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Trabajar cansa
Columna
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Demasiadas corbatas equivocadas

No subestimo la ultraderecha, espero solo que sea fruto de un momento complicado de cabreo, miedo, embrutecimiento humanístico, falta de belleza. Siento que los franceses paguen el pato, pero quizá una vacuna despierte los anticuerpos

Íñigo Domínguez
La líder de Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, durante un mitín en París el pasado 2 de junio.Thomas Padilla (AP/LaPresse)
Íñigo Domínguez

Cada vez es más evidente que la jornada de reflexión debería trasladarse al día siguiente de las elecciones, cuando reflexionamos sobre lo que hemos hecho. Una reflexión en general, en nosotros como sociedad, aunque ahora es más difícil, al tratarse de los destinos de Europa, algo que a uno le sobrepasa. De hecho, no creo que casi nadie haya votado pensando en Europa, si no en sus cosas. Luego los neonazis de Alemania quedan segundos y no sé yo si incluso a un chaval facha de aquí le parece tan bien, con todas las películas que hemos visto, y sabiendo que para ellos tú, español, eres un mierda. Tampoco sé cuántas personas tienen una idea de Europa, así como para comentar en una cena. Si sacaras el tema se haría el silencio, alguien preguntaría por el postre.

He estado unos días inquieto, con tanto loco suelto con tanto éxito, pero menos mal que ya empieza la Eurocopa y uno se distrae. Además, a la mayoría de estos eurodiputados no les veremos el pelo, solo en esa imagen general que ponen de Estrasburgo donde de pronto ves a alguien conocido: “Ah, ¿pero ese está allí? ¿y qué hará? ¿pero habla inglés o francés?”.

No subestimo en absoluto la ultraderecha. Espero solo que sea un pico coyuntural, fruto de un momento complicado de cabreo. Miedo, más que nada, y embrutecimiento humanístico, falta de belleza, demasiadas corbatas equivocadas, que decía Paolo Conte. Una de las razones de este auge es que me parece muy fácil fundar un movimiento neofascista, basta un móvil, decir barbaridades, proclamar soluciones drásticas, grandilocuentes e irreales, esparcir bulos. Tienes, mínimo, 100.000 seguidores. Ahora bien, ponte a pensar en serio en cómo resolver nuestros problemas. La desigualdad, la inmigración, la educación, la vivienda, el planeta que se va a la porra. No lo explicas en Tik Tok. También los valores fallan, aunque sea en frases breves. Si el propio Jesucristo descendiera a la Tierra y comenzara a tuitear que ames al prójimo como a ti mismo le lloverían memes de buenista y progre. No tendría nada que hacer frente a un influencer del montón transmitiendo su fin de semana en Dubai.

Dicen que ojo con reírse de esos miles de votantes de ultraderecha, que hay que comprenderlos, que hay que tener humildad para escucharlos. Seré muy insensible, pero es que me importa un rábano. El otro día intenté escuchar un vídeo del tipo este que es la nueva estrella facha y es que a los dos minutos ya te estás preguntando si sabía que le estaban grabando. Solo piensas que la gente cada vez es más bruta. Vamos hacia tiempos despiadados, siendo esto lo contrario de la piedad. Mano dura es la consigna, que los débiles tiemblen. Lo gracioso es que el que los vota cree que la mano dura solo afectará a los demás, no a él. Hasta que va a un hospital o a una escuela pública, o quiere alquilar un piso, o se queda sin trabajo y se da cuenta de que ya hay solo dos clases, y tú no estás en la que pensabas, solo porque tengas la tele más grande de la tienda, que pagas a plazos. La ficción de ser clase media, y no un trabajador, proletariado de toda la vida, es la que hace pretender protección de los que son más pobres que tú, cuando en realidad tienes más en común con ellos que con los que te venden la moto. Vienen años decisivos. Siento que los franceses tengan que pagar el pato, pero quizá una vacuna despierte los anticuerpos. Y si no, veamos desinflarse a Marine Le Pen en el poder, después de años de eterna promesa, jugando con el miedo. Y ojalá por fin pasemos a otra cosa, qué agotamiento de política adolescente.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.
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