No hay precedente de la decisión de no presentar presupuestos
Ha habido casos de prórroga anual de las cuentas públicas, pero no de no presentarlas y directamente prorrogarlas


George Washington se pasó media vida preocupado porque creía que todo lo que hacía sentaba precedente y eso le ponía muy nervioso. Él era el primer presidente de Estados Unidos y caminaba por un terreno desconocido. “Casi no hay aspecto de mi conducta que no pueda en el futuro sentar precedente”, escribió. Los sistemas políticos se rigen por la lógica institucional y por la lógica política, la primera basada en normas, y, la segunda, en usos. El desajuste que se produce a veces entre los dos preocupaba a Washington, porque era consciente de que en esos casos se movía en medio de la excepcionalidad, algo que le permitía salir del embrollo, pero que le ponía nervioso.
Los precedentes, no solo en Derecho, sino en política son cosa seria, porque abren puertas que están cerradas y las abren de par en par. Sentado el precedente, es muy probable que las futuras nuevas mayorías se aprovechen de ese vano y se escurran por él tantas veces como les convenga. Así que Washington era un político muy sensato.
Es de esperar que el Gobierno de Pedro Sánchez se lo piense muy bien antes de decidir no presentar ante el Congreso de los Diputados, aunque sea con mucho retraso, un proyecto de presupuestos para 2025, tal y como establece el artículo 134 de la Constitución. Es verdad que existen precedentes de prórroga anual de presupuestos, algo que ocurrió en varias ocasiones durante los gobiernos de Mariano Rajoy, por ejemplo, pero una cosa es prorrogar las cuentas del año anterior porque las nuevas no han sido aprobadas y, otra, no presentarlas y directamente prorrogarlas. Eso consistiría, no ya el aprovechamiento de un precedente, sino una violación directa de la norma constitucional. Un precedente nuevo y muy peligroso.
En realidad, recurrir a un precedente sería presentar los presupuestos, no conseguir que los apruebe el Congreso y aun así, no presentar la dimisión. De eso sí que el PP ha dejado establecidos varios precedentes que la nueva mayoría socialista puede presentar y utilizar. Es cierto que el rechazo de proyecto de ley de presupuestos supondría un descalabro político importante para Sánchez, pero no que estuviera obligado directamente a presentar la dimisión. Los usos democráticos aconsejaban esa dimisión, pero esos usos fueron cambiados en su día en virtud de la excepcionalidad alegada por el PP.
El precedente tiene mucha fuerza, aunque no es siempre decisivo. El Tribunal Supremo estadounidense, por ejemplo, ha cambiado en ocasiones el sentido de sentencias de mayorías anteriores, a veces para darle un empuje más progresista y, a veces, para dárselo más conservador. Pero la nueva mayoría —explicaba la jueza Amy Coney Barrett, nombrada por Donald Trump en su primer mandato— tiene la obligación de explicar por qué la visión constitucional de sus predecesores es defectuosa y de defender por qué la suya no. Para justificar la prórroga del presupuesto anterior y seguir en La Moncloa, Sánchez dispondría de suficientes argumentos, desde la incierta situación internacional hasta la estabilidad que necesita la buena marcha de la economía.
Por último, un proyecto de ley de presupuestos para 2025, aunque no tuviera futuro (y habría que negociarlo hasta el último suspiro), ayudaría a dar a los ciudadanos, y a los grupos parlamentarios, información sustancial sobre uno de los temas candentes: cómo alcanzar los porcentajes de gasto en seguridad (es decir, en defensa) comprometidos con la Unión Europea sin retocar, “ni en un euro”, dijo el presidente esta semana, del gasto social. Más teniendo en cuenta que el incremento del PIB, una excelente noticia, implica que el 2% comprometido supone cantidades finales superiores a las actuales, por mucho que, según el propio presidente Sánchez, se haya ido produciendo ya parte de ese incremento, de manera más o menos solapada (algo de lo que ningún gobierno debería vanagloriarse).
Cuando un político afirma que se siente legitimado para llevar a cabo una acción determinada “porque existen procedentes”, debería tener cuidado en recordar si alude a precedentes que justamente rechazó en su momento. Utilizar los agujeros abiertos por el gobierno del partido adversario no ayuda a prestigiar su propia acción, sino a desconcertar a los ciudadanos. En política, cuanto menos se aluda a precedentes, mejor, porque en la mayoría de los casos se trata de malditos precedentes.
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