Tatiana Bilbao, la arquitecta que escucha a las ciudades (y a sus habitantes)
Esta mexicana es una de las puntas de lanza de una nueva tendencia de la arquitectura mundial
Todos los días tiembla en la Ciudad de México. La megalópolis de casi 22 millones de habitantes se mece como si fuera una serpiente dormida a punto de despertar. Desde niña, la arquitecta mexicana Tatiana Bilbao (51 años) la escucha. Su historia y sus violentas sacudidas la han marcado. En una urbe construida sobre el lago de la antigua capital azteca, de monumentos escayolados y rascacielos que desafían a los terremotos, ella se ha labrado un prestigio internacional.
Tatiana Bilbao es la punta de lanza de una nueva tendencia en la arquitectura mundial. Su visión se sumerge en la historia de los lugares y de sus habitantes antes que construir una pirámide al ego personal.
Nieta de Tomás Bilbao, arquitecto y ministro del presidente de la Segunda República española Juan Negrín, siempre renegó de la arquitectura. Intentó otros caminos, pero al final este se abrió paso como una hiedra. El Gran Acuario de Mazatlán (México), el más grande de América Latina, encarna ese designio. El laberíntico complejo acaba de ser inaugurado como si la selva lo hubiese devorado durante siglos.
Para este otoño, Bilbao y su estudio han transformado el corazón de la ciudad estadounidense de Columbus (Ohio), la plaza de la biblioteca, en un ágora de juegos y objetos que parecen sacados de la imaginación de un niño. Los pequeños llegaron a pedirle un aeropuerto de dinosaurios. Exhibit Columbus es una experiencia pionera en la que la arquitectura conecta a la gente con el espacio público, más allá de la rentabilidad o de las grandes construcciones.
La arquitecta catalana Anna Puigjaner, ganadora del Wheelwright Prize de la Universidad de Harvard, destaca de Bilbao su inclusividad, una voluntad de colaboración que cuestiona las obras de autor. No importa si invita a otros equipos para contar con más puntos de vista. Ella es el núcleo de un árbol genealógico diverso donde se encuentran exiliados de la guerra civil española y de la Alemania nazi.
El premio Pritzker Jacques Herzog, responsable de la transformación de la Tate Modern londinense, detectó su talento hace años cuando se conocieron en unas charlas sobre urbanismo que Bilbao promovía a través de su taller MX.DF. Desde entonces la arquitecta ha recogido distinciones como el Kunstpreis Berlin en 2012, el Premio Global a la Arquitectura Sostenible de la fundación parisiense LOCUS en 2014 o el estadounidense Marcus Prize en 2019.
Bilbao lleva tatuado en la mente el terremoto de 1985, que aplastó a miles de personas y resquebrajó la capital mexicana como si fuera de cristal. Entonces era una niña que jugaba con Barbies en las colonias del centro. Allí la gente aún se reunía en parques o tiendas de barrio. Durante años tuvo pesadillas de familias mutiladas que se quedaban sin techo. En 2017, ya siendo una firma reconocida, ocurrió otro seísmo mientras su estudio preparaba una retrospectiva. La arquitecta aplazó la exposición y creó un grupo de colegas para ayudar a la reconstrucción.
Ese año recibió el premio de impacto social de la red neoyorquina Architizer por un proyecto de viviendas de unos 62 metros cuadrados que no superaban los 8.000 euros. Las viviendas fueron diseñadas a partir de las entrevistas que hizo a los afectados por un tornado en 2015.
La arquitecta, convencida de la necesidad y de la posibilidad real de una vivienda digna, se ha estrellado con la indiferencia. “Vivo enojada. No hay voluntad. No interesa. Cada día compruebo que el sistema en el que vivimos no puede ser equitativo”, dice por videoconferencia desde su casa.
Cuando vuela divisa el inmenso mar de hormigón con una mezcla de cariño y desasosiego. Recién egresada trabajó en el departamento de urbanismo de la ciudad creyendo que era posible resolver el déficit de viviendas. Sus ideas chocaron una y otra vez con intereses políticos y económicos.
En EE UU, adonde viaja a menudo por proyectos o para dar clases en universidades como Yale, le estremece ver el aumento de las personas que viven en las calles de la economía más poderosa del planeta. Hay quienes le critican por dar clases a niños ricos, y ella les replica que precisamente son ellos los que tienen el poder para cambiar el sistema.
Su abuelo tuvo que exiliarse en México con una estela de obras y sueños rotos que nunca pudo enseñarle. Ella los ha ido descubriendo poco a poco en la otra ciudad que le acompaña como un ángel: Bilbao. Ha sido testigo de su metamorfosis y sabe que tiene pendiente poner una piedra en sus raíces.
Madre de cinco hijos, tres de ellos adoptados, avizora un capitalismo rampante que destruye los barrios mientras un movimiento comunitario lucha por volver a conectar. Barcelona es un ejemplo. Las medidas de su exalcadesa Ada Colau por recuperar espacio público se han ido desmontando. “Tenemos que generar espacios que permitan a la gente sostenerse en la gente, no en el dinero”, opina.
Si le preguntan por un lugar que no te debes perder del DF no recomienda un templo azteca, un museo o un rascacielos de autor, sino una taquería: El Rey del Suadero. Entre pinchos y tacos se siente una privilegiada. Lo ha aprendido a pie de calle, escuchando los latidos de la ciudad.
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