_
_
_
_
La casa de enfrente
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Así se castiga a una víctima de racismo

Increíble la indignación con que el club exige el respeto que no pudo garantizar a la víctima.

Vinicius jugador del Real Madrid
El jugador del Real Madrid Vinicius Jr. en el partido contra el Valencia CF en el que fue insultado por la afición, el pasado 21 de mayo, en Mestalla.Iván Terrón ( AFP7/ Europa Press)
Nuria Labari

Paso uno. Lo primero es aclarar que la víctima exagera, que tiene la piel muy fina y no solo muy negra. Que descontextualiza la agresión y que no es capaz de contar las cosas como en realidad ocurrieron. Por fortuna, existen pacíficos hombres blancos que, gracias a no haber sufrido discriminación ninguna, pueden explicar el mundo tal cual es, sin el sesgo iracundo de las víctimas. Así lo hizo, por ejemplo, Josep Pedrerol en su programa El chiringuito de jugones. Cito: “Valencia no es racista, pero hay racistas en Valencia. España no es racista, pero hay racistas en España. Denunciemos el racismo siempre. Pero ojo con los mensajes peligrosos. Este país no es racista”. ¿Qué significa “ojo con los mensajes peligrosos”? Se trata de una advertencia para que no hagamos caso del relato de Vinicius, que definió a España como un país de racistas. No debemos conceder veracidad al relato de las víctimas porque deforma, por definición, la realidad. Así pues, la veracidad del discurso deberá ser legítimamente monopolizada por equilibradas voces blancas.

Paso dos. Una vez que el relato de la víctima ha sido convenientemente corregido, urge responsabilizarla de los abusos sufridos. Que la víctima haya provocado la agresión es condición necesaria para que pueda ser castigada. Esto no es ensañamiento, sino sano control social. Porque para mantener a las víctimas a salvo, lo mejor es enseñarles a ser discretas. Es por eso, por su propio bien, por lo que la sociedad está entrenada para administrar el castigo cuando procede. En este sentido, la receta es la misma para una mujer violada en manada que para un delantero del Real Madrid. Si te sucedió a ti y no a otro, fue por tu culpa. Piénsalo, Vinicius, hay muchos negros en la Liga, pero tú eres el único mono. O también: había muchas chicas en la fiesta, pero por alguna razón solo te violaron a ti. Lo mejor de la semana en este sentido se lo debemos a Borja Sanjuán Roca, portavoz del PSOE en Valencia: “Yo nunca defenderé ningún insulto racista que hubiera podido haber a ningún jugador, pero eso no es lo que ocurre con Vinicius. Ese jugador es una vergüenza para el fútbol”.

Paso tres. Cuando ya está claro que el racismo es un hecho aislado en vez de un asunto estructural y que, las pocas veces que este sentimiento indeseable se desata, es debido a una provocación de las propias víctimas, llega la hora de la ofensa moral a los imputados. Así, el Valencia ha calificado la sanción del Comité de Competición tras los insultos dirigidos a Vinicius en su campo de “injusta y desproporcionada” y ha pedido respeto para la afición y la institución.

Increíble la indignación con que el club exige el respeto que no pudo garantizar a la víctima.

Paso cuatro. Ahora sí. Una vez que el entorno que ampara a los culpables ha reivindicado su derecho al honor, llega la hora de los políticamente correctos. Es importante recordar desde redes, columnas y tertulias que todos tenemos una piel y que Vinicius es primero persona y después negro, y todo tipo de obviedades que, a pesar de ser dichas con la mejor intención, renuncian a denunciar los pasos uno, dos y tres. Así es como sucede que miles de voces condenan el racismo, pero solo sus víctimas lo enfrentan, sintiéndose cada vez más solas.

Paso cinco. Conviene que algún energúmeno cometa alguna atrocidad, como colgar un muñeco de Vinicius de un puente de Madrid. Es fundamental localizar al racista propiciatorio que asuma la culpa y nos redima a todos del pecado de racismo, enarbolando su miseria particular.

Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_