La ansiedad ni es naranja ni lleva coleta
Hablar de emociones, de sus dolores, como hace la película ‘Del revés 2′, cuando las instituciones han dimitido de la salud mental de los niños, es pan y circo
No sé si soy la única espectadora a la que ha molestado Del revés 2, la película para adultos de Disney que personifica el aburrimiento, la ansiedad, la envidia y la nostalgia como nuevas emociones que se suman a los 13 años a las infantiles tristeza, ira, alegría y asco. Y digo para adultos porque los niños no necesitan racionalizar las emociones sino poder vivirlas. Y porque los adolescentes no necesitan un manual diagnóstico de colores estridentes sino acompañamiento para soportar la carga de dolor que la vida presenta. Lo de que no sé si soy la única lo digo porque la película arrasa en cines y en las redes. Pero a mí no solo me parece que es mala sino que creo que está mal.
Está mal presentar a niños y adolescentes emociones complejas, como lo son la ansiedad o la envidia, y proponerles recetas simples para lidiar con ellas. Así, lo mejor que se puede hacer con la ansiedad, según la peli, es sentarla en una butaca a tomar un té y esperar a que se relaje. Sin embargo, los chavales y chavalas que lidian con la ansiedad en colegios e institutos son más de aislarse, vomitar, autolesionarse, padecer insomnio o sentir taquicardia. Me pregunto qué sentirán estos jóvenes cuando descubran que la ansiedad es solo una nueva colega naranja y con coleta.
Hablar de emociones, de sus dificultades, dolores y heridas, cuando la educación, la sanidad y las instituciones han dimitido de la salud mental de los niños, no deja de ser pan y circo, una catarsis de la insuficiencia planificada de nuestros modelos culturales y sociales para encajar esa realidad. Disney promueve una ideología que ensalza el autodiagnóstico por encima del acompañamiento y la ayuda profesional y, por extraño que parezca, entusiasma a la audiencia. Nadie quiere escuchar que la salud mental es un asunto grave ni que requiere un esfuerzo colectivo para garantizar el bienestar de los jóvenes.
Cuando era pequeña veíamos Érase una vez la vida, unos dibujos que explicaban el funcionamiento del cuerpo humano donde se personificaban virus y células y donde, por fortuna, a nadie se le ocurrió que entender mejor nuestro cuerpo iba a suponer sentar a los virus en un sofá a tomar el té cuando nos encontráramos mal. Al contrario, había un montón de barreras internas (como el sistema inmunitario) y ayuda externa (padres, medicinas, médicos, hospitales) para protegernos. Si Disney hiciera hoy la peli de cómo funciona nuestro cuerpo, culpabilizaría a los niños por tomar azúcar y les explicaría que con una dieta verde y mucho ejercicio nunca caerían enfermos.
Me parece asquerosa la soledad (y el narcisismo) a los que la ideología Disney-capitalista condena a los individuos en una propuesta donde los sentimientos que intervienen en la relación con los otros desaparecen del mapa. La empatía, la solidaridad, la colaboración , la ayuda, el cuidado, también son emociones. Pero si se abordan solo las emociones internas, se corre el peligro de inspirar una sociedad ensimismada, plagada de individuos narcisos, culpables y aislados.
Dirán que el reto era grande y que es muy difícil hablar de emociones. Pero no es verdad. Lo difícil es hacerlo sin culpabilizar ni infantilizar a quienes se sienten mal. Ese debería haber sido el reto y no vender peluches naranjas.
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