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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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Centro o división en bloques: Cataluña marca hoy un camino

Las elecciones catalanas ayudarán a comprobar si se puede configurar una mayoría realmente sólida

Sol Gallego opinión sobre las elecciones catalanas
Nicolás Aznárez
Soledad Gallego-Díaz

Los resultados de las elecciones autonómicas catalanas, que se celebran hoy, tendrán efectos inmediatos en la política española y en todos los partidos de ámbito nacional. Una de las lecturas más interesantes será comprobar si sigue existiendo un espacio de centro y hasta qué punto su arrastre electoral puede configurar una mayoría realmente sólida. En Cataluña, ese espacio lo representa hoy, mejor que nadie, el socialista Salvador Illa, que ha optado por un discurso que busca esa centralidad y huye de la estrategia de la polarización. A lo largo de toda la campaña, Illa ha reclamado expresamente para su partido, el PSC, la centralidad del escenario político catalán, algo que el PSOE dejó de lado hace tiempo en sus propias campañas, quizás porque creyó que no tenía otra opción. Sea por lo que sea, si el resultado que obtiene Salvador Illa es lo suficientemente poderoso, hará pensar a los socialistas en otros puntos de España, y si no lo es, hundirá para mucho tiempo esa estrategia moderada y dará la razón a quienes creen que ya solo son posibles campañas de división en bloques.

El miedo a perder ese teórico centro ha llevado también en las últimas semanas a cambiar de lenguaje al mismísimo Carles Puigdemont. Un sector de Junts, las antiguas “fuerzas vivas” que alimentaron a Convèrgencia y a Jordi Pujol durante décadas, sueñan con atraer al expresident a su espacio, de manera que se convierta en el héroe de la retirada de que hablaba Josep Maria Fradera en este mismo periódico (9 de mayo). Está por ver que Puigdemont, por mucho que haya compartido la necesidad de controlar momentáneamente su lenguaje, esté dispuesto a perder su aura de líder independentista irredento. Por el momento, ha firmado un acuerdo para rechazar a los independentistas racistas de Aliança Catalana, algo que no estaba tan claro hace poco.

En cualquier caso, el líder de Junts per Catalunya se ha mostrado “muy emocionado” por el apoyo expreso que le ha prestado Jordi Pujol, olvidando, como todo el mundo parece haber olvidado en Cataluña, que Pujol sigue pendiente de juicio por asociación ilícita y blanqueo de capitales. (Carlos Jiménez Villarejo se preguntaba esta semana a qué espera la Audiencia Nacional para fijar la fecha del juicio oral de Pujol, que lleva la friolera de tres años en la agenda. Pujol lleva una década sometido a un proceso penal).

A quienes hayan seguido los últimos debates televisivos entre los candidatos en estas elecciones catalanas (muy interesantes tanto por el tono como por el contenido) les habrá llamado la atención la presencia de Josep Rull como portavoz de Puigdemont. Rull estuvo en la cárcel como responsable de Junts per Catalunya y partícipe en los hechos de octubre de 2017, pero antes fue miembro de la Ejecutiva Nacional de Convèrgencia, portavoz parlamentario de Pujol y, en 2014, primero, secretario general del partido en sustitución de Oriol Pujol Ferrusola, imputado por un presunto caso de corrupción, y por último, coordinador de ese partido, de hecho fue quien lo dio por cerrado. Es decir, es un experto en todo lo que significó Convèrgencia y los largos años de gobierno de Pujol.

Otro partido que espera los resultados de este domingo con verdadera ansia es el Partido Popular. No porque su número de escaños vaya a resultar decisivo para la configuración del Govern, sino por algo realmente peligroso para Génova. La remota, pero no excluida, posibilidad de que Vox obtenga más votos que su candidato. Alejandro Fernández ha hecho un buen papel en los debates, pero se enfrenta al ataque virulento de Vox con el arma de la inmigración. Hasta qué extremo no estará preocupado el PP, que Alberto Núñez Feijóo introdujo en un mitin en Cornellà de Llobregat confusas menciones al peligro de que los inmigrantes “ocupen nuestras casas y nuestras propiedades”, un mensaje claramente xenófobo, propio de Vox, del que había huido hasta ahora.

La posibilidad de que Vox supere al PP sería una pésima noticia para la democracia española y dificultaría enormemente el funcionamiento del partido, dando nuevos bríos a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que reivindicaría los resultados de su propio lenguaje y su mensaje fuertemente extremista y vinculado a Vox. Es decir, lo contrario del centrismo revivido por Illa y la confirmación de futuras campañas basadas en la competición por bloques.

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