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Punto de observación
Columna
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Feijóo, un favorito de cuyo programa no se sabe absolutamente nada

Los pocos indicios que hay sobre el proyecto económico del PP son inquietantes, incluso si llegara a gobernar en solitario

Feijóo
Patricia Bolinches
Soledad Gallego-Díaz

Esta es mi verdad, dígame la suya”, exigía Aneurin Bevan, creador del Sistema Nacional de Salud británico y responsable de dar forma al Estado de bienestar de su país, en el siglo pasado. Bevan, que siempre fue una figura controvertida en su partido (laborista), no se refería a la verdad de los datos, que es única, sino que se quejaba de la dificultad de conseguir que sus oponentes mostraran sus propuestas. Esa se ha convertido también en la principal exigencia respecto al candidato Alberto Núñez Feijóo. El hecho de que acuda a las urnas como favorito ha colocado todos los focos sobre él. Ahora, subido en el escenario y oído lo que dijo en el cara a cara, está claro que no sabemos absolutamente nada de su programa de gobierno.

Feijóo sigue teniendo pendiente una tarea básica: explicar qué quiere hacer. “Derogaremos el sanchismo” no es una propuesta política, sino un mero eslogan, porque no es concebible que realmente su propuesta sea echar por tierra todo lo que se ha hecho en los últimos cuatro años. ¿O sí? Ni Trump llegó a la Casa Blanca con un compromiso semejante. Ni Trump pretendió ganar a Hillary Clinton gritando “Que te vote Bin Laden” porque es posible que muchos conservadores estadounidenses hubieran considerado que eso era un insulto, no para Clinton, sino para todo el país.

La ventaja para el candidato socialista, Pedro Sánchez, es que viene de ser presidente del Gobierno durante toda una legislatura y que, al margen de que se comparta o no su desempeño totalmente, en parte o en absoluto, no hay dudas sobre cuáles han sido sus objetivos, sus proyectos y sus logros, tanto en el plano económico como social o político o, incluso, sobre su posición dentro del Consejo Europeo y en el campo internacional. No hay dudas sobre cuál sería su proyecto para los próximos cuatro años ni sobre quiénes serían las personas que le acompañarían en esa tarea, empezando por Nadia Calviño y Salvador Illa.

Feijóo se ha colocado a sí mismo en una extraña coyuntura. Un candidato favorito que renuncia a concretar ni tan siquiera 10 puntos de su actuación inmediata sería realmente una novedad. Se sabía qué quería hacer José María Aznar (jamás se le ocurrió proponer derogar el felipismo y lo hecho en sus 14 años de gobierno) y se sabía lo que proponía Mariano Rajoy, mejor dicho, sus ministros de Economía, Luis de Guindos, y de Hacienda, Cristóbal Montoro.

Precisamente porque no hay forma de que Núñez Feijóo explique sus propuestas es por lo que los indicios que van apareciendo sobre la posición del Partido Popular en sus negociaciones en las comunidades autónomas o ayuntamientos adquieren mayor relevancia. Sabemos que el PP ha aceptado ceder a candidatos de Vox la presidencia de los parlamentos y no a cualquier candidato, sino a personas con currículos que exhiben demostrada falta de tolerancia. Sabemos que el PP dice compartir la Agenda 2030, defendida por la Unión Europea, pero que, en la práctica, ha decidido suprimir consejerías de Igualdad y de Medio Ambiente y que nunca ha cortado el paso a quienes desde Vox ridiculizaban y atacaban con virulencia la mencionada Agenda 2030. Sabemos que Feijóo cree (lo dijo en el debate) que un gobierno central no tiene nada que hacer en caso de pandemias, porque la sanidad es competencia de las comunidades autónomas. ¿Habrá que creer que, en el hipotético caso de una nueva emergencia sanitaria, un presidente del Gobierno del PP se mantendría al margen y abandonaría cualquier responsabilidad?

El problema no son ya las cesiones que tendría que hacer a Vox, llegado el caso. El problema es el desconocido programa del PP. Los pocos indicios que hay sobre su proyecto económico, incluso si consiguiera gobernar en solitario, son inquietantes. Por el momento, lo más claro de ese posible plan es lo avanzado por Aznar esta misma semana: un regreso a la austeridad de los años 2008-2013. Coincidiría con el ministro alemán de Hacienda, un halcón ultraliberal, que ya ha inquietado a expertos de todo el mundo. Wolfgang Münchau, director de Eurointelligence, lo explicó así: “La austeridad deterioró la resiliencia económica de la eurozona, contribuyó al auge de la extrema derecha y abrió una brecha entre los países de la UE. Están a punto de cometer el mismo error”. ¿Es ese el plan económico del candidato popular?

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