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IDEOGRAFÍAS
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Sandra Díaz, la guardiana de las plantas que carga contra el consumismo

La reconocida bióloga creó el primer panorama de la biodiversidad de toda la vida vegetal del planeta. Para ella, nuestro estilo de vida es el principal problema medioambiental

Sandra Díaz plantas
Luis Grañena

Para que entendamos la destrucción de la naturaleza, ella recurre a metáforas, a los nervios que entretejen a todos los seres que formamos parte del tapiz de la vida, como le gusta describirlo. La bióloga argentina Sandra Díaz, ganadora del Nobel de la Paz 2007 dentro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático y, premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2017, no es solo uno de los faros de ecología en el mundo, es una mensajera que advierte sobre los profusos agujeros que aparecen en ese tapiz y de sus devastadoras consecuencias.

Para la experta la naturaleza es fundamentalmente relaciones, un construir, moler y rehacer con los mismos materiales. Las hormigas, los peces, los elefantes, las frutas del súper, las personas, las plantas, las lombrices, el compost al que regresamos, están hechos de los mismos átomos que se vienen tejiendo desde hace millones de años. “Todos los seres estamos entretejidos, por nuestra historia evolutiva común y también por nuestras conexiones actuales. Es muy probable que tus decisiones cotidianas tengan consecuencias en otro lugar del mundo”, detalla Díaz a través de chat.

Cada hebra rota, ya sea una especie que desaparece, un bosque talado, los efectos de la contaminación, el aumento de la temperatura o los mares, rompen inexorablemente otro punto del tapiz. Quizás por ello vio la dana que golpeó a Valencia como una profecía cumplida, pero con más rapidez de lo esperado. Díaz sabe que el panorama actual es crítico: hay más de un millón de especies en peligro de extinción, la velocidad de destrucción más alta de los últimos 10 millones de años. Los datos son del primer informe IPBES, la plataforma intergubernamental de biodiversidad y servicios ecosistémicos que reúne a más de 130 países y que representa la primera herramienta global para diagnosticar al planeta. Díaz fue la copresidenta.

“Sandra es pionera en adoptar una perspectiva global. Envidio su capacidad de pasar de un zum general a los detalles, alternando la visión telescópica con la microscópica”, comenta el ecólogo británico Andy Purvis, del Museo de Historia Natural de Londres. Esa mirada la ha afinado con las plantas, su especialidad. Casi la mitad de las 400.000 especies existentes están amenazadas. Díaz las defiende como las alquimistas de la vida. La fotosíntesis, la transformación de las moléculas inanimadas del sol, el agua, la tierra en alimento y cobijo para otras especies le sigue pareciendo mágica. De niña, embarrada hasta las cejas en el jardín de sus padres en Bell Ville, una pequeña ciudad del centro de Argentina, las descubría como unas hermanas mayores.

En sus conferencias pregunta por qué deberíamos proteger a las plantas y la gente suele responder de forma errónea: por el oxígeno. Éste ya existía antes de que surgieran y su aportación es minúscula a un elemento que constituye un 20% de la atmósfera. Si podíamos respirar sin ellas ¿para qué cuidarlas? Además de alimentarnos, regular el clima, distribuir el agua, servir de base para las economías e incluso ofrecernos inspiración, la experta agrega que por simple empatía con el mundo viviente. “Nuestras historias, el paisaje que reconocemos como identitario está poblado de plantas. Es difícil imaginarse la pintura española, la literatura, sin involucrar a ninguna planta. La vida humana tal como la conocemos es inconcebible sin ellas”, comenta.

Para la científica no son números sino seres activos que, además, tienen un valor cultural: el roble de Gernika en el País Vasco; el ciprés de Abarkuh en Irán; el ahuehuete del Tule en México; el árbol del olivo en Israel; los baobabs en África. Como si se embarcase en la expedición botánica del siglo XXI, hace 18 años Díaz fundó la base de datos TRY para reunir toda la información sobre las plantas, hoy cuenta con más de 12 millones de registros y 200.000 especies estudiadas. Con TRY se ha conseguido el primer panorama de la biodiversidad funcional de toda la vida vegetal del planeta, el equivalente a la imagen más completa del universo del telescopio Hubble. En 2019, la revista Nature eligió a Díaz como la guardiana de la biodiversidad.

Ante la complejidad de estudiar cada una de las miles de especies, la bióloga desarrolló el concepto de biodiversidad funcional con el cual agrupa estilos de ser planta, según su historia y características morfológicas y fisiológicas. Estos caracteres determinan cómo las plantas reaccionan a factores como el uso de la tierra o el cambio climático. La huella humana ha provocado que las especies más conservadoras, las que crecen en lugares estables y echan raíces, sean ahora menos comunes que las herbáceas como la maleza.

“Sandra es la persona que ha hecho las aportaciones más significativas para explicar por qué la biodiversidad es importante. Su pérdida socava gravemente la capacidad de los ecosistemas para mantener sus beneficios. Es una científica increíble, ha demostrado que los impactos se ensañan con los segmentos más vulnerables de la sociedad”, detalla el ecólogo estadounidense Terry Chapin, de la Universidad de Alaska, uno de sus inspiradores cuando comenzó biología. Chapin acuñó el concepto de “administrar la Tierra” como respuesta a la apropiación de la naturaleza imperante.

Díaz ve la pérdida de biodiversidad, el calentamiento global o las crecientes desigualdades como síntomas del mismo estilo de vida. La solución de fondo pasa por cambiar la idea de consumir para ser feliz, para tener éxito. Tomar sólo lo necesario le parece más realista que consumir indefinidamente. “No creo que los líderes del negacionismo puedan ser convencidos. Saben bien de qué se trata y no les importa. Aún podemos retejer muchos agujeros del tapiz, aunque haya especies que ya no se salvarán. Se requiere una movilización inmediata a un ritmo nunca visto como declaró la COP29. Si hay decisión política existe la posibilidad como lastimosamente lo prueba cada guerra”, señala la experta.

De seguir como hasta ahora las emisiones de gases de efecto invernadero, se proyecta un aumento de entre 2,6 y 3,1 grados en la temperatura media del planeta para este siglo. Los escenarios de futuro, agrega Díaz, contemplan mayores sequías, huracanes, inundaciones, olas de calor, grandes incendios, heladas extemporáneas. No cree que el Homo sapiens esté en peligro de desaparecer, pero su futuro sí será más pobre.

La bióloga española Berta Martín-López, de la Universidad de Leuphana (Alemania), forma parte de la generación que se ha inspirado en el trabajo de Díaz. “Lo que más me sorprende es su capacidad de moverse en diferentes disciplinas, de traducir el lenguaje científico en mensajes políticos”, destaca. La conoció en la Universidad de Córdoba (Argentina), el refugio al que Díaz siempre vuelve después de atravesar el planeta tejiendo su propio tapiz de biodiversidad académica.

Muy cerca está Bell Ville. Allí todavía vive su madre y el jardín donde comenzó su camino. “Todavía recuerdo mi primer encuentro con un gusano de parra, gordo, casi fosforescente. La mezcla de miedo y fascinación que sentí”, detalla. Luego se aventuró a los baldíos, al Parque Tau mientras descubría la ciencia y la literatura, sus pasiones, el “verde que te quiero verde” de Lorca. “Hay quien piensa que estos parques tienen poco valor porque están muy humanizados. No será el Amazonas pero forman la conciencia de las personas. Nos recuerdan que la naturaleza está entrelazada con nosotros todo el tiempo”.


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