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La casa de enfrente
Columna
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La sirenita es negra y obligatoriamente delgada

La gordofobia está tan interiorizada en Occidente que ni se percibe ni se combate

La Sirenita Halle Bailey
Halle Bailey durante el estreno en Londres de 'La sirenita' el pasado 15 de mayo.Kate Green (GETTY IMAGES)
Nuria Labari

Han pasado 34 años desde que Disney estrenara La sirenita hasta el remake que triunfa en taquilla tanto en España como en Estados Unidos con una Ariel negra.

En China, en cambio, la película se ha estrellado. En Asia la blancura sigue siendo un canon de belleza perseguido y acatado por la mayoría, y eso hace que una sirena negra cause rechazo. Disney, que conocía los riesgos, trató de ocultar la piel oscura de Halle Bailey y la tiñó de azul para el cartel asiático. Pero la triste manipulación no evitó el batacazo. Por fortuna, en el resto del mundo parece que no importa el color de la piel de las sirenas. En cambio, hay un mandato que sigue siendo de obligado cumplimiento para cualquier sirena (o humana) que quiera encajar en el canon occidental: tiene que estar delgada.

No me malinterpreten, no estoy diciendo que la sirenita no pueda tener un cuerpo delgado. Lo que denuncio es que las siete hijas del rey Tritón (Javier Bardem) representan siete razas distintas, al tiempo que comparten un cuerpo idéntico, esculpidas todas por los mismos prejuicios. El resultado es tan artificial que cuando se sientan juntas alrededor de su poderoso padre parece un certamen de Miss Universo en vez de una reunión familiar. No sabe una si son más llamativas sus brillantes escamas o sus clónicas cinturas de avispa, los idénticos pechos —en forma y tamaño— de todas ellas y los vientres irreales y planos. Puedes ser del color que quieras mientras estés flaca es el mensaje que esta pandilla de sirenas lanza a las niñas desde las profundidades. Y cuanto más sensible e inteligente sea la niña que mira la pantalla, más probable es que descifre el significado y se haga cargo. Los trastornos de la conducta alimentaria, como el racismo, se entrenan desde muy temprano.

El asunto empeora cuando aparece Úrsula, la bruja del mar. Ella (Melissa McCarthy) simboliza el mal y consecuentemente es usuaria de tallas grandes. Así, la representación del cuerpo femenino queda reducida a una dicotomía entre cuerpos buenos-flacos y malos-grandes, que convierte el aspecto de las mujeres en categoría moral. El tema es tan grave y llamativo como el racismo asiático —¡qué terrible pintar la piel de azul para que no parezca negra!—, pero la gordofobia está tan interiorizada en Occidente que ni se percibe ni se combate. Exactamente igual que antes pasaba con ciertas formas de machismo. Por ejemplo, la canción de Úrsula, Pobres almas en desgracia, ha sido modificada para eliminar las proclamas patriarcales que tantas niñas de mi generación cantamos a voz en grito. “Los hombres no te buscan si les hablas / No creo que los quieras aburrir”, explicaba Úrsula en 1989. Para finalmente sentenciar: “Admirada tú serás si callada siempre estás / Sujeta bien tu lengua y triunfarás”. La canción modificada mantiene intacto, en cambio, su antiguo mensaje gordófobo. “Esta quiere ser delgada, este quiere una pareja, ¿quién les ayudó? Lo hice yo”, canta Úrsula para explicar que cualquiera vendería su alma (o pondría en riesgo su salud) a cambio de ser delgada. Las niñas pueden abrir la boca, pero no para comer.

El mundo habrá que cambiarlo palabra por palabra. Por eso hay que agradecer al cangrejo Sebastián que no anime al príncipe Eric diciendo: “Bésala, NO hay que preguntarle” y haya cambiado el cuento cantando: “Bésala, SOLO hay que preguntarle”. Los cuerpos necesitan relatos donde crecer seguros. Y es hora de subrayar la palabra CRECER. Porque eso es lo que hacen los cuerpos sanos, cuando les dejan.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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