Los ‘regresónimos’ logran la remontada
“Frigorífico” desplazó a “nevera”, pero esta palabra fue reaccionando con calma hasta imponerse
Los progresos de la humanidad, como ya se ha contado aquí, dan lugar a los “retrónimos”. Por ejemplo, decimos “teléfono fijo” para nombrar tales aparatos y diferenciarlos de los móviles, de modo que ahora se denomina “teléfono fijo” a lo que toda la vida se había llamado simplemente “teléfono”. Y “cerveza con alcohol” a lo que siempre había sido cerveza a secas (valga la paradoja).
Y en paralelo a ese fenómeno de renombramiento, se viene produciendo otro, también interesante, con ciertos términos. Los llamaremos “regresónimos”. Eso consiste en que ciertas palabras superadas en un primer momento por algún avance tecnológico acaban reconquistando el terreno perdido. Primero desaparecen al quedar desplazadas por el neologismo (a menudo extranjerismo) destinado a nombrar un invento que mejora las prestaciones de lo que el anterior vocablo designaba. Pero finalmente regresan, años más tarde, con nueva fuerza, pese a su derrota inicial; y reconquistan el territorio perdido.
Por ejemplo, “nevera”. El término se usó en castellano desde al menos el siglo XVI en referencia a los recipientes o cavidades rellenos de nieve destinados a conservar los alimentos. Más tarde se transformaron en armarios con hielo, y mantuvieron el nombre de “nevera”. Pero en los primeros años del siglo XX empiezan a aparecer los frigoríficos (a España llegaron en 1952), que generaban frío por sí mismos sin necesidad de reponer el hielo cada cierto tiempo.
La modernidad logró que el frigorífico desplazara a la nevera y que el neologismo arrinconara al viejo término. Sin embargo, “nevera” fue reaccionando con calma hasta finalmente lograr la remontada (en Google gana por 64 millones de registros contra 21,7 millones el día en que escribo estas líneas). Por ejemplo, la letra de Ay mamá (Rigoberta Bandini) dice “a ti, que tienes siempre caldo en la nevera”; sin que nadie haya reclamado ahí la mayor precisión del término “frigorífico”.
Lo mismo sucedió con “disco” y “cedé” o “CD”. Aquellos hermosos álbumes quedaron arrinconados por el digital compact disc; hasta que, una vez que el nuevo invento copó el mercado y el neologismo ya no servía como elemento diferenciador, empezó la remontada de la simple palabra original: disco. (“Vendió millones de discos”, se dice ya… en referencia a los “cedés”). Y eso ha alentado a su vez el uso del retrónimo “disco de vinilo” cuando hace falta establecer la diferencia.
La radio de toda la vida, de cable y enchufe, fue arrinconada a mediados del siglo XX por el transistor, palabra con la que se denominaba al receptor portátil que funcionaba con pilas. Pero en cuanto los transistores dominaron el mercado, la vieja palabra “radio” empezó su reconquista, hasta convertirse de nuevo en hegemónica. Y así decimos “lo oí en la radio” aunque se trate de un transistor.
En la actualidad se hallan en desarrollo algunos procesos similares. Por ejemplo, smartphone empieza su retirada, porque ya todos los móviles son unos listillos (salvo excepciones como el que usa Carlos Boyero) y el anglicismo no añade nada de particular. Así, “teléfono” ganará dos batallas como regresónimo; frente a “móvil” (“me lo dijo por teléfono”, aunque se tratara de un celular) y frente a smartphone (“lo leí en el teléfono”, aunque se tratara de un smartphone). Y tal vez ocurra lo mismo con newsletter frente a “boletín” y con podcast ante “audio”...
Pensé en estas y otras palabras que parecían vencidas según veía el partido Liverpool-Real Madrid.
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