_
_
_
_
LA CASA DE ENFRENTE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Racismo de derechas y de izquierdas contra Lamine Yamal

¿Qué habrán sentido los españoles racistas al ver marcar a una persona con un color de piel que consideran ‘distinto’?

España Eurocopa
Fabian Ruiz celebrando su segundo gol en el partido de España contra Georgia el pasado 30 de junio con Aymeric Laporte y Lamine Yamal.Thilo Schmuelgen (Reuters/ContactoPhoto)
Nuria Labari

“Tía, que no es guapo. Es igual que cualquier otro moro”. Se lo dice una chica a otra, justo después del gol de Lamine Yamal, en el bar donde estoy viendo el partido. “Socorro”, responde la amiga. “No sé si me das más miedo por racista o por tu mal gusto. Estás fatal”. Y sigue: “¿Pero tú has visto esos rizos?”. El comentario racista de la chica es el primero que escucho de los muchos que provocará el éxito del español Lamine Yamal en un país tan racista como el nuestro. Del lado del antirracismo me quedo con la pregunta que plantea la joven. Qué da más miedo, qué es lo más loco, negar que Lamine es español o negar que es guapo.

La joven que pide socorro pasa del comentario racista y se centra en los rizos y en algún otro encanto futbolístico que enumera después. Sabe que el equipo de fútbol de una nación es la representación simbólica de un país y siente, intuitivamente, que la discusión no ha lugar. Porque cuando ves jugar al once titular de la selección sabes que estás viendo la representación de tu país y sabes, además, que el mundo entero lo asumirá como tal. Si son once tipos blancos, esa será la representación simbólica de tu país, y si es un equipo diverso, tu país lo será también, seas quien seas y votes a quien votes. Te guste o no, España ya es tan diversa como la ves.

Después de escucharlas, me pregunto qué habrán sentido los españoles racistas al ver marcar a una persona con un color de piel que consideran distinto. Poco después descubriré que la respuesta depende de si los racistas son de derechas o de izquierdas: los de derechas se mostrarán resentidos e intentarán quitar mérito a Lamine mientras que los racistas de izquierdas desprenderán un triunfalismo manipulador.

“Si no lo hubiera marcado él, lo habría marcado otro”, dirá un ultra de Vox tratando de restar mérito a Lamine. Mientras tanto, el racismo de izquierdas utilizará el color de la piel del jugador para hablar de lo mucho que aportan los inmigrantes a nuestro país. Estos comentarios dan a entender que Lamine, nacido en España, es más de otro sitio que un jugador que tuviera otro tono de piel. La izquierda, igual que la derecha, utilizará el color de la piel de Lamine para defender sus ideas políticas sobre inmigración y, al hacerlo, atizará el odio y humillará a las personas migrantes, que podrían sentir que solamente serán aceptadas en nuestro país en la medida en que obtengan un éxito del que puedan apropiarse el resto de los españoles.

Qué distintos hubieran sido los comentarios de unos y otros si hubieran marcado cualquiera de los dos centrales nacionalizados nacidos en Francia. Le Normand y Laporte no habrían encendido ningún debate sobre inmigración porque su piel no es distinta. Por eso, si un hombre blanco no nacido en España marcara un gol para la selección, nadie se pondría a hablar de inmigración, aunque ni él ni sus padres hubieran nacido o pagado impuestos aquí. Eso es porque, según la FIFA, para representar a España en el terreno de juego basta con haber vivido cinco años después de los 18 años en el territorio. Sin embargo, para naturalizar a un jugador como español, muchos exigen todavía, por encima del nacimiento, cierto color de piel.

Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_