Así se castiga a una víctima de racismo
Increíble la indignación con que el club exige el respeto que no pudo garantizar a la víctima.
Paso uno. Lo primero es aclarar que la víctima exagera, que tiene la piel muy fina y no solo muy negra. Que descontextualiza la agresión y que no es capaz de contar las cosas como en realidad ocurrieron. Por fortuna, existen pacíficos hombres blancos que, gracias a no haber sufrido discriminación ninguna, pueden explicar el mundo tal cual es, sin el sesgo iracundo de las víctimas. Así lo hizo, por ejemplo, Josep Pedrerol en su programa El chiringuito de jugones. Cito: “Valencia no es racista, pero hay racistas en Valencia. España no es racista, pero hay racistas en España. Denunciemos el racismo siempre. Pero ojo con los mensajes peligrosos. Este país no es racista”. ¿Qué significa “ojo con los mensajes peligrosos”? Se trata de una advertencia para que no hagamos caso del relato de Vinicius, que definió a España como un país de racistas. No debemos conceder veracidad al relato de las víctimas porque deforma, por definición, la realidad. Así pues, la veracidad del discurso deberá ser legítimamente monopolizada por equilibradas voces blancas.
Paso dos. Una vez que el relato de la víctima ha sido convenientemente corregido, urge responsabilizarla de los abusos sufridos. Que la víctima haya provocado la agresión es condición necesaria para que pueda ser castigada. Esto no es ensañamiento, sino sano control social. Porque para mantener a las víctimas a salvo, lo mejor es enseñarles a ser discretas. Es por eso, por su propio bien, por lo que la sociedad está entrenada para administrar el castigo cuando procede. En este sentido, la receta es la misma para una mujer violada en manada que para un delantero del Real Madrid. Si te sucedió a ti y no a otro, fue por tu culpa. Piénsalo, Vinicius, hay muchos negros en la Liga, pero tú eres el único mono. O también: había muchas chicas en la fiesta, pero por alguna razón solo te violaron a ti. Lo mejor de la semana en este sentido se lo debemos a Borja Sanjuán Roca, portavoz del PSOE en Valencia: “Yo nunca defenderé ningún insulto racista que hubiera podido haber a ningún jugador, pero eso no es lo que ocurre con Vinicius. Ese jugador es una vergüenza para el fútbol”.
Paso tres. Cuando ya está claro que el racismo es un hecho aislado en vez de un asunto estructural y que, las pocas veces que este sentimiento indeseable se desata, es debido a una provocación de las propias víctimas, llega la hora de la ofensa moral a los imputados. Así, el Valencia ha calificado la sanción del Comité de Competición tras los insultos dirigidos a Vinicius en su campo de “injusta y desproporcionada” y ha pedido respeto para la afición y la institución.
Increíble la indignación con que el club exige el respeto que no pudo garantizar a la víctima.
Paso cuatro. Ahora sí. Una vez que el entorno que ampara a los culpables ha reivindicado su derecho al honor, llega la hora de los políticamente correctos. Es importante recordar desde redes, columnas y tertulias que todos tenemos una piel y que Vinicius es primero persona y después negro, y todo tipo de obviedades que, a pesar de ser dichas con la mejor intención, renuncian a denunciar los pasos uno, dos y tres. Así es como sucede que miles de voces condenan el racismo, pero solo sus víctimas lo enfrentan, sintiéndose cada vez más solas.
Paso cinco. Conviene que algún energúmeno cometa alguna atrocidad, como colgar un muñeco de Vinicius de un puente de Madrid. Es fundamental localizar al racista propiciatorio que asuma la culpa y nos redima a todos del pecado de racismo, enarbolando su miseria particular.
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