Mark Solms, neurocientífico: “Los mamíferos también sienten tristeza o estrés por separación”
El psicoanalista sudafricano dice que, cuando comemos estos animales o los producimos a gran escala, debemos tener presente que ellos también tienen sentimientos
Mark Solms (62 años), psicoanalista y neuropsicólogo, es uno de los descubridores de los mecanismos cerebrales del sueño. Nació en Namibia, pero creció y desarrolló su vida personal y profesional en Sudáfrica. Allí experimentó de primera mano la tragedia del apartheid, y la tragedia familiar que supuso la caída de un árbol sobre su hermano mayor. El cambio de conducta que provocaron las heridas en la cabeza de su hermano intrigaron a Solms.
Recibe a EL PAÍS en la residencia londinense de su suegro, en el barrio de Maida Vale. Se levanta a preparar el té, abre el balcón, presenta a sus familiares, y habla, habla y habla, con un afán pedagógico y la paciencia de quien sabe que lo que explica es complejo. Su libro, El manantial oculto. Un viaje a la fuente de la conciencia (Capitán Swing), resume la fascinante teoría y propuesta que Solms lleva años elaborando. Tan simple y a la vez compleja como la afirmación de que nuestra conciencia surge de nuestros sentimientos.
Pregunta. ¿Qué debemos entender por conciencia?
Respuesta. Cualquier organismo que pueda sentir algo tiene conciencia. Sé que resulta complicado, muchas personas creen que solo existe cuando eres capaz de sentir y reconocer a la vez ese sentimiento. Pero esa es una forma de conciencia más compleja, que corresponde únicamente a los humanos. No creo que la conciencia sea algo exclusivamente humano. Yo intento reducirla a su forma más básica.
P. Usted ha revolucionado la psiquiatría al centrarse en los sentimientos.
R. Hay muchas razones para creer que la forma más básica de conciencia son los sentimientos. Un animal puede ver u oír de modo automático. Pero no existe un sentimiento inconsciente. La parte del cerebro responsable de todo tipo de conciencia es el sistema de activación reticular del bulbo raquídeo. Lo que yo he llamado el manantial oculto. Si lo dañas, aunque la lesión tenga el tamaño de la cabeza de una cerilla, cualquier forma de conciencia desaparece.
P. ¿Ha localizado el origen de la conciencia?
R. Sabemos que si estimulamos esa parte del cerebro con un electrodo podemos provocar sentimientos intensos de dolor, depresión o miedo. A través de la neuroimagen, vemos cómo desde allí se generan los sentimientos en los neurotransmisores. Y es sobre estos sobre los que actúan los fármacos antidepresivos, antipsicóticos o para combatir la ansiedad. En conclusión, el sentimiento es el requisito básico fundamental de cualquier forma de conciencia.
P. Pero cuando uno piensa en la conciencia, piensa en algo más elaborado, casi hamletiano… Los celos, la duda, la envidia.
R. Los celos, la envidia o la vergüenza son producto de la interacción entre sentimientos e ideas complejas. El calor o el dolor pueden experimentarse sin un proceso previo de pensamiento, pero no por ello son menos sentimientos que esos otros.
P. Y todo esto, si me permite la pregunta, ¿de qué nos sirve?
R. Lo que más nos importa en la vida son los sentimientos. Son los que determinan todo lo que hacemos. Nuestro objetivo último es intentar sentirnos mejor, evitar los malos sentimientos, incrementar los buenos. Cuanto más conozcamos aquello que nos motiva, más opciones tendremos a nuestro alcance y más dueños seremos de nuestras propias vidas.
P. Junto a la idea, que a muchos resultará incómoda, de que no somos una especie exclusiva.
R. Nos lleva a reconocer que no somos las únicas criaturas con conciencia de este planeta. Otros animales también tienen. No son capaces de elaborar pensamientos filosóficos complejos, como nosotros, pero sí pueden experimentar sentimientos de temor, dolor, hambre o sed. También a ellos les motivan. Eso nos lleva a entender qué no deberíamos hacer con esas criaturas que nos acompañan en la tierra.
P. ¿Y qué es lo que no deberíamos hacer?
R. Los animales más cercanos a nosotros en lo que se refiere a los mecanismos del cerebro que generan los sentimientos son los mamíferos. Cuando nos comemos esas criaturas, cuando los producimos a una escala industrial, cuando los sacrificamos… deberíamos saber que también tienen sentimientos. Dolor, tristeza, estrés por la separación… Creo que ética y moralmente es importante reconocer que esta forma básica de conciencia llamada sentimiento no es únicamente humana.
P. Su enfoque en la subjetividad es contestado por algunos académicos.
R. Todos los hechos objetivos pueden ser estudiados por la ciencia. Pero queda excluida de ese estudio la experiencia subjetiva concreta de estar en este mundo. Y queda en manos del misticismo o todas esas ideas siniestras que creen que la conciencia es algo efímero que flota en el aire.
P. Resulta llamativo que haya vuelto a Sigmund Freud, un genio cuyo método e ideas han sido aparcados por la psicología.
R. Cuando Freud desarrolló el psicoanálisis, no disponía de la tecnología de la que disponemos ahora. La mente solo podía estudiarse de un modo subjetivo. Se podía estudiar lo que el paciente experimentaba, tal y como lo contaba. Por eso Freud puso la mente en el centro de sus investigaciones. No le avergonzaba admitir que la mente es subjetiva, y que es necesario estudiar esa subjetividad.
P. Pero todo eso se dejó atrás…
R. Cuando la psicología avanzó hacia el conductismo, se estudió la mente desde una perspectiva objetiva. Se querían analizar los comportamientos derivados de los procesos mentales antes que la mente misma. Pero con el desarrollo de la neurociencia, disponemos de muchos métodos objetivos para estudiar el cerebro objetiva y rigurosamente. Debemos regresar a la experiencia subjetiva, porque eso es la mente. Por muy incómodo que resulte al mundo de la ciencia.
P. Trabaja usted en la posibilidad de producir conciencia artificial.
R. Si tenemos la capacidad de crear una conciencia artificial, y creo que la tenemos, porque entendemos los mecanismos fundamentales por los que surge la forma más básica de conciencia, alguien debe comenzar a trabajar en ello. El gato ya se ha escapado de la jaula. Es algo que va a ocurrir. La decisión más ética es situarse al frente de esa ola.
P. La tecnología, los teléfonos inteligentes, las redes sociales, ¿van a cambiar el modo en que funciona la mente?
R. Han tenido una contribución positiva respecto al modo en que nuestra mente funciona, porque viene a ser como una prótesis. Es un suplemento que refuerza nuestras capacidades. Pero viene con un precio añadido. No podemos infravalorar la mezcla que se está produciendo entre el mundo real y el mundo de ficción de las redes sociales. Va a tener enormes consecuencias en las relaciones humanas o en la salud mental. Se puede decir cualquier cosa y la gente se lo cree.
P. Y han contribuido a que la desinformación o las teorías más alocadas ya no se cuestionen.
R. Así funcionan los delirios o las alucinaciones en psiquiatría. El paciente te asegura que los androides se han infiltrado en su organismo. Le presentas 99 pruebas para demostrarle que no es cierto. Se quedará siempre con esa única prueba, la número 100, que resulta compatible con su historia. Así funcionan las teorías de la conspiración que circulan por las redes, y es algo terrorífico.
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