oligarquía criolla, racista e insolidaria pretendía dar la espalda a un país indio y pobre.

El vuelo entre La Paz, la capital administrativa de Bolivia, y Santa Cruz apenas dura una hora, pero las distancias geográficas, económicas y culturales son abismales. El relieve atormentado de los Andes da paso a enormes llanuras fértiles, alfombradas de cultivos. El calor tropical sustituye al frío. La piel clara, a la piel oscura. De las calles empinadas de La Paz, disputadas por funcionarios, vendedores ambulantes y mendigos, inundadas por el olor a fritangas y a orina, se pasa a una ciudad horizontal, organizada en anillos concéntricos, con calles arboladas con flamboyanes y magnolios. El acento aymara se transforma en acento criollo.

Visiones contrapuestas

"La Paz sólo le gusta a los paceños", se ríe Héctor, el taxista. "Esto es otro país". Es el país camba, como se denominan con orgullo los cruceños, frente a los collas del altiplano. Expresiones como: "Pareces camba, de puro tonto" o "Sos más feo que un colla", aderezan las conversaciones en uno y otro lado. "En este conflicto se contraponen dos grandes visiones: el Oriente del país, que mira a la modernidad occidental, y el Occidente, empeñado en ajustar cuentas sociales", señala el analista Fernando Molina. "La llamada media luna oriental, formada por los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, es el sector más conservador, más blanco y más capitalista. El choque regional puede dar lugar a presiones separatistas".

Ha pasado un año desde aquella huelga general que paralizó Santa Cruz para pedir su autonomía. Uno de los logros está a punto de materializarse: el próximo domingo, junto al presidente y al Congreso, los nueve departamentos de Bolivia elegirán, por primera vez, a su prefecto (gobernador), que hasta ahora era nombrado por el Gobierno central. Y en julio de 2006 se celebrará el referéndum autonómico, cuyo resultado debería asumir la Asamblea Constituyente que se prepara para entonces.

"Nos estigmatizan, pero nuestra lucha ha tenido siempre alcance nacional: hoy todo el país elige a sus alcaldes, goza de las regalías petroleras y ahora va a escoger a sus prefectos. Pero estas reivindicaciones nos han costado sangre", dice Rubén Costas, ingeniero agrónomo y candidato a prefecto de Santa Cruz con el respaldo de todos los partidos políticos, a excepción del Movimiento al Socialismo, del aymara Evo Morales.

El memorial de agravios hacia La Paz es extenso. Los cruceños tienen grabada la represión padecida en 1958, cuando exigieron que se cumpliera una ley que estipulaba el reparto de las regalías de los hidrocarburos entre los nueve departamentos. Fue la lucha del 11%. "El Gobierno mandó tomar Santa Cruz. Cometieron asesinatos y violaciones. Yo con ocho años le llevaba comida a mi padre, que tuvo que esconderse", cuenta Germán Antelo, neurocirujano y presidente del Comité Pro Santa Cruz, que agrupa desde hace 50 años a las fuerzas vivas cruceñas y que es el corazón de las reivindicaciones autonomistas.

"Fuimos siempre los grandes olvidados", añade el empresario Ismael Serrate. "Aquí la primera loseta de las calles se puso en los sesenta. Hace 40 años la luz se apagaba a las once de la noche y los teléfonos eran de manivela".

La construcción de las carreteras a Cochabamba y La Paz en los años sesenta aceleró el despegue económico del departamento. La ciudad de Santa Cruz pasó de 40.000 almas a casi 1.300.000 millones.

"El desarrollo cruceño se ha debido a su propia gente y a los inmigrantes del altiplano. El 90% de los empleos son de la empresa privada. La nuestra es una cultura productiva. Aquí no existe la lógica rentista y clientelista, de vivir del Estado, como en La Paz", afirma Serrate.

Con una vasta industria agroexportadora (soja, maíz, algodón, azúcar), los servicios y los hidrocarburos, Santa Cruz genera el 31% del producto interior bruto (PIB) nacional y el 62% de las divisas, y recibe casi el 48% de la inversión extranjera.

"Aportamos al Estado 617 millones de dólares al año en concepto de impuestos, y sólo recibimos el 26,6% de lo que recauda. Es decir, desde hace tiempo Santa Cruz sostiene en gran medida la administración pública boliviana", dice el abogado Juan Carlos Urenda. "No se trata de romper con el Estado. Lo que pretendemos es buscar la eficiencia administrativa y profundizar en la democracia".

La eventual victoria de Evo Morales, con su discurso antiliberal y sus críticas a los separatismos, ha puesto en guardia a los cruceños. De momento nadie quiere adelantar vísperas. "Si Morales respeta el Estado de derecho y las leyes, todo irá bien", asegura Rubén Costas, el futuro prefecto.

Germán Antelo es más taxativo: "Seguiremos luchando por nuestras aspiraciones. Y no permitiremos que nadie desmantele lo conseguido".

El líder indígena y candidato a la presidencia boliviana, Evo Morales, el martes en un acto electoral en La Paz.
El líder indígena y candidato a la presidencia boliviana, Evo Morales, el martes en un acto electoral en La Paz.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_