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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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Ocupar Bruselas: objetivo ultra

La incontinencia verbal de Milei distrajo de las peligrosas maniobras de la reunión de Madrid

Bruselas
Nicolás Aznárez
Soledad Gallego-Díaz

La oligarquía argentina, que se volcó en su apoyo a Javier Milei como candidato a la presidencia de la República, tomó, sin embargo, la precaución de obligarle a nombrar ministra de Seguridad a Patricia Bullrich, a quien Milei había desautorizado gravemente durante la campaña (“ponebombas”, la llamó, recordando su relación con los Montoneros cuando era muy joven). La señora Bullrich es hoy muy conservadora, pero también una política experimentada que ocupó ese mismo cargo en el Gobierno de Macri y se espera que sea capaz de impedir que la agresiva incontinencia verbal de Milei llegue a tener un impacto dramático en la actuación de las fuerzas del orden. Algo parecido debieron haber hecho en el campo de las relaciones internacionales.

Ha sido esa incontinencia verbal del presidente Milei (y el conflicto diplomático provocado con el Gobierno de España) lo que ha hecho que pasaran casi inadvertidas las importantes cosas que sucedieron en la reunión Europa Viva 24, que juntó en Madrid, el pasado fin de semana, a grupos de extrema derecha de toda Europa y de América. Importantes sobre todo porque afectan al futuro de Europa y al intento que se está llevando a cabo, a toda velocidad, de acercar a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y a la jefa de la oposición en Francia, Marine Le Pen, que actualmente dirigen dos grupos distintos del Parlamento Europeo —­Conservadores y Reformistas Europeos (ECR, por sus siglas en inglés) e Identidad y Democracia (ID), respectivamente—. Los primeros, con Meloni como gran referente, luchan por romper el eje central que ha venido funcionando hasta ahora en el PE, es decir, la alianza entre democratacristianos, socialdemócratas y liberales. Meloni lo dejó muy claro en Madrid. “Estamos en vísperas de unas elecciones decisivas porque, por primera vez, las elecciones europeas podrían acabar, por fin, con las mayorías antinaturales y contraproducentes existentes. Tenemos que mantenernos enfocados, mantener los pies en la tierra y la mirada en el horizonte; es hora de la movilización”.

Meloni ha hecho grandes esfuerzos, fructuosos, por acercarse a Ursula von der Leyen, y busca con urgencia que la opinión pública desligue a Fratelli d’Italia de la extrema derecha y pase a identificarla con un nuevo “populismo de derechas”, que provoque menos rechazo.

En la reunión de Madrid estuvieron también presentes el presidente de la Unión Conservadora Americana, Matt Schlapp, y el vicepresidente de la Heritage Foundation, Roger Severino, dos fundaciones que apoyan y financian los movimientos ultras con base cristiana en todo el mundo y que verían con muy buenos ojos la aproximación entre Meloni y Le Pen con vistas a una alianza ultra en el PE. Uno de los principales obstáculos para esa aproximación es la presencia del partido alemán AfD en el grupo parlamentario europeo de Le Pen. Quizás eso explique la rapidez con la que la política francesa ha anunciado esta misma semana que rompía sus relaciones con los alemanes como consecuencia de unas escandalosas declaraciones nazis de su candidato. Una decisión que adoptó también inmediatamente la Liga, de Matteo Salvini, integrada en ID.

Marine Le Pen se dirigió a sus anfitriones de Vox, en Madrid, como si fueran miembros del mismo grupo en el Parlamento Europeo. “En esta lucha política, vengo a deciros lo importante que es la solidaridad entre nuestros diputados”, aseguró. Uno de los puntos fundamentales de la campaña de Reagrupamiento Nacional francés es el cierre de fronteras a la inmigración, pero también un debate que será decisivo en la próxima legislatura europea: mantener o suprimir el derecho a veto de todos y cada uno de los países. Le Pen defendió en Madrid con dureza el derecho a veto como uno de sus grandes objetivos, y aunque Meloni no hizo mención al tema, muchos empujan a ese acuerdo.

De lo que se trata, dijo con su habitual rudeza el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, en el mensaje que envió grabado a Madrid, es “de ocupar Bruselas”. No se trata de destruir la Unión Europea, sino de rehacerla para que se ajuste a la visión de la extrema derecha o del “populismo de derechas”: un grupo de naciones que comercia dándose facilidades y que no aspira a aumentar sus lazos porque abomina de una eventual federación europea. Para eso quieren ocupar Bruselas y para eso intentaron ponerse de acuerdo en Madrid.

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