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LA CASA DE ENFRENTE
Columna
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Porno infantil de última generación para todas las niñas y niños

Es hora de aceptar que la seguridad de los menores en materia sexual escapa al “control” de sus madres y padres

IA Falsos Desnudos Almendralejo
Un joven utilizando el móvil mientras estudia.Maskot (GETTY IMAGES)
Nuria Labari

El 50% de los niños y niñas entre 11 y 13 años han visto pornografía en internet. Las plataformas de contenidos pornográficos no exigen verificación de edad. El vídeo porno on line más visto suma 225 millones de visitas y recrea una brutal violación en grupo: se puede ver en un par de clics aún teniendo solo nueve años… Los titulares de la campaña de concienciación Generación XXX, lanzada por la asociación Dale Una Vuelta y apoyada por la oficina del Parlamento Europeo en España, son alarmantes. Mientras tanto, la mayoría de madres y padres seguimos pensando que los menores que ven porno son siempre los hijos de los otros. Quizás por eso llevamos años conviviendo sin queja con una infancia en situación de desamparo, la primera generación de porno nativos digitales.

La situación es grave, sin embargo, cada vez que se abre este debate terminamos hablando del control parental y de la ignorancia de los analógicos (cuando no irresponsables) progenitores que abocan a los menores a consumos de riesgo. El argumento es perverso porque muchas madres y padres hemos aceptado nuestro rol de guardianes de los dispositivos de nuestros hijos así como del tipo de contenido que consumen. Hemos caído en la trampa y hemos convenido que nuestros niños son únicamente nuestros hijos cuando nuestra responsabilidad hacia la infancia debe incluir a todas las niñas y niños, tanto si tenemos hijos como si no.

En este sentido la campaña de concienciación más eficaz ha sido la que ha provocado la realidad, al destapar que la última revolución del tecno-porno infantil ya está aquí. Me refiero al uso de inteligencia artificial para generar de manera ágil e impune contenido pornográfico protagonizado por menores. Ahora sí, resulta evidente que nuestras niñas y niños (el porno sigue teniendo un durísimo sesgo de género) viven completamente desprotegidos en materia sexual. En una sociedad digital carente de regulación el control parental no es suficiente y, del mismo modo, no tener móvil tampoco es garantía de seguridad. Es hora de aceptar que la seguridad de los menores en materia sexual escapa al “control” de sus madres y padres, pues solo así seremos capaces de pelear por la protección que la infancia merece.

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Los creadores de este nuevo porno infantil son niños (inimputables cuando son menores de 14 años) que crean el contenido a través de apps al alcance de cualquiera. Se inspiran en el porno duro que consumen en plataformas donde no existe la verificación de edad y la difunden en aplicaciones como WhatsApp, donde los mensajes están cifrados de extremo a extremo. Es decir, donde nadie (ni siquiera WhatsApp) puede leer o escuchar lo que se envía. Las plataformas no se responsabilizan del contenido que generan ni del que difunden, los agresores (víctimas al mismo tiempo) son niños y nuestras niñas, hijas del último tsunami feminista, víctimas de violencia sexual en un contexto de absoluta desprotección.

Es hora de gritar que los derechos de la infancia se incumplen en Europa de manera generalizada mientras la Unión sigue anclada en la parálisis por el análisis. Mientras, al mismo tiempo, algunas compañías privadas y públicas chinas (o individuos con el poder de Elon Musk) van por delante de los Estados y están regulando el futuro por delante de las democracias. Es hora de que Europa se ponga las pilas y lidere una regulación capaz de adaptarse al ritmo que la tecnología exige. Mientras tanto, seamos claros, ningún menor está a salvo.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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