Kate Middleton y la foto retocada: ¿cómo vamos a convivir con las manipulaciones de imágenes?
La alteración de la realidad con fines políticos ocurre desde los inicios del uso de la fotografía como instrumento de comunicación. Pero las opciones que brinda la tecnología la hacen más fácil y obliga a los medios a extremar precauciones
La tarjeta postal con una de las fotos más famosas de la historia reposa como un pequeño tesoro en un cajón de mi casa con la firma manuscrita de su autor en el reverso. Yevgeny Khaldei acompañó al Ejército Rojo en la caída de Berlín en los estertores de la II Guerra Mundial. El 2 de mayo de 1945, una de las tres banderas con la hoz y el martillo que portaba este reportero de la agencia oficial Tass era colocada en lo más alto del Reichstag, sede del Parlamento alemán. Pero, embarcado en la emoción del directo, no cayó en que uno de los dos militares que aparecían delante del objetivo con la enseña llevaba dos relojes, prueba indudable del pillaje. Esa ostentación fue considerada innecesaria. Como consta en la reproducción que el propio autor me regaló en 1995, uno de esos dos relojes se esfumó en el laboratorio para salvar la honra del vencedor.
Ocho décadas después, seguimos conviviendo de modo cotidiano con imágenes manipuladas por las instituciones. Es más, la era digital y la ingente cantidad de aplicaciones de retoque de nuestros móviles han democratizado aquello que solo estaba al alcance de unos pocos en 1945. ¿Cómo vamos a convivir con toda esta alteración con fines políticos de la realidad? ¿Qué herramientas nos van a ayudar a saber qué es verdad y qué no?
El debate ha saltado a la esfera pública a raíz del escándalo generado con la foto manipulada digitalmente en la que la princesa de Gales, Kate Middleton, aparece junto a sus hijos. Se trata en este caso de una operación llevada a cabo desde altas esferas del poder. La consecuencia ha sido la pérdida de credibilidad, el agujero reputacional de una institución que, en vez de alumbrar la verdad, ha sido atropellada por una falsedad en su intento de aplacar las ansias de saber de los ciudadanos después de que Middleton fuera operada y se quedara sin agenda pública.
La manipulación fotográfica con fines espurios, incluso por parte de fuentes oficiales, es inherente al propio medio fotográfico. Hoy, en un intento por recuperar la credibilidad perdida, se diseñan ya nuevas herramientas para marcar la trazabilidad de cada imagen. También evoluciona ya una nueva legislación al respecto. En medio de ese debate se halla el papel del periodismo y los medios de comunicación, que acompañan sus noticias y contenidos de imágenes que apuntalan la veracidad.
La manipulación ha existido “siempre, pero el hecho de que la monarquía, el poder, se meta en el tema es algo que traspasa líneas de todo tipo”, argumenta entre sorprendido e indignado Juan Miguel Sánchez Vigil, catedrático de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense de Madrid. “Si manipulamos a propósito una foto, estamos manipulando la historia”, insiste. El profesor alude también a la polémica que envolvió en 2022 una foto de la familia del Rey, donde no se apreciaban las piernas de uno de los nietos del rey emérito. Finalmente, hicieron pública una segunda toma de esa escena en la que sí se ven. Al igual que en la escritura, en fotografía puede existir la ficción, y de hecho existe, pero es necesario que se reconozca, señala Sánchez Vigil.
En este sentido, la Content Authenticity Initiative (CAI) fue fundada a finales de 2019 por la compañía Adobe, responsable entre otros de Photoshop, un conocido programa de tratamiento de imagen, con el objetivo de “abordar la desinformación y la autenticidad del contenido a gran escala” de fotos, vídeos o documentos. La iniciativa acoge ya a cientos de empresas de todo el mundo, que van desde tecnológicas a fabricantes de cámaras o medios de comunicación. En el futuro esperan instaurar de forma generalizada en cada imagen (o documento) una etiqueta representada por un icono con las letras CR que al pincharla indique su origen o las alteraciones sufridas. Esa información, algo parecido a lo que ya acompaña a los alimentos en su etiqueta, se está implantando ya en las cámaras, móviles y programas de edición de fotos o vídeos. Eso hubiera permitido conocer de manera inmediata la alteración de la fotografía difundida por la familia real británica.
“No creo que la finalidad de la foto [de Kate Middleton y sus hijos] sea el engaño, aunque puedo estar equivocado porque la historia está plagada de ejemplos”, opina por su parte Paco Gómez, reputado autor de varias obras de lo que se considera metaficción fotográfica. “Además, creo que ya no existen las fotos sin manipular”. En medio del ruido, Gómez trata de quitar hierro a la polémica. “En mi opinión solo es un retoque mínimamente defectuoso”, agrega.
Cada vez más medios tienen un área especializada en detectar contenidos falsos. El año pasado se viralizó en redes una imagen de la agencia Reuters de la saltadora de pértiga rusa Yelena Isanbáyeva a la que le habían añadido genitales masculinos para hacerla pasar por una deportista trans, como explicó el equipo de verificación de RTVE.
La foto de la princesa de Gales fue eliminada del servicio de las principales agencias de noticias del mundo al confirmarse la alteración. El especialista en manipulación digital Hany Farid, profesor de la Universidad de California, Berkeley (Estados Unidos), concluyó que no era una imagen generada por inteligencia artificial y que no había sido alterada en gran medida, según un artículo que publicó en la revista Time. Eso, según él, concuerda con las disculpas ofrecidas por Kate Middleton, que se responsabilizó de la manipulación. Pero las conclusiones de Farid no aplacaron las denuncias de conspiraciones y los rumores en las redes sociales, un mundo que él califica de “irracional”.
“Vivimos rodeados de dudas”, asegura Sánchez Vigil, al tiempo que augura con optimismo que la manipulación y la inteligencia artificial, con las que hay que convivir, acabarán ocupando el sitio que les corresponde. Pero el profesor Hany Farid advierte: “Las personas de mala fe siempre irán un paso por delante del último software”.
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