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Punto de observación
Columna
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El riesgo de minusvalorar el lastre que supondría Vox en el proyecto europeo

La formación ultra pertenece a un movimiento político antieuropeo, extraordinariamente activo y agresivo

Patricia Bolinches
PATRICIA BOLINCHES
Soledad Gallego-Díaz

Los debates electorales cara a cara entre los dos candidatos con mayores posibilidades de alcanzar la presidencia del Gobierno, como el que se celebrará mañana lunes en Antena 3, entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, tienen un formidable seguimiento, digno de una final de fútbol, pero, según los estudios demoscópicos, poca influencia en el sentido del voto, entre un 1% y un 3% de repercusión, en el mejor de los casos. ¿Por qué se les da entonces tanta importancia? Primero, porque, modifiquen o no el sentido del voto de los espectadores, sí ayudan a movilizar a los seguidores más apáticos de uno y otro, y eso es siempre importante y, muy especialmente, en esta ocasión. Segundo, porque tienen un efecto pedagógico, en el sentido de que mejoran la comprensión de los problemas políticos y económicos a los que hará frente el futuro Gobierno. Y, por último, porque siempre cabe la posibilidad de que ocurra lo inesperado y de que uno de los dos candidatos cometa una equivocación garrafal. Es poco probable, pero la mera posibilidad de que alguien resbale en una piel de plátano es suficiente para que los espectadores miren fijamente un escenario durante más de dos horas.

El cara a cara Sánchez-Núñez Feijóo es muy necesario porque hasta ahora, incluso en las pocas ocasiones en que han coincidido en el Senado, no han existido más que dos discursos en paralelo, sin contacto ni controversia, es decir, opiniones contrapuestas sobre temas comunes. Uno, el del PP, consistía en una descalificación brutal, sin aristas ni matices, del presidente del Gobierno, desde todos los punto de vista, morales o políticos; y otro, el de Sánchez, en una continua reivindicación de la gestión realizada. Es urgente poder contrastar sus opiniones con respecto a temas comunes, de vital importancia en los cuatro años que vienen.

Por ejemplo, respecto al futuro de la Unión Europea. Son ya muchas las voces que defienden en Europa revisar los tratados para establecer nuevos mecanismos de mayorías, que son ya muy necesarios, pero que resultarán imprescindibles si se atisba una nueva ampliación (Moldavia, Serbia, Montenegro, Albania…). En estos cuatro años habrá que decidir si la Unión pasa a ser una simple gestora de un espacio continental (opuesto al espacio ruso), como pretenden los partidos de extrema derecha, que luchan por la devolución de competencias a los Estados miembros, o si se retoma la vocación constitucional europea (fracasada en su primer intento de 2005) y se lanza un nuevo proyecto.

No es un problema secundario saber cuál será la posición del Gobierno español, sobre todo si Núñez Feijóo, como ya ha anunciado, forma coalición, llegada la ocasión, con Vox, uno de esos partidos que aborrecen la idea de una eventual Constitución Europea que enumere derechos y libertades. El discreto silencio que mantienen los portavoces de Vox sobre estos temas no debe ocultar la realidad: pertenece a un movimiento político antieuropeo, extraordinariamente activo y agresivo, en ambos lados del Atlántico. Su presencia en un Gobierno de coalición, su normalización, podría alentar el voto de Vox en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, previstas para junio de 2024, y fortalecer el grupo de extrema derecha antieuropea al que pertenece.

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No son cuestiones menores, sino una verdadera pesadilla que pone en peligro el trabajo de más de 60 años de cooperación e integración, justamente cuando la salida del Reino Unido de la Unión podría facilitar lo contrario, un rápido avance en la armonización legislativa. ¿Cómo piensa gestionar Núñez Feijóo el lastre que supondría su socio de coalición en cualquier negociación comunitaria?

Los próximos cuatro años serán también importantes en el impulso que se pueda dar, en España y en Europa, a la transición ecológica, con el uso más racional de nuevos recursos, orientados a una mejor calidad de vida. De nuevo, la eventual presencia de Vox en un Gobierno de coalición con el Partido Popular actuaría como freno de las necesarias transformaciones medioambientales. Y, una vez más, no se trata de elementos secundarios en el programa de los grupos de extrema derecha, tanto en España como en Europa, sino de parte esencial de su proyecto político. El mayor riesgo de cualquier acuerdo entre Vox y el Partido Popular sería precisamente la minusvaloración por parte de Núñez Feijóo de la índole del designio de sus socios.

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