_
_
_
_
Trabajar cansa
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La única cola que me gusta es la de votar

Todos nos creemos muy especiales, libres e individualistas, pero en realidad nos movemos en masa por raíles

Íñigo Domínguez
Cola para votar en las Elecciones catalanas del pasado 12 de mayo a las afueras de la Universidad de Barcelona.MANAURE QUINTERO (AFP/GETTY IMAGES)
Íñigo Domínguez

Yo creo que a Sigmund Freud hoy le daría algo si tuviera que formular su famosa tesis sobre el principio de placer y el principio de realidad, dado que la realidad es algo cada vez más resbaladizo. Yo soy un cuñado de libro en esto y mis conocimientos no van mucho más allá, pero era algo así: el impulso de satisfacción inmediata se contrapone al choque más reflexivo con la realidad, que obliga a posponer el placer y a buscar una forma distinta y más equilibrada de llegar a él. Ahora bien, si no chocas con la realidad, porque te la fabricas o te la fabrican a tu medida y te da la razón todo el rato creo que este esquema se va a la porra.

En este entorno tan maleable es muy curioso lo que está ocurriendo en nuestra relación con las reglas y las obligaciones. No se me vayan a la amnistía y cosas tan serias, hablo de situaciones de andar por casa. Me ha pasado bastante últimamente observar cómo leyes, normativas, protocolos se convierten en argumento irrebatible para eludir la propia responsabilidad. Ejemplo normalísimo: el otro día un conductor de autobús fue incapaz de esperar 30 segundos a un señor mayor que caminaba despacio hacia la parada porque él tenía que salir a su hora y lo demás le daba todo igual. Era cosa de verse su seguridad en que las normas le disculpaban de toda posibilidad de humanidad. Creo que el español se esconde cada vez más en las reglas y esto es algo que antes no pasaba. Para renunciar a su propia iniciativa, esto es, con un desinterés por el otro y sus problemas. Porque no son asunto suyo y además las reglas le salvan. No quiere líos. Dimite de pensar por sí mismo, o más bien, solo piensa en sí mismo.

Se combina paradójica, pero perfectamente, con ese énfasis en la libertad, en que nadie me puede impedir hacer lo que quiera. Por ejemplo, llevado al extremo, puedo llegar a pensar por qué demonios el Estado tiene que quitarme el dinero de mi nómina o mis beneficios, que es mío, que lo he ganado yo, y a saber dónde va, a pagar a vagos y sinvergüenzas. Es así como se ve a los demás, potenciales maleantes y aprovechados de los que defenderse. La idea de comunidad se diluye, más bien se refuerzan grupos de interés. Más que chocar con la realidad, chocamos unos contra otros, entre la codicia y la supervivencia. El denominador común de todo esto tan aparentemente contradictorio es la indiferencia hacia el otro. Refugiarse en las reglas cuando me permiten desinteresarme del otro, y renegar de ellas cuando me obligan a interesarme por su suerte.

Pero luego, redondeando la paradoja, lo cierto es que te topas con un borreguismo creciente. Todos nos creemos muy especiales, libres e individualistas, pero en realidad nos movemos en masa por raíles. ¿No ven cada vez más colas en todas partes? A la gente ya no le cuesta nada hacerlas. Antes, ibas a un restaurante, veías más de tres personas esperando en la puerta y te ibas. Ahora los que llegan se unen mansamente a la fila y demuestran una paciencia sorprendente, sobre todo si tienen la convicción de que merece la pena porque es un sitio de moda o es algo que hay que hacer, que no te puedes perder. Casi obligado, vamos.

Quizá pensarán que todo esto no tiene nada que ver con las elecciones europeas, pero la urna es puro principio de realidad, donde uno decide por sí solo qué quiere para todos, tiene que pensarlo bien, y yo no tendré problema en hacer cola para votar, una de las pocas colas que me gustan.

Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_