‘Todo a la vez en todas partes’ explica la actualidad más loca
En la película más nominada a los Oscar, para pasar de un mundo a otro hay que hacer algo absurdo. Algo similar ocurre con algunas de las noticias de los últimos tiempos
La película Todo a la vez en todas partes, una de las favoritas en los Premios Oscar, es muy loca, y sin destripar nada, va de que hay muchas versiones de este mundo, mundos paralelos, en los que vivimos simultáneamente, con vidas diferentes. Y para pasar de uno a otro hay que hacer algo absurdo. Lo haces y zas, pasas a otra dimensión. Así que quédense tranquilos, este es el único mundo que existe, porque si eso fuera cierto todos conocemos gente que desaparecería todo el rato, por las tonterías que dice o hace. Y yo mismo quizá ni consiga terminar esta columna.
Pero quién sabe, a lo mejor hay un mundo donde Ciudadanos tiene mayoría absoluta, y con estas cosas raras que hacen estén intentando trasladarse allí. También puede explicar que hasta yo me encuentre por casa documentos secretos de la Casa Blanca, deben de estar viajando por error por el multiverso. Y definitivamente daría un sentido a lo de Feijóo, que cuando va a hablar no sabes en qué mundo vive, si está llegando al centro o se está marchando otra vez a la extrema derecha. Fuera de bromas, el presidente de la patronal desapareció de la reunión para subir el salario mínimo. Y hasta el rey de Marruecos del aeropuerto donde llegaba Pedro Sánchez, que se sentiría como en aquel tuit que puso (cuando no era nadie) cuando un taxista le llevaba donde le daba la gana: “En taxi por el camino más largo; ¿qué digo, hago?”. No sé qué habrá hecho de absurdo el monarca para desaparecer de esa manera, pero parece que estaba en su mansión de Gabón: es absurdamente rico. Por otro lado, Irene Montero no hace más que defender su ley del solo sí es sí y el caso es que no desaparece. También hay gente que se aparece todo el tiempo, en todas partes, no sabes por qué, como Tamara Falcó o el festival de Benidorm.
Igual que Jabois contaba que hay todo un mundo donde Zidane falla su volea de la final de la Champions, es evidente que Oriol Junqueras se ubicaba en un universo que no es exactamente en el que estaba el otro día: te pasas tres años y medio en la cárcel y al salir te pitan y te llaman traidor. Estaría el hombre pensando si había dicho algo absurdo en los últimos seis años para acabar ahí. Y sí, así es, pero que no se torture, fue un fenómeno colectivo. Esa gente que le insultaba seguía en el universo que él y otros les habían dibujado, y a ver cómo les sacas de ahí. Deberían decirles algo lógico, por probar al menos una vez, en vez de ir saltando a mundos cada vez más complicados.
Por si fuera poco, ahora tenemos el metaverso. Desde el triunfo del paloselfi yo ya no me aventuro a pronosticar el fracaso de nada aparentemente estúpido, pero juraría que es un camelo mayúsculo. Mi compañero Jordi Pérez Colomé se paseó por ese mundo, en el que no hay nada de cintura para abajo, ya ven qué plan, y confirma que es un aburrimiento sideral. Este es el mundo que tenemos, y lo peor son los mundos imposibles que están en este. Irán, por ejemplo. ¿Cómo es posible que condenan a una mujer, la actriz Mozhgan Ilanlu, a 74 latigazos y nueve años de cárcel por no llevar velo? ¿Cómo es posible que condenen a dos jóvenes a diez años por bailar en la calle? En un mundo que no era ni mucho menos ideal, este mismo, existía la Sudáfrica del apartheid, y el aislamiento internacional y, sobre todo, el fin del tablero de juego de la Guerra Fría, obligaron al país a situarse en nuestro tiempo. Hoy lo más parecido al apartheid es lo que ocurre en Irán y otros países con las mujeres. Es un absurdo insoportable, y ahí sigue.
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