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Ni citas ni sexo ni boda ni hijos: coreanas que se plantan frente al machismo asiático

El movimiento de los cuatro noes plantea una oposición frontal al patriarcado en Corea del Sur, que tiene la mayor brecha salarial de los países desarrollados

Ana Vidal Egea
corea del sur
Un grupo de mujeres surcoreanas con vestidos tradicionales visitaban el palacio de Gyeongbokgung, en Seúl, el 1 de julio.ANTHONY WALLACE (AFP/Getty Images)

Muchas surcoreanas están tan hartas del machismo que en los últimos años han adoptado una postura radical: negarse a casarse, a salir con hombres, a tener sexo y a reproducirse. Se trata de un movimiento conocido como “los cuatro noes” que eclosionó en 2019 y se ha extendido con la esperanza de que el Gobierno conservador de Yoon Suk-yeol adopte medidas que propicien la igualdad de género. Pese a la sólida formación académica de las mujeres en Corea del Sur, según un estudio de Statista, la brecha de género es escandalosa: el salario de los hombres es un 30% superior, lo que convierte al país, según el Korea Herald, en el más desigual entre hombres y mujeres de la OCDE desde hace 26 años. A ello se suma una pobre conciliación laboral y una disparidad en el reparto de tareas domésticas, que hace que las mujeres también asuman la responsabilidad en la crianza de los hijos, lo que las empuja a tener que elegir entre trabajar o ser madres. En Corea del Sur, la jornada laboral es de 52 horas semanales.

Los cuatro noes es un grito desesperado que surgió después de que el presidente de Corea del Sur empezara su mandato con la intención de abolir el Ministerio de Igualdad. Al pasar de la queja a la acción, las repercusiones de la también llamada “huelga de natalidad” están siendo severas para Corea del Sur. Durante tres años consecutivos, el país se posiciona como el que tiene la tasa de fertilidad más baja del mundo, con una media de 0,78 hijos —España, con 1,3 de media, ocupa el undécimo lugar y el segundo en la Unión Europea—. “La vida no va bien para muchos jóvenes, para los que casarse o tener hijos no es natural“, comentaba a The New York Times Lee Sang-lim, demógrafo del Instituto Coreano de Salud y Asuntos Sociales. El país está en alerta, ya que se estiman necesarios 2,1 hijos de media para mantener la población estable. En 2020, los surcoreanos alcanzaron lo que se conoce como “el cruce de la muerte”, cuando el número de muertes superó al de nacimientos. Muchas ciudades corren el riesgo de desaparecer en los próximos años.

La escritora surcoreana Hawon Jung, autora del libro Flowers of Fire sobre el movimiento feminista en Corea del Sur —sin traducir al español—, explica en un correo electrónico que lo que propició este movimiento son las políticas gubernamentales de un país que considera muy conservador. “Las madres solteras son estigmatizadas, los médicos se niegan a hacer fecundaciones in vitro a las mujeres sin pareja masculina, aunque no sea ilegal, y los nacimientos fuera del matrimonio representan solo el 2% del total, comparado con el promedio del 41% de la OCDE. El matrimonio y el parto están estrechamente interconectados y las mujeres se ven presionadas a sacrificar su carrera una vez que tienen un hijo o se casan”. Jung cree que el origen del problema está en el papel de la mujer desde el confucianismo, la ideología imperante antes de la reforma en el siglo XX: rol de hija sumisa, casta esposa y abnegada madre. Creencias que se han mantenido debido a una sociedad militarizada donde ha predominado el concepto de masculinidad agresiva a lo largo de la historia. Desde la guerra de Corea (1950-1953), pasando por la dictadura y la continua confrontación con Corea del Norte.

Según Jung, “los países donde los padres son más cooperativos y existen buenas políticas familiares, como Suecia, o que reconocen la diversidad de las parejas, como Francia, han tenido más éxito a la hora de estabilizar o incluso aumentar sus tasas de natalidad”. El movimiento de los cuatro noes refleja la radicalización de una frustración que ha hecho que las mujeres prefieran incluso renunciar al sexo. Según Jung, “las jóvenes consideran que no merece la pena invertir su tiempo y energía en tener romances con hombres”, dado que les resulta agotador tratar de encontrar a uno que no siga una normativa patriarcal.

Los movimientos feministas están siendo muy efectivos en el país, consiguiendo hitos históricos como, por ejemplo, que en 2021 se despenalizara el aborto o que empiece a cambiar el canon de belleza femenino. La corriente Escape the Corset rechaza los rígidos estereotipos surcoreanos asociados a la mujer, como tener el pelo largo o seguir el concepto K-beauty, que impone a las jóvenes la obligación de tener una piel de porcelana, llevar el maquillaje perfecto y someterse a cirugías plásticas. Cada vez es más común ver a surcoreanas con el pelo corto o que se atreven a llevar gafas en lugar de lentillas, lo que ha constituido una auténtica revolución.

Hombres, un paso al frente

Pero aún queda mucho camino por recorrer en un país donde la violencia de género no siempre lleva a la denuncia o al divorcio. Según una encuesta publicada por el Instituto Coreano de Criminología y Justicia, ocho de cada 10 hombres reconocían haber sido violentos con su pareja. Jennifer Jung-Kim, profesora de Historia Coreana en la Universidad de California (UCLA), señala por e-mail que, para resolver los problemas derivados de la brecha de género en Corea del Sur, la violencia de género debe ser reconocida y procesada como tal. “En lo que respecta a lo gubernamental y corporativo, las leyes y políticas deben prohibir la discriminación y garantizar la igualdad de salarios y oportunidades para las mujeres, especialmente para las madres trabajadoras. En lo social, tiene que haber un mayor sistema de apoyo para los padres que trabajan para que cualquiera de ellos pueda tomarse días libres si un niño enferma o para asistir a una reunión o a un evento escolar. Los padres solteros, sean hombres o mujeres, no deben ser estigmatizados, independientemente de que sean padres adoptivos o biológicos”, explica. Para Jung-Kim lo más importante es un cambio interno por parte de los hombres: “Deben dar un paso al frente y asumir las tareas del hogar y el cuidado de los niños por igual y apoyar a sus esposas en sus elecciones de carrera”.

Judy Han, profesora y vicepresidenta de Asuntos de Pregrado del Departamento de Estudios de Género de UCLA, señala por e-mail que el movimiento de los cuatro noes invita a reconstruir la sociedad. “¿Podríamos imaginar un mundo donde las mujeres no tuvieran que asumir toda la carga del trabajo reproductivo y doméstico sin ser degradadas o explotadas? ¿Donde pudieran tener un matrimonio igualitario sin tirar por la borda su carrera profesional? ¿Podrían las mujeres imaginar un mundo sin abuso, violaciones y violencia?”, se pregunta.

Es un planteamiento que podría servir en tantos otros países democráticos donde la desigualdad de género repercute en los índices de natalidad. Ante un sistema patriarcal aparentemente imbatible, cada vez son más las mujeres en todo el mundo que optan por renunciar a tener hijos porque no pueden conciliar su vida personal con la profesional. Es un problema que apela directamente a los gobiernos y cuyas consecuencias dan forma a una sociedad entera. Según Judy Han, “cualquier persona, hombres y mujeres, heterosexuales, queer, cisgénero y transgénero, se beneficiarían de tomar en serio estas críticas y crear una sociedad más justa”.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).

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